Hasta ahora las candidaturas, en sus diversos matices, no se han perfilado firmemente creando contornos diferenciados. Pareciera existir demasiados puntos en común, cuando la realidad dibuja abismos programáticos que los separan. La polémica electoral, por otro lado, está teñida de lo adjetivo y no de lo sustantivo. Por ello, la famosa piedra a Francisco Morales Bermúdez pasa a convertirse en noticia . Vale la pena preguntarse entonces, ¿por qué este insípido clima electoral no logra aún calentar el ambiente político? ¿Cuál es la razón que impide que estas elecciones, que son las más importantes de la historia, no congreguen el entusiasmo mayoritario del electorado?
Vivimos un período relativamente largo de descenso en la lucha de masas y movilización política, todo ello a pesar del recrudecimiento de la crisis económica hasta límite nunca antes visto. Los partidos políticos no han logrado, en todo lo que va de esta década, organizar políticamente a los distintos sectores sociales. Particularmente, la izquierda ha sido incapaz de convertir la lucha sindical en lucha política. Si ésta se ha dado, no ha dejado de ser restringida a la escena oficial. La beligerancia y combatividad sindical de los años setenta se han diluido por haberse separado la lucha económica de la política.
Por otro lado, los partidos políticos de presencia en el movimiento de masas, como son el Apra y, principalmente, Izquierda Unida, no dinamizaron ni democratizaron su vida partidaria permitiendo que la conciencia prejuiciosa sobre el quehacer político se impusiera en el pensamiento común. El líder y militante político es visto como un mentiroso, demagogo y del cual poco se espera. A esto se ha emparentado el hecho que en los últimos años la actitud de independencia política ha pasado a ser una virtud. En Izquierda Unida la independencia partidaria es su particularidad . Se destacan las cualidades personales de los llamados independientes en el plano académico, personal e incluso moral como parte del viento renovador del liderazgo (¿tradicional?) izquierdista. Se privilegia la actuación pública individual que desvaloriza lo colectivo. Se debilita de esta manera la idea y la práctica organizativa, elitizando nuevamente el quehacer político que será reservado a las personas capaces e inteligentes.
Esta nueva relación entre individuo y organización, sumada a otras tantas causas, no ha permitido que en los últimos años Izquierda Unida se encuentre encabezando y dirigiendo movilizaciones de masas importantes. Finalmente, el debate electoral ha sido consumido, en buena medida y en consonancia con lo anteriormente señalado, por su vertiente meramente legal. No es sino otro el tono de la discusión sobre la validez o no de los votos nulos y blancos, la insistencia del voto preferencial, el tipo y la forma de la cédula electoral, etc.
Por todo ello, la participación activa del electorado en estas semanas ha sido signada por la apatía. Para Izquierda Unida, la adhesión que pueda despertar corre el riesgo de ser puramente pasiva y ser sola beneficiaria del trabajo realizado en el mundo laboral y popular por el gran contingente izquierdista en las décadas precedentes.
(La República 26 de Febrero de 1985)