Decir que los partidos nacionales han perdido es una verdad de perogrullo. Decir que los partidos están en crisis, es repetir algo que no explica nada. Desde hace casi cuatro décadas se repite lo mismo y, sin embargo, los partidos han cambiado, los contextos en los que se desarrollan también y una crisis es un momento en el tiempo y no el tiempo mismo.
El más estructurado sistema de partidos en la historia del país (1978-1992), conformado por cuatro partidos políticos, AP, APRA, PPC e IU, duró poco y se desplomó, dando paso a un fuerte fraccionamiento y dispersión partidaria. Estos partidos históricos que tenían presencia nacional y subnacional, la fueron perdiendo bruscamente.
A nivel nacional aparecen como alternativas los llamados partidos emergentes. Organizaciones políticas, sin anclajes ideológicos, con poca maquinaria organizativa y altamente personalizados (C90, Nueva Mayoría, Perú Posible, FIM, Solidaridad Nacional, Somos Perú, Partido Nacionalista, entre otros) que se inscriben como partidos nacionales, ganan elecciones presidenciales o parlamentarias, pero su penetración subnacional es muy baja o nula.
Al espacio subnacional de representación (municipios provinciales y distritales) se le suma los llamados gobiernos regionales a partir del proceso de regionalización a inicios de siglo, que produjo nuevos espacios de poder y cuantiosos recursos. En todo este espacio subnacional, dispersas y fraccionadas organizaciones regionales (más precisamente departamentales) han logrado la mayoría de triunfos electorales en el ciclo 2002-2014, derrotando a los partidos nacionales, tanto históricos como emergentes.
No se trata pues solo de señalar que los partidos nacionales han sido derrotados y menos que están repuntando, si no de observar este peligroso proceso, cada vez más acentuado, de separación, desconexión de la representacion nacional (partidos históricos y emergentes) y subnacional (organizaciones regionales). Un país con este dramático proceso de desnacionalización partidaria, tiene mucho de qué preocuparse y menos de qué congraciarse.
Para observar este proceso es necesario contraponerlo contra lo que está en juego: 25 presidencias regionales, 195 alcaldías provinciales y 1,843 alcaldías distritales. Contra ese universo es el que hay que medir la presencia y representación de los partidos.
La primera constatación es el fraccionamiento partidario que se ha acentuado. Solo a nivel nacional hay 19 partidos nacionales inscritos. Ciertamente no todos tienen el mismo peso e importancia. Los partidos nacionales han presentado 149 listas (de un máximo de 475) en las 25 circunscripciones, lo que iguala en número, a la del 2002. En cambio los partidos regionales han pasado de 52, en el 2002, a 147 listas regionales este año.
Si lo anterior es visto como una suerte de índice de participación, es necesario ver el éxito electoral. Esto no es muy auspicioso para los partidos nacionales. Si el 2002 triunfaron en 17 gobiernos regionales, ahora solo ganaron dos de Alianza para el Progreso. Pueden ganar cinco más, si todos los partidos ganan en segunda vuelta. Pero de estos posibles, dos serían de Democracia Directa y uno de Vamos Perú, candidaturas que tienen que ver más con prácticas de “vientre de alquiler” que miembros de estas organizaciones políticas.
Si nos fijamos en los principales municipios provinciales, los que corresponden a las capitales de departamentos, la situación es parecida. De los 25 casos, Alianza para el Progreso gana en dos (Tumbes y Chiclayo), Solidaridad Nacional en dos (Lima y Pasco) y Fuerza Popular en uno (Cajamarca). Los otros 20 municipios son ganados por organizaciones regionales.
Si la función de los partidos es canalizar y representar intereses, pues no han hecho bien su tarea. Ese espacio de representación subnacional que han dejado o no han podido ganar, está siendo ocupado por organizaciones regionales. En realidad departamentales.
Pero, el principal rasgo de estas organizaciones es su desarrollo personalista y endogámico. No hay un solo caso en que una organización se inscriba en más de un departamento. Es decir, tenemos entre 18 y 22 organizaciones que van a ganar una presidencia regional, que no tienen vínculos entre ellas. Más aún, el grado de rotación es alto. Solo se reelegirán cuatro presidentes regionales. Anteriormente hubo seis y dos reelecciones, en el 2006 y 2010 respectivamente. La mayoría son organizaciones y presidentes regionales de un solo período. Este grado también de fraccionamiento y cantidad de listas en disputa provoca que el número de presidencias que se resuelva en segunda vuelta (por no superar el 30% de los votos) ha pasado de diez, en el 2010, a catorce, en el 2014.
Esa alta rotación, dispersión y falta de vínculos partidarios hace que los presidentes elegidos provenientes de organizaciones regionales constituyan una caja de sorpresas. Si bien hay presidentes elegidos o por elegirse claramente de izquierda (Santos en Cajamarca) o de derecha (Horna de Amazonas), la mayoría transitarán por el camino del pragmatismo. Con bajos controles estatales, nada asegura que podemos encontrar nuevamente figuras iguales o peores que aquellos presidentes que han pasado de la página política a la policial.
Este panorama de representación partidaria dibuja un país escindido y fraccionado, que mantiene un campo fértil para el desarrollo informal e ilegal de la política institucional.
Situación que se nota menos en un país con crecimiento económico. Pero ahora que la marea está bajando, se podrá percibir cuánto desperdicio había debajo (La República, 12 de octubre del 2014).
DATOS: Hay pocos presidentes regionales y alcaldes provinciales reelectos.
De los alcaldes de municipios provinciales capitales de departamentos, solamente cuatro han sido reelegidos. En general, se han reelegido 26 alcaldes provinciales de un universo de 195.
En Arequipa, Yamila Osorio Delgado podría ser la única presidenta regional de las 25 posibles, pero para ello debe vencer en segunda vuelta a Javier Ísmodes.
En 14 regiones se desarrollará la segunda vuelta electoral a inicios de diciembre.
En el 2010, de los diez casos de segunda vuelta, en cinco ganaron los que quedaron en segundo lugar en la primera vuelta.
Jaime Rodríguez (49%), en Moquegua; Gregorio Santos (44.2%), en Cajamarca; César Acuña (43.7%), en La Libertad; y Fernando Meléndez (41.7%), en Loreto, son los presidentes regionales electos más votados.
Muy interesante artículo, pero me gustaría más que comentar, hacer una pregunta que me queda en el aire y es ¿porqué los partidos políticos nacionales no tienen mayor presencia en las elecciones regionales?
Mas allá del fraccionamiento evidente y los intereses personalistas y endogámicos.