El Consejo Nacional Electoral (CNE) de Venezuela tenía el encargo de organizar elecciones regionales pronto. Sin embargo, la oposición logró completar las firmas suficientes para que se convoque el referendo revocatorio del mandato del presidente Hugo Chávez. Se tuvo que introducir así, un proceso electoral no programado.
Esto tuvo implicancias en el desarrollo del referendo, particularmente en lo que se refiere al voto electrónico. ¿Esto último fue la causa de las acusaciones de fraude que flotan sobre el proceso del 15 de agosto?
En Venezuela se vienen organizando elecciones mediante voto electrónico desde 1998, si bien es cierto bajo la modalidad de la máquina de lectura óptica. Es decir, se votaba manualmente en una boleta y luego ésta se pasaba por la máquina que leía, almacenaba y posteriormente escrutaba. Estas soluciones informáticas no fueron muy afortunadas y estuvieron plagados de problemas, incluso postergando los comicios, en las Elecciones Generales del 2000, del mes mayo al mes de junio. Al igual que Brasil se especifica en el Reglamento General Electoral, que el proceso de votación será automático y sólo excepcionalmente, a juicio de la CNE, podrá ser manual. Para enfrentar el referendo al empresa Starmatic, parte del consorcio empresarial que se encargó de gran parte del proceso electoral, presentó una solución informática integral novedosa. Se produjo una máquina pequeña de votación con el sistema de pantalla sensible al tacto (touch screen) para realizar el voto electrónico. Complementariamente, la máquina entregaba un comprobante que el elector depositaba en una ánfora. De esta manera, el sistema entregaba un elemento mas para la auditoria. De la misma manera, se cumplía con las ventajas del voto electrónico: facilidad para el votante, conteo de votos inmediato, posibilidad que el escrutinio y entrega de resultados sea en corto tiempo. En todo caso, el proceso electoral con voto electrónico era confiable y fiable. Si el voto electrónico debe otorgar garantías que se pueden resumir en un sistema confiable en el secreto del voto, un sistema seguro medido en la protección del sistema frente a ataques externos y un sistema verificable, el presentado en Venezuela cumplía con las exigencias.
Sin embargo, nada de lo pensado se realizó. El tema tiene que ver con un problema de fondo. Es un hecho comprobado que las elecciones latinoamericanas que se realizan en donde interviene un mandatario sea para su reelección o para su revocatoria, como el caso venezolano, se desliza siempre por el camino de la desconfianza en la transparencia del proceso. Todo lo ganado se puede perder y los procedimiento y mecanismos de mejora en la organización de los procesos electorales, pueden hundirse en el desprestigio y con él, el organismo electoral.
Desde la elección de los miembros del CNE con intervención indirecta del gobierno, la utilización de recursos públicos para la campaña oficial, pero sobre todo en el erróneo planeamiento y organización del proceso electoral, se listan los problemas que instalan un manto de sospecha de un proceso que debió ser intachable. Un padrón electoral ineficiente, cambio en los electores en el padrón, aumento de electores por mesas, intervención de las fuerzas armadas a través del Plan República, que si bien es legal, otorga un control sobre un acto eminentemente civil. Una jornada que debió durar diez horas y en el que se invirtió 170 millones de dólares, cuatro veces más que en el Perú, con poco menos electores, terminó en prolongarse por ocho horas más y un resultado que debió entregarse, gracias al voto electrónico, no más de las cinco de la tarde, se hizo en la oscuridad de las cuatro de la madrugada. Si bien la auditoria no ha encontrado alteración de los resultados, la sospecha del fraude no se lo quita a casi la mitad de los venezolanos. La lección nos señala que el voto electrónico puede producir grandes avances en los procesos electorales, pero todo está sometido a la actuación del órgano electoral que su actuación debe ser imparcial y transparente, pero no sólo debe serlo sino, sobretodo, parecerlo. Para muchos, no lo fue ni lo uno ni lo otro, por lo que Venezuela seguirá partida en dos.
(El Comercio, 24 de agosto del 2004)