En América Latina compartimos, en muchos aspectos, realidades comunes. Tanto los electores como las organizaciones políticas exigen de los organismos electorales eficiencia en el servicio de votación, confianza en las entidades electorales —lo que significa que estén exentas de velos, atmósferas turbias y cualquier indicio que pueda denotar fraude o manipulación— y resultados inmediatos. La opinión pública se ha convertido así, en un elemento vital que no sólo exige programas y promesas de los políticos, sino que alienta a la población a estar atenta a la organización del proceso para reclamar resultados fehacientes y rápidos. Sin embargo, los recursos de los que disponen los Estados para estos fines son bastante limitados. Constantemente se está haciendo mención a la necesidad de reducir los costos de los procesos electorales. Esto obliga al órgano electoral plantear soluciones que contemplen lo que se puede denominar las tres B del proceso de tecnificación y votación electrónica: sistemas Buenos (eficientes), Bonitos (amigables) y Baratos (bajo costo) que cubran las expectativas arriba mencionadas.
Plantearse el problema, discutir, probar y aplicar el sistema de voto electrónico ha sido el camino recorrido por una serie de países que respondieron a las exigencias de la complejidad de los sistemas electorales y a la necesidad de obtener resultados rápidos y confiables, como han sido los casos de Brasil y Paraguay.
En realidad, en el Perú ya se había iniciado hace un tiempo la automatización de varios servicios en el proceso electoral como el sorteo de los miembros de mesa, la impresión del material electoral, el cómputo de los resultados, la digitalización de las actas de escrutinio, la publicación de resultados en la página web y captura de omisos a la votación. De esta manera todos los involucrados en el acto electoral, es decir, electores, miembros de mesa, organizaciones políticas, demás organismos electorales y los observadores nacionales y extranjeros, han recibido mejores servicios, además de reducir los costos y las posibilidades de irregularidades. Esto es, se ha cubierto de manera adecuada el proceso pre y post electoral, y de lo que se trata ahora es de incursionar en la base medular que es en el ejercicio propiamente del voto. En otras palabras, el voto electrónico, no es sino votar a través de mecanismos electrónicos, de manera asistida o directamente. Las consecuencias son las siguientes: eliminación de las boletas de votación, del Padrón y del Acta Electorales y sus copias, en papel; eliminación de Urna o Ánfora Electoral; reducción de mesas de votación; reducción de locales de votación; reducción de miembros de mesa; eliminación de los votos por error; eliminación del llamado Error Material; disminución el tiempo de la entrega de los resultados; reducción del personal contratado eventual para un proceso electoral; y, en consecuencia, un ahorro para el erario nacional a mediano plazo.
Lejos de suponer un gasto superfluo para el Estado y un ajedrez complicado para los electores menos familiarizados con la tecnología, el voto electrónico representa la alternativa más efectiva a una realidad que no debe descuidarse.
(El Comercio, 31 de octubre del 2003)
Plenamente de acuerdo que se inicie la era del “voto electrónico”, dado que la juventud de hoy están inmersos en la tecnología de información y son la mayoría; sigamos los pasos de otros paises que ya lo están haciendo, intentemos informar con mayor presición a los adultos de hoy que son los que mas temen el cambio, haciendo conocer las ventajas de este modelo que evitará entrar en dudas, por las demoras del sistema manual, considero que es un gran paso para nuestro país: SEÑORES CONGRESISTAS es ahora que deben demostrar eficacia y eficiencia en los logros que permitan afianzar la democracia, así como también se sumen a ésta importantísima labor los medios informativos, gracias por permitir escribir estas palabras….saludos, Héctor.