Es claro que la eliminación del voto preferencial por sí sola no solucionará el problema de los partidos políticos. Pero su mantención, lo hará casi un imposible. Eso es lo que han hecho los miembros de la Comisión de Constitución, al archivar la propuesta de eliminar el voto preferencial.
El argumento de los defensores de este tipo de voto, es que protegen un derecho e interés ciudadano, pero no se dice nada sobre su impacto sobre los partidos políticos.
El voto preferencial desata una inevitable lógica fratricida, allí donde debería haber colaboración y unificación de mensajes. El partido político está incapacitado para desarrollar una campaña unificada, en la medida en que cada candidato hace la suya, impidiendo un mensaje partidario claro. Esto atenta claramente contra el elector, por que le resulta difícil escoger.
El 2011, solo en Lima, hubo 468 candidatos con sus respectivas campañas y mensajes. Los aspirantes a un escaño debieron tener recursos económicos, obtener uno de los primeros puestos de la lista, tener influencia o ascendencia en un grupo de referencia, haber tenido una visibilidad pública como deportista, persona del mundo del espectáculo, algo que llame la atención de los medios o una combinación de estos factores. El partido no cuenta y el ciudadano no vota por quien no conoce.
De otro lado, es casi imposible conocer el origen y gasto de los recursos económicos de los partidos políticos, puesto que el candidato no informa o solo parcialmente sobre sus ingresos en la campaña con voto preferencial. Los candidatos al necesitar dinero individualmente, resultan siendo vulnerables al apoyo financiero privado o, en algunos casos, en manos del dinero mal habido.
Asimismo, al no ser obligatorio y no tener el elector la posibilidad de hacer respetar el orden que aparece en la lista, el voto preferencial inclina el peso de la decisión de quienes lo usan contra los que no lo usan. Lo que establece una relación peligrosamente inversa: a menor uso del voto preferencial, mayor peso decisivo de los que lo utilizan.
Contra el mito de quienes piensan que con el voto preferencial todos tienen la misma oportunidad, la ubicación del puesto en la lista, sí importa. Una revisión del comportamiento de los electores en el uso del voto preferencial en Lima, en las tres últimas elecciones, demuestra que mayor es la posibilidad de ingresar si el puesto se acerca al primero de la lista.
De los 21 partidos que ingresaron al Parlamento en los períodos 2001, 2006 y 2011, en 17 ocasiones ingresó el que ocupaba el número uno, 15 veces el número dos, 12 veces el número tres, 7 veces el número cuatro, 9 veces el número cinco, en 4 oportunidades el seis y nueve. El resto, en menos de 3 oportunidades. Es más, los que ocuparon los puestos 14, 15, 17, del 23 al 29 y del 31 al 34 nunca ingresaron. Los únicos que ingresaron, estando en el último lugar de la lista, fueron Martha Chávez, Javier Valle Riestra y Guido Lombardi, personajes altamente conocidos. Ciertamente, conseguir un puesto expectante requiere recursos, redes y contactos con quienes finalmente deciden.
El voto preferencial se introdujo para quebrar el liderazgo partidario en un contexto de gobierno autoritario y crítica a los partidos políticos. Posteriormente, varias reformas en el Perú han invocado como objetivo fortalecer a los partidos políticos. Sin embargo, el voto preferencial ha mostrado que su impacto en los partidos, es negativo. Pero, en todos los partidos, parlamentarios han logrado un escaño gracias a él, lo que ha impedido que este mecanismo se elimine. Pero es probado que no es un tipo de voto a favor del ciudadano y sí es letal contra los partidos (La República, 6 de junio 2013).