Una persona que quiere llegar al Congreso, no pertenece a un partido y nunca ha hecho política pero, por interés por el bien común, querer tener estatus o motivado por intereses pecuniarios, puede con un poco de ingenio, recursos y algo de suerte, formar parte de los 130 congresistas de nuestro tan criticado parlamento.
Es claro que el aspirante debe de tener, por ejemplo, recursos económicos, obtener uno de los primeros puestos de la lista, tener influencia o ascendencia en un grupo profesional, social o sindical, haber tenido una visibilidad pública como deportista, persona del mundo de los medios o, por esas casualidades, algo que llame la atención de los medios. Si este aspirante tiene una o varias de estas características, uno o más partidos le ofrecerán un lugar en sus listas.
En pocas palabras, los candidatos no tienen lazos firmes con los partidos sino, salvo excepciones, efímeras. Por eso vemos a candidatos que han postulado a tantos partidos, como elecciones en las que participa. Es decir, las identidades partidarias cuentan poco.
El resultado de la elección interna no debe causar grandes dolores de cabeza, pues es meramente referencial y no vinculante. Al final, luego de acuerdos de los dirigentes y el jefe del partido, la lista que se inscribe no tiene que ver con el resultado de la elección interna.
Contra lo que algunos argumentan, aquí la ubicación del puesto en la lista sí importa. Una revisión del comportamiento de los electores en el uso del voto preferencial en Lima, en las tres últimas elecciones, demuestra que mayor es la posibilidad de ingresar si el puesto se acerca al primero de la lista.
De los 21 partidos que ingresaron al parlamento entre el 2001 y 2011, en 17 ocasiones ingresó el que ocupaba el número uno, 15 veces el número dos, 12 veces el número tres, 7 veces el número cuatro, 9 veces el número cinco, en 4 oportunidades el seis y nueve. El resto, en menos de 3 oportunidades. Es más, los que ocuparon los puestos 14, 15, 17, del 23 al 29 y del 31 al 34 nunca ingresaron. Los únicos que ingresaron, estando en el último lugar de la lista, fueron Martha Chávez, Javier Valle Riestra y Guido Lombardi, personajes altamente conocidos. Ciertamente, conseguir un puesto expectante requiere recursos, redes y contactos con quienes finalmente deciden.
Salvo el símbolo, el candidato presidencial y alguna consigna en común, el aspirante a congresista se lanza de manera individual, a la caza del voto entregando, al lado de productos (polos, útiles escolares, del hogar, etc.), un conjunto de promesas que difícilmente pueda cumplir y que están alejadas de su función parlamentaria.
Pero lo distintivo, es que deba ser distinto a cualquiera de su lista. La estandarización de los mensajes atenta contra el éxito de conseguir votos, porque su compañero de lista es un competidor directo por escaños. Esto produce grietas y heridas al interior de la lista partidaria.
Sólo en Lima, en el 2011 compitieron 13 listas parlamentarias por 36 escaños, al lado de 11 listas presidenciales, lo que suma poco menos de 500 campañas electorales simultáneas. Es imaginable el ruido comunicativo que esto produce y la dificultad para cualquier elector de decidir su voto. En esta pugna por un lugar en el espacio público los medios, especialmente la televisión, moldean la campaña espectacularizando y banalizando la política.
El aspirante que hemos delineado aquí reemplaza, en muchos casos, a otro que se asemeja a él y que ganó un escaño en la elección anterior. En la última elección, 105 congresistas fueron nuevos. Así, cada cinco años ingresa al parlamento un numeroso grupo de congresistas, sin experiencia, sin identidades partidarias comunes, pero con grandes carencias, debilidades, cuando no dudosos pasados.
Esto es posible gracias al voto preferencial, cuyo impacto en un sistema partidista débil, es mayor que en otros más estructurados. Su eliminación, acompañada de otras medidas, no cambiará inmediatamente este panorama, pero sí abrirá un camino más institucional y cerrará otro, empedrado solo de buenas intenciones (La República, 25 de octubre del 2012).
EN DEFENSA DEL VOTO PREFERENCIAL