Pero esto que aparentemente es incoherente, probablemente responda a las diversas maneras como los electores construyen su voto. En la intención de voto para el presidente Fujimori se pueden encontrar las siguientes formulaciones:
El que podríamos denominar voto agradecido. Es aquel que corresponde a los electores que sienten que las acciones del gobierno les han beneficiado. Desde la tranquilidad de la estabilidad de los precios, pasando por la derrota del terrorismo, por la construcción de carreteras hasta el lote de vivienda. Es un sector que tiene bajo interés por la política, entendida como reglas e instituciones. Es un elector proclive al populismo y en algún sentido pragmático.
Otro sector lo hace a través del voto amenazado. Es un sector más atento a la política y puede que no espere algo más de este gobierno, pero es impactado por la campaña oficialista, que lo ha convencido que no votar por Fujimori es un retroceso al Perú de los ’80. Es decir, no espera casi nada, pero siente la amenaza de perder lo ganado. Es un elector que mira al futuro, comparándolo con el pasado.
Otro es el voto de ausencia. Es el elector que sólo recibe los mensajes de Fujimori, a través de una campaña que compromete a todo el aparato del Estado. Para este elector existe una ausencia de los mensajes de los opositores. Desconoce las dificultades de éstos para emitir sus mensajes a través de la televisión privada abierta, por lo que deben recurrir a sus débiles maquinarias, que no logran impedir que sus candidatos sean poco conocidos y sus propuestas casi ausentes.
El voto resignado es el que se construye sobre la base del buen posicionamiento de Fujimori. La campaña de éste, reforzada por los resultados de las encuestas, lo presenta ante un sector de los electores como invencible. Este elector, conoce las dificultades de los opositores, pero se resigna a un triunfo de Fujimori, justificándolo en que los otros carecen de alternativas viables.
El voto temeroso es el que se construye en algunos lugares de provincias. En aquellas zonas, donde los electores carecen de mensajes políticos plurales y han sido víctimas de violencia, la burocracia militar y ministerial organiza la entrega de prebendas, con amenazas de castigo si no se vota por Fujimori. Este elector cree que de alguna manera se puede romper el secreto de su voto. Así lo han manifestado los observadores internacionales.
Por último el voto ganador es aquel que en un porcentaje importante -y que puede seguir creciendo- considera que su voto debe servir para algo, debe ser útil. Dicho elector necesita al final de esta campaña alguna gratificación, aunque sea simbólica. Si es fujimorista mantendrá su intención de voto. Sino lo es, puede cambiar conforme se acerque el 9 de abril y perciba que el candidato de su preferencia no logra trepar en las encuestas.
Es decir, en muchas oportunidades el elector no responde a un análisis racional de la realidad, sino que es sujeto a una serie de variables como la prebenda, la propaganda, el temor, la angustia por el futuro, el posicionamiento y el pragmatismo. Es pues en este campo simbólico, que va más allá de las propuestas, en donde también se juega el resultado de la próxima elección presidencial.
(Canal N, Lunes 21 de febrero del 2000)