Lo que poco se advierte en estos días es que el umbral de representación del 5%, está teniendo un efecto en la confección de lo que en peruanismo electoral se llama la plancha presidencial. El número ha pasado de veinte listas presidenciales en el 2006 a nueve para el 2011. No porque el umbral de representación electoral opere a este nivel –si y solo a nivel parlamentario–, sino porque muchos partidos calculan que sin una buena candidatura presidencial es difícil que su lista al Congreso tenga la posibilidad de superar dicho porcentaje y así mantener su inscripción. Es decir, existe un desincentivo para que un partido se presente solo, salvo que ya tenga un candidato presidencial fuerte.
Si el 2006, con 24 listas parlamentarias y con un umbral del 4%, ingresaron siete partidos al Parlamento, para abril del 2011 con el 5%, el número de organizaciones que alcancen escaños, debe ser menor. Si se tiene en cuenta, además, que es altamente probable que quien gane la presidencia no tenga mayoría en el Congreso, un número reducido de partidos es bueno para la construcción de bloques oficialistas y opositores.
Sin embargo, la alianza de partidos se constituye en una tabla de salvación, con la que cuentan los 27 partidos inscritos. Número que es posible gracias a la aplicación laxa de la norma de inscripción, cuando en realidad no deberían de pasar de media docena. Al ser estos frágiles, se unen para superar el umbral y no porque los convoquen metas comunes. Es decir, es frecuente ver que al llegar al Congreso las alianzas se disuelven, multiplicándose el número de partidos.
Esta multiplicación se beneficia de un inadecuado reglamento del Congreso que, si bien permite formar una bancada parlamentaria con seis congresistas, también posibilita que se integren a ella congresistas que salen de sus partidos de origen o formar una propia. Es decir, los partidos que de por sí son poco cohesionados, al llenarse de congresistas invitados –que ingresan gracias al voto preferencial–, crean las condiciones para que el transfuguismo crezca en sus filas.
En consecuencia, si en el 2006 ingresaron siete partidos al Congreso, ahora son más de catorce, no hay nada que indique que el panorama va a ser distinto. Esta situación desdibuja la propia representación, hace crecer o decrecer partidos, hace difícil crear mayorías y más complicado los necesarios acuerdos de un Congreso, como la elección de mesas directivas, comisiones, agenda legislativa, aprobación de leyes y una fluida relación con el Ejecutivo. La consecuencia es el desprestigio de los partidos y el Parlamento. Por lo que en nuestro país, lo que se hace con una mano se borra con la otra. Si esto no es contrario a la gobernabilidad y a la buena calidad de las instituciones, ¿qué lo es? (El Comercio, 29 de diciembre 2010).