Y es que con el fin de la guerra fría, desde Estados Unidos y los Estados miembros de la Unión Europea crecieron las presiones para hacer prevalecer los principios democráticos en todos los países. De esta manera, las organizaciones gubernamentales de carácter mundial –como la ONU- o regional –OEA- organizaron misiones de observación en muchos países, incluido por cierto el Perú. Pero, estas misiones no lo han hecho en cualquier escenario. Lo hacen en el Perú, cada vez con mayor frecuencia, desde el golpe del 5 de abril de 1992. Esto tiene sentido, pues las misiones de observación internacional realizan su trabajo en aquellos países cuyos procesos electorales, son cuestionados. Estas han sido las razones de la presencia de las diversas misiones de observación en los últimos procesos electorales realizados en el Perú. El actual, es el más cuestionado de todos. Esto quiere decir que la presencia de misiones de observación expresa las dudas que tiene la opinión pública internacional acerca del proceso electoral en curso.
Pero la observación electoral en el Perú, ha cambiado. Se ha pasado de una observación en donde la OEA jugaba un rol protagónico, a grupos de observadores de organizaciones no gubernamentales. Por eso no extraña que estén presentes en nuestro país, representantes del Instituto Internacional Republicano (IRI), de la Asociación de Estudios de América Latina (LASA), del Centro Carter, del Instituto Nacional Demócrata (NDI) y de la Federación Internacional de Derechos Humanos (FIDH). Todas ellas, organizaciones internacionales de prestigio. El problema de las misiones organizadas por la OEA, era que difícilmente emitían informes que comprometiera a uno de sus estados miembros. Con el Perú no ocurrió la excepción.
El segundo hecho singular es que a diferencia de las observaciones anteriores, que en su mayoría centraban su atención en el trabajo en los días previos al proceso electoral y al día del sufragio, en esta oportunidad, lo hacen en etapas sucesivas, por que han entendido que la jornada electoral puede ser intachable, pero el proceso, viciado. Y es que los resultados electorales no están desligados de la campaña electoral, sino que son una de sus consecuencias. Por eso encontramos misiones, desde diciembre del año pasado.
Pero los informes de una misión de observación han creado expectativas, particularmente en los opositores, que no coinciden necesariamente con las funciones de observación. Estos grupos, son invitados por los gobiernos, que tienen que hacerlo pues sus procesos están cuestionados. Pero también saben que los informes son invocaciones a los gobiernos que no necesariamente deben cumplir. Aquí es donde la oposición se equivoca al creer que los grupos de observación –pese a estar compuesto por personas de gran capacidad y experiencia en procesos electorales- pueden tener capacidad decisiva e interventora en el curso del proceso electoral. No es así. Una misión de observación elabora informes y emiten recomendaciones en los países en que es invitada. Su presencia es, a final de cuentas, persuasiva. Nada más, pero tampoco nada menos. El gobierno podrá no escuchar a los observadores, pero tienen generalmente una alta credibilidad a nivel internacional. El gobierno ya ha cursado invitación a varios grupos de observación, pero esto no lo obligará a dejar su estrategia de facilitar desde sus altas esferas el apoyo al presidente-candidato, en camino al tercer período presidencial. La re-reelección es para el presidente Fujimori y su entorno en el poder, el de mayor necesidad, por encima que cualquier imagen internacional, por lo demás ya mellada.
(Canal N, Lunes 7 de febrero del 2000)