En primer lugar, el número de listas se mantiene dentro del rango observado en los últimos veinte años, pese a lo que se ha afirmado en estos días. En realidad, desde 1980, el número supera las nueve candidaturas, siendo aquel año, 15 los postulantes, el de mayor número. Sin embargo, a diferencia de otros procesos y sólo comparado al de 1995, se puede señalar que solo hay un candidato que compita por el voto oficialista, en cambio son nueve listas las que se disputan las diversas franjas opositoras. Obviamente, esto beneficia a la candidatura del presidente Fujimori, cuyas posibilidades a un tercer anticonstitucional mandato, crecen ostensiblemente. Al no presentarse Carlos Boloña como candidato de Avancemos, ninguna de las nueve listas, le resta votos al actual mandatario. Eso hace que, por cada voto para las listas que se ubicarán entre el tercer y décimo puesto, resulta ser un voto menos, para la lista opositora que pase a la segunda vuelta. Si hay segunda vuelta, por cierto. Esto es también la consecuencia de la frustrada lista unitaria.
Un segundo hecho, es que partidos conocidos y de trayectoria política, como el PPC, IU y Frenatraca, que no consiguieron inscripción legal, sólo les queda negociar, en condiciones desfavorables, pocos puestos en estas nueve listas. Perderán identidad partidaria, por puestos parlamentarios.
Un tercer hecho y quizá el más importante, es la estrategia que existe detrás de la composición de la plancha presidencial. Y es que debido a la nueva Constitución de 1993, el candidato a la presidencia no puede ser, a su vez, candidato a un puesto en el parlamento. Lo que sí ocurre, con los candidatos a las vice presidencias. Curiosamente, esta norma la modifica el presidente Fujimori, quien se benefició con la anterior, pues candidateó, en 1990, tanto a presidente de la república y a senador. En esta oportunidad los candidatos presidenciales tienen la disyuntiva de ganar o perder todo. Por lo tanto, aquí se juegan intereses de partido y personales. De esta manera, observamos líderes como Fujimori, Castañeda, Andrade y Toledo que observan un comportamiento estratégico con posibilidades, unos más que otros, de triunfar en abril próximo. El caso de Ataucusi, él está obligado a postular como candidato a la presidencia, por tratarse de un líder religioso, antes que político. En cambio, los cinco restantes lo hacen bajo otras perspectivas, pues sus posibilidades de ganar, son casi nulas. En la mayoría de los casos se trata de ayudar a su lista parlamentaria, pues una propaganda que llame a votar para presidente y parlamento es más consistente, que no tener lista presidencial. Para ello, consiguieron candidatos presidenciales sin aspiraciones de llegar al parlamento, ya que se lo impide la doble postulación. Son, a final de cuentas, candidatos dispuestos al sacrificio. El único que no pudo conseguir uno o una candidata presidencial fue el FIM, pues más allá del discurso oficial, ello se debió a la imposibilidad de convencer a los probables candidatos, Susana Higushi entre otras, que prefieren tener un puesto en el Parlamento. Visto de otra manera, los líderes del FIM, Renovación, UPP, PAP y AP, prefieren conseguir a terceros, y colocarse en una candidatura a la vice presidencia, para postular también al parlamento.
En resumen, con el inicio oficial de los 90 días de campaña electoral, las estrategias políticas conducen a facilitar el camino del presidente-candidato, a fortalecer identidades partidarias encabezadas por sus propios líderes, como son los casos de Andrade, Castañeda, Toledo y Ataucusi, a sobrevivir en el escenario político, como son los casos del PPC, IU y Frenatraca, a reproducirse parlamentariamente como el FIM, Avancemos, es decir, Renovación-Code, UPP, PAP, AP, o a probar suerte gracias al distrito único, como el caso de Renacimiento Andino. Estrategias con pocas aspiraciones, delante de un presidente-candidato que sacará a relucir en estos días, todos los recursos, propios y ajenos, a favor de su permanencia en el poder.
(Canal N, Lima 10 de enero del 2000)