La pobre imagen del parlamento ha originado la discusión sobre el fin del mandato parlamentario antes de cumplirse el quinquenio respectivo. Las alternativas que se discutieron fueron la renuncia y la vacancia. La Comisión de Constitución ha aprobado un proyecto de reforma constitucional que permite la renuncia al cargo de congresista.
Inicialmente, me incliné a favor de esta propuesta. Sin embargo, una mirada más general me permite señalar que dicha reforma no conduce a enfrentar el tema central del desprestigio del parlamento. La reforma, se inclina a razonar el tema, en función del derecho del parlamentario electo.
El malestar sobre el Congreso se materializa en que existe una opinión extendida que sus miembros no cumplen satisfactoriamente la función parlamentaria. Es decir, de manera resumida, representar, legislar y de control político. Al bajo nivel de preparación de varios parlamentarios, se suma el hecho que algunos han estado comprometidos con actos de aprovechamiento del cargo, creando una imagen general de un parlamento carente de ética.
Asimismo, se observa la costumbre extendida de inasistencia a las sesiones de las comisiones y los plenos del Congreso. Es decir, se incumple en aquello que permite la función misma para el que fue elegido. Si bien esto último está sancionado por el propio reglamento del Congreso, no ha tenido un papel disuasivo.
Como es natural, se exige a los actuales parlamentarios, el mejor cumplimiento de su función. Si eso no ocurre, fundamentalmente por inasistencia, impidiendo el normal desarrollo del parlamento, se espera sanciones no solo disuasivas, sino severas. En esa medida, tal como ocurre a nivel sub nacional (gobiernos regionales y locales), la vacancia del cargo, debido a la inasistencia reiterada, aparecería como una verdadera sanción. En otras palabras, el parlamento, como colectivo de representación podría penalizar a sus miembros con la mayor sanción, que es la destitución del cargo, a través de declarar la vacancia.
La renuncia, por el contrario, es una figura que nace del deseo del parlamentario. No es una sanción. Puede, por el contrario, aparecer como un premio y así colaborar en el desprestigio del parlamento.
Nadie está obligado a postular al parlamento, ni a ningún cargo de representación. Se conoce de antemano las reglas de juego. Al salir elegido, el parlamentario asume la mayor responsabilidad de representación, después de la de presidente de la república. La renuncia, aparece entonces como una ruptura unilateral del compromiso político. El parlamentario renunciante desconoce, en la práctica, la voluntad popular expresada en la votos de los representados que lo ungieron en el cargo.
Por lo demás, la renuncia puede ser un mecanismo utilizado para presionar -con campañas mediáticas- a determinados congresistas para que renuncien. Así, Montesinos no hubiera necesitado gastar un dolar, para promover el transfugismo. Si la vacancia, puede ser el mecanismo que disuada a los congresistas para que por lo menos asistan y cumplan con su función, la figura de la renuncia no ayudará a mejorar la imagen del parlamento y, por el contrario, la puede empeorar.