Bajo este sencillo pero despiadado requisito, pocas serán las listas que tendrán escaños en el Parlamento. ¿Ustedes recuerdan al PAIS, del actual fredemista Raúl Ferrero Costa, el MDP del pradista Javier Ortiz de Zevallos, OPRP del ex ministro de pesquería Javier Tantaleán Vanini, el PMLN del médico Antonio Meza, o el Frente del general Francisco Morales Bermúdez? Todas estas agrupaciones congregaron las esperanzas de cientos de aspirantes a parlamentarios.
A menos que se produzcan cambios repentinos, lograrán tener bancada parlamentaria si pertenecen al Fredemo, Apra, IU, IS. En el Senado quizá logren repartirse dos o tres escaños entre el Frenatraca, UNI o Somos Libre. En diputados por Lima, a parte de las primeras cuatro agrupaciones nombradas, el FIM de Fernando Olivera también llegará a inscribir su cuota. Dentro de estos pocos grupos están los futuros 60 senadores y 180 diputados.
De lo anterior, se puede deducir casi un consejo para el abultado número de aspirantes: resignarse para una próxima oportunidad.
El mínimo de votos requeridos depende también de a cuánto asciende el número total de votos válidos (para el Parlamento no se consideran los votos nulos y blancos). A partir de allí, el mínimo puede ser más alto o más bajo. Por ejemplo, el Focep con 69, 412 y el Frenatraca con 103,874 votos, en 1980 y 1985 lograron colocar sufridamente un parlamentario: Genaro Ledesma Izquieta y Roger Cáceres Velásquez, respectivamente.
Proyectando esta cifra y tomando los incrementos poblacionales, podemos señalar que, para obtener un escaño, su agrupación política tendrá que alcanzar como mínimo el 1.7 por ciento, para el Senado, y el 2.5 por ciento, para una diputación por Lima. En número de votos esto quiere decir aproximadamente, 125 mil y 65 mil, respectivamente.
Pasada esta barrera, recién empieza la disputa al interior de cada partido por el voto preferencial para cubrir, de esta manera, el cupo que le corresponde a cada agrupación. En el Perú, se ha utilizado el sistema de voto preferencial en dos oportunidades anteriores. En 1978, con motivo de las elecciones a la Asamblea Constituyente. En aquella oportunidad, el voto preferencial fue obligatorio y único.
Distinto fue el caso de las elecciones generales de 1985. El voto preferencial fue opcional y hasta por dos candidatos. En la actualidad, el voto preferencial tiene la misma característica que las de 1985. A propósito de ello, hay algunas particularidades del voto preferencial que sería bueno recordar:
a) Movilidad de puestos entre los candidatos que salieron elegidos. Por ejemplo, todos los partidos colocan como cabezas de lista a sus líderes más connotados, tanto para reafirmar su liderazgo y cohesionar sus filas, como para arrastrar tras de sí a figuras importantes partidariamente, aunque de menor arraigo electoral. Esto es generalmente más representado en los partidos que en los frentes políticos. En el primer caso, es una decisión política que se acata según la disciplina partidaria y, en la mayoría de los casos, así es entendido por los electores. Fueron los casos de Haya de la Torre, por el APRA; Luis Bedoya Reyes, por el PPC: Jorge del Prado, por el PCP, 1978. Luis Alberto Sánchez, por el APRA y Manuel Ulloa, en 1985, por poner algunos ejemplos. Los resultados confirmaron estas posiciones. En la actualidad Roger Cáceres, en el Frenatraca, y Fernando Olivera, en el FIM, ocupan estos puestos privilegiados.
Distinto es el caso de agrupaciones que son producto de alianzas partidarias y, por lo tanto, fruto de negociaciones de las direcciones partidarias, las que en muchos casos, no responden a las simpatías de sus militantes y menos de los electores. En 1978, Hugo Blanco, número 3 del Focep, casi cuadruplicó el respaldo de senador Ledesma, que era cabeza de lista.
En 1985, con motivo de la elección de senadores, Javier Diez Canseco, tercero en la lista del frente. IU, superó largamente a Jorge del Prado, quien encabezó dicha agrupación. Igual sucedió con el frente derechista Convergencia Democrática (CODE): Felipe Osterling saltó del quinto al primer lugar de la lista, regalando a un segundo a Andrés Townsend, líder de la ahora reviviendo Movimiento de Bases Hayistas (MBH). Ciertamente, el apoyo de dicho frente provenía fundamentalmente del PPC. Pero en cualquier caso, el N° 1 tienen grandes posibilidades de salir elegido. Así lo demuestran los antecedentes.
b) Una segunda consecuencia es que posibilita que los candidatos ubicados en puestos rezagados logren conquistar un lugar en el Parlamento. Esta situación seria imposible con el sistema de lista cerrada. Estos parlamentarios son los que podríamos llamar “hijos del voto preferencial”. Por ejemplo, en 1978, Miguel Angel Mufarech, Xavier Barrón, el sufrido de los viejos, en el PPC; Humberto Carranza Piedra, Jorge Torres Vallejo, Romualdo Biaggi, en el APRA; Carlos Malpica, Ricardo Díaz Chávez en la UDP; y Alberto Ruiz Eldredge en el PSR, conformaron parte de este grupo.
En 1985, a nivel de senadores hay nombres importantes. Nuevamente Romualdo. Biaggi, el ex ministro de Economía César Robles Freire, Andrés Quintana, Josmell Muñoz por el APRA; en Izquierda Unida la terquedad de Malpica hace posible saltar del puesto 57 –regalando por sus pleitos con Barrantes- al noveno.
Otros casos son los de Andrés Luna Vargas, Jorge Fernández Maldonado y Edmundo Murrugarra. En la Convergencia Democrática se beneficiaron del voto preferencial Enrique Chirinos Soto, Jesé Navarro Grau y Ernesto Lanatta Piaggio, y en AP Javier Díaz Orihuela.
Todo esto tiene consecuencias importantes en la composición del Parlamento: gracias al voto preferencial lograron ser constituyentes, en 1978, 43 de los 100 representantes. En el Senado, elegido en 1985, veinte de los sesenta parlamentarios. Todos estos políticos son pues hijos del voto preferencial.
c) Finalmente, hay un grupo de candidatos que, de haberse mantenidos el sistema de lista cerrada, sin voto preferencial, hubieran salido elegidos. Los candidatos constituyentes por el PPC, Neuhaus Rizo Patrón, Santiago Castellano, o Juan Tudela Betín, ubicados en puestos elegibles, no tuvieron el respaldo del voto conservador, y no precisamente por carecer de recursos económicos: en el APRA, Juan Ontaneda, así como Jesús Guzmán Gallardo, no tuvieron las preferencias del disciplinado electorado aprista. Igual suerte Jorge Chocano Salas que dejó su puesto a Marco Garrido Malo en el MDP. En 1985, el populista Ricardo Monteagudo fue relegado de su lugar preferencial. Por otra parte, el elector aprista, al parecer, consideró partido debía renovarse y es así que no favoreció con su voto a los viejos militantes Edmundo. Haya de la Torre, hermano del fundador del partido, Luis Rodríguez Vildósola ni al ex ministro Nicanor Mujica; en el CODE, Ernesto Alayza Grundy, actual candidato a una vicepresidencia por el Fredemo y el ex ministro Armando Buendía no obtuvieron el apoyo del electorado de derecha: en Izquierda Unida, los candidatos Julio López Más, Alberto Giesecke y Jorge Rendón Vásquez no lograron la aceptación del elector izquierdista que prefirió apoyar a los dirigentes partidarios.
En otras palabras, para salir elegido parlamentario es necesario tener una o más de estas características: cabeza de lista, diez primeros de preferencia; tener ascendencia partidaria; postular para la reelección y ser considerado y recordado como un acertado parlamentario; ser una figura política reconocida más allá de los predios partidarios y, por supuesto, tener un respaldo económico. Señor aspirante, ¿mantiene usted aún en alto sus esperanzas? ¿no estará también entre los demasiado optimista?
Atentamente, Fernando Tuesta Soldevilla
(La Republica, 18 de marzo del 1990)