Solo fue un susto. Pero los congresistas saben contar. El Gabinete Torres logró el voto de confianza, pero está lejos de generar confianza política. Los temas de preocupación pública se mantienen. Los cuestionados nombramientos, incluido ministros, van de la mano de evidencias de corrupción en diferentes sectores del Estado, que está poniendo en riesgo las políticas públicas, como es el caso del Minsa, así como retrocesos en el Minedu y el MTC.
Sin embargo, este Gabinete está lejos de ser uno “comunista” como busca calificar la extrema derecha para generar terror. Ya abdicaron de sus propuestas más polémicas, como la asamblea constituyente. Es un Gabinete pragmático, de un Gobierno que sobrevive. Lo hace, creando pequeñas y variadas alianzas donde el plato del Estado está como para servirse. Allí encontramos, aventureros, lobistas, contratistas y filibusteros que medran del presupuesto público y un presidente que se hace de lado. Por eso, la ciudadanía lo evalúa con un 65% de rechazo, según El Comercio-Ipsos.
El presidente Pedro Castillo ha logrado salir airoso de este difícil momento. Ha descartado la renuncia y ha bloqueado, hasta ahora, la vacancia. Pero, lo que se está produciendo es un embalse de la tensión política que cada vez crece. ¿Hasta cuándo permanecerá Castillo? La pregunta no es ni temeraria ni ociosa, pues ha quedado instalado en la mente de la gente que se trata de un presidente con serios problemas de formación, experiencia y desempeño, que lleva un barco a la deriva. No obstante, el problema es también la propia oposición aglutinada en el Congreso, sobre todo en un núcleo de extrema derecha, que es más rechazada que Castillo (70% según El Comercio-Ipsos). Sus numerosas manifestaciones no han tenido ningún impacto.
Acusar al gobierno sobre temas de corrupción y violencia cuando se tiene la viga en el ojo, pierde eficacia. En otras palabras, estamos delante de un bloqueo, en donde Gobierno y oposición se pueden mostrar los dientes, pero no muerden. Ese equilibrio de fuerzas les conviene a ambos. Saben que, de acelerar el conflicto, pueden ocasionar un desbarranque de todos, pues hay situaciones en las que con esta dinámica se puede perder el control.
Esto podría suceder si Castillo renuncia o es vacado, lo que haría que Dina Boluarte asuma la presidencia. Ella, sino renuncia, no hay manera que deje el Gobierno. Pero, en el hipotético caso que eso ocurra, asume quien es el presidente del Congreso, que inmediatamente debe convocar a elecciones. Si, como argumentan algunos constitucionalistas, solo serían comicios presidenciales, esta sería la salida más impopular, debido a que el 75% de los peruanos quieren que se vayan todos, es decir, tanto Gobierno como Parlamento. Sin embargo, eso solo podrá ser posible si los congresistas obtienen algún incentivo, por ejemplo, que puedan postular a la reelección.
En el fondo, ante una crisis generalizada, pueden desarrollarse soluciones de todo tipo, incluso cambiando la Constitución, pero debe de tener como soporte, un acuerdo político, como sucedió en el 2000. Lamentablemente, eso no garantiza que una nueva elección no produzca más de lo mismo. Sin ampliar la oferta política y una mínima reforma política, estaremos de nuevo ante un escenario igual, cambiando solo los políticos de hoy por los políticos de ayer (El Comercio, viernes, 11 de marzo del 2022).