El 2016 el presidente Ollanta Humala entregará el mando al cuarto presidente electo de manera consecutiva, como no ocurría en nuestra historia, desde 1908, cuando Augusto B. Leguía recibío la banda presidencial de manos de José Pardo.
Igualmente, ningún partido político se ha mantenido en el poder en dos períodos consecutivos, salvo cuestionables reelecciones (Leguía y Fujimori), desde el Partido Civil a inicios del siglo XX.
Más aún, no hay Presidente en el Perú, legítimamente elegido, que haya terminado bien su gobierno que le permita dejar una herencia con capital político suficiente para que su partido pueda, con otro candidato, volver a ganar una elección.
Así ha ocurrido con todos los partidos posgobierno militar de los setenta. Así ha sucedido con Acción Popular, Partido Aprista (en dos ocasiones), el fujimorismo, Perú Posible y probablemente sucederá con el Partido Nacionalista. Son partidos que ganan la elección presidencial, logran una importante bancada parlamentaria y a la siguiente elección tienen un fracaso electoral. No existe continuidad partidaria como se observa en Chile, Uruguay, Brasil, Chile, Colombia e incluso México.
En nuestro país la importancia del líder es extrema y la del partido limitada. Al no existir reelección presidencial el partido de gobierno, absorbido y beneficiándose del Estado, termina debilitado. Incluso, en muchos casos, al Presidente no le interesa que su partido gane una elección, pues eso generaría una pugna por el liderazgo.
Así, terminado el segundo gobierno de Fernando Belaúnde Terry (1980-1985), Acción Popular, con Javier Alva Orlandini quedó en cuarto lugar con alrededor del 7% y una bancada parlamentaria disminuida. Al terminar el primer gobierno de Alan García (1985-1990), el APRA con su candidato Luis Alva Castro obtuvo un 22% de los votos, pero ocupando un tercer lugar. Al final del gobierno de Alberto Fujimori (1990-2000), en las elecciones del 2001, Cambio 90/Nueva Mayoría no presentó candidato presidencial y su bancada se redujo a tres parlamentarios. Lo mismo sucedió luego del gobierno de Alejandro Toledo (2001-2006), con Perú Posible, que no presentó candidato presidencial y solo obtuvo dos escaños parlamentarios. No ocurrió algo distinto con el APRA, luego del segundo gobierno de Alan García (2006-2011), que no presentó candidato presidencial, en el 2011, y su bancada parlamentaria se redujo a cuatro escaños.
El politólogo Luis Mas en una investigación en curso en la PUCP, sostiene que más allá de los rezagos del colapso de los partidos y el desgaste de gobierno, en un contexto de no reelección presidencial, el bajo desempeño competitivo de los partidos de gobierno contienen otras variables explicativas. Es cierto que ningún partido gana la presidencia, todos pierden, pero no todos pierden igual.
La fortaleza partidaria y un candidato presidencial del propio partido que no se presente como un mero continuismo, es clave para alcanzar al menos la mitad de lo conseguido por el partido, en la elección en que ganó la presidencia. La debilidad partidaria de AP (1985), con una candidatura continuista, la no presentación de un candidato presidencial propio como ocurrió con CN/NM (2001), PP (2006) y APRA (2006), explican en parte el fracaso electoral. En cambio, la fortaleza partidaria y la candidatura partidaria, pero que con distancia del gobierno, colaboró a una mayor competitividad del APRA, en 1990.
Ante estas evidencias ¿qué podrá mostrar el Partido Nacionalista Peruano para el 2016? Difícilmente una organización nacional fortalecida. Pero ¿presentará un candidato continuista o un candidato con cierta distancia del gobierno? El margen de maniobra no es mucho, pero una mala decisión del oficialismo puede llevarlo cerca de la guillotina del umbral del 5% que cortaría la cabeza de la inscripción partidaria y desaparecer (La República, 17 de mayo del 2015).