El llamado “elector golondrino” forma parte de un universo mayor, que involucra a todo aquel que no vota en el lugar que les corresponde, siendo un serio problema para la elección de nuestros representantes.
Este universo lo forman tres grupos. El primero y más numeroso está integrado por aquel elector que, habiendo vivido en un distrito, cambia de domicilio sin registrarlo. No lo hace, por desidia e irresponsabilidad. A este elector le hemos denominado “elector perezoso”, quien está en falta, pues está votando por una autoridad que no le corresponde.
Un segundo grupo lo forman los electores que se inscriben en un distrito que no viven, pero lo hacen para lograr beneficios y ventajas. Por ejemplo, atenderse en un centro de salud, aplicar a un centro de estudio o ser beneficiario de alguna política social (vaso de leche, etc.). A este grupo le hemos denominado el “elector criollo” y se puede encontrar en todos los distritos, desde los rurales, hasta los urbanos. Este grupo de electores también está en falta, pues vota por autoridades que no le corresponde.
Finalmente un tercer grupo de electores que votan en un distrito donde no residen, pero forman parte de un operativo organizado por un candidato para, a través de promover un masivo cambio domiciliario, tiene un claro objetivo de alterar un resultado electoral. Este grupo es al que se le denomina “elector golondrino” o transhumacia electoral, pero no se encuentra en todos los distritos.
Esto debido a que este operativo requiere que un candidato tenga recursos, logre comprometer, a cambio de dinero o prebendas, a un número suficiente de electores para que realicen el cambio domiciliario. Requiere, además, que ese compromiso sea efectivo. Para ello tiene que asegurarse que asiste a votar (transportar al golondrino) y que sufrague por el candidato promotor (foto del voto, por ejemplo). Dada la complejidad de la operación, esto suele ocurrir en distritos con pocos electores. Solo por dar un ejemplo. Marcapomacocha (Yauli), en el 2013, tenía 742 electores, pero este año, al cierre del padrón, el 7 de junio, se habían cambiado de domicilio, 434 nuevos electores. Allí hubo “golondrinaje” que produjo rechazo y violencia.
En el primer semestre de este año, más de doscientos distritos crecieron por encima del 20% en medio año, pero con un padrón de menos de dos mil electores.
En San Isidro, con un padrón superior a los 72 mil electores, un operativo de golondrinaje requiere comprometer a miles de personas para tener una posibilidad de éxito. Así en el caso de los cambios de domilicio que se han presentado en los medios debe probarse que hubo claramente un promotor y que se realizaron en, por lo menos, el último año. Pero, en el 2014, el padrón creció solo en 3,2%, menos de la media nacional (7,61%).
No todos son pues “electores golondrinos” y es difícil saberlo. De lo que se trata es de modificar los plazos de ley para que el Reniec verifique los cambios domiciliarios, que cualquiera que cambie de domicilio esté obligado, bajo penalidad, a reportarlo y elevar el castigo a quienes promuevan el golondrinaje. Así todos podremos votar por las autoridades que nos corresponde (El Comercio, 14 de octubre 2014).
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Buen día Dr. Tuesta. Muy buen artículo sobre el “voto golondrino”.
Conozco muchos casos de ciudadanos que por razones de trabajo residen de lunes a viernes en un distrito o provincia distinta al de su domicilio; pero, normalmente, los fines de semana retornan al lugar de su domicilio. La pregunta: ¿están obligados a cambiar de domicilio al lugar donde se ubica su centro de trabajo?
No, no deberían. Su residencia, es donde fuera del trabajo, incluso si lo deja, está instalado él y su familia.