El cambio de gabinete oxigena a cualquier gobierno, pero cambiar muchos en un período de mandato es un signo inequívoco de precariedad. Tener cinco gabinetes a mitad de período y dos de ellos de cuatro meses de duración, no es solo muestra de no escoger bien. Si a eso se agrega el hecho de que cada vez más el primer ministro carece de ese margen de poder que le otorga el marco constitucional, estamos delante de una institución precaria. Esto es lo que está sucediendo con la figura del primer ministro en el Perú, en el gobierno de Ollanta Humala. Como veremos, solo asume las obligaciones y no los derechos de esta curiosa figura de nuestro régimen político.
Si bien institucionalmente aparece en el siglo XIX, la figura del primer ministro en el Perú cobra especial relevancia a partir de la Constitución de 1979. En el mundo la figura del primer ministro está consagrada en los regímenes parlamentarios, en donde es el jefe de gobierno. Se observa también en los llamados regímenes semipresidencialistas como Francia, Portugal o Rusia, pero no en los presidencialistas de América, salvo en el Perú.
Aquí el primer ministro no es un jefe de gobierno. Preside el Consejo de Ministros, pudiendo asumir o no una cartera ministerial, propone al presidente los miembros que componen su gabinete y es, luego del mandatario de la nación, el segundo vocero del gobierno, responsabilizándose con su firma las acciones del Ejecutivo. Si bien es nombrado por el Presidente, puede ser censurado o negarle la confianza el Congreso de la República. En cualquiera de estos casos, debe renunciar y todo el gabinete.
Pero esta figura de nuestro marco institucional está sometida a variables que la hacen más o menos fuerte. Esto es, un partido o alianza política que lo respalde y su relación con el presidente de la república.
La inestabilidad que se muestra desde el 2011 radica en que se trata de un gobierno (casi) sin partido. El PNP carece de los cuadros suficientes como para ocupar el premeriato y un número importante de ministerios. En el presente, solo uno, el de Trabajo. Los miembros del gabinete son, en su mayoría, tecnócratas y, varios de ellos, buenos profesionales, pero sin experiencia política y nortes no necesariamente comunes. Su relación con el partido oficial es así nula. El partido sabe poco del Ejecutivo y solo vota por sus propuestas.
Por otro lado, la relación del Premier con el Presidente, no nace de ser una persona de su entera confianza, como tampoco sucede con sus ministros. No es exagerado decir que a algunos de ellos el presidente Humala los conoce poco o recién cuando juramentan. Peor aún en el caso del primer ministro, quien pocas veces propone su gabinete y cuando quiere cambiar algún ministro, no solo tiene que contar con la venia del Presidente, sino la de la Primera dama, Nadine Heredia y el, cada vez más poderoso, ministro de Economía Miguel Castilla. César Villanueva nada pudo hacer y por eso renunció.
En nuestro país existe pues baja institucionalidad, que trae como consecuencia que más las reglas formales y el diseño institucional, existe un espacio y una dinámica informal. Y es que en este gobierno, el primer ministro es un personaje limitado por el poder de la primera dama Nadine Heredia y acotado a un sector del Ejecutivo, en cuyas fronteras se encuentra el poder y la influencia del ministro de Economía Luis Miguel Castilla. Ellos aparecen así, con voz, voto y veto en el Ejecutivo.
El nuevo gabinete Cornejo aparece ciertamente más cohesionado que el anterior, más cercano al núcleo en el poder, pero igual debe aceptar las reglas establecidas. Esto, sin embargo, no le dará necesariamente estabilidad al nuevo gabinete y podrá ser motivo de conflicto, cuando las demandas ciudadanas dejen de lado la lentitud del verano para hacer frente a otro clima recalentado y el gobierno deba atender algo más que a las corporaciones empresariales. A eso se agrega que en el parlamento, la oposición convocará al gabinete para cada oportunidad que se le presente y deba responder a pliegos interpelatorios.
Allí René Cornejo se dará cuenta que su respaldo es limitado, su pecho vulnerable y que ser primer ministro ahora, no es lo que leyó en la Constitución (La República, 27 de febrero del 2013).