El rechazo, desafección y evaluación desaprobatoria de los partidos políticos se ha convertido, desde hace mucho tiempo, en uno de los puntos de acuerdo en nuestro país. Si bien es un tema altamente preocupante y el propio Parlamento ha hecho algunos intentos para llegar a ciertos acuerdos de reforma, lo cierto es que a los propios partidos, el gobierno y, sobre todo, a la ciudadanía el tema, importa poco. La sensación es que se puede vivir con este panorama aciago. Los partidos pueden importar, pero no tanto como para impedir que la vida nacional, para bien o para mal, transcurra de manera autónoma de ellos.
Como tantas veces se ha repetido, los partidos políticos actuales constituyen un sistema con una alta debilidad institucional. Esto se manifiesta en la débil organización, identidad, cohesión y disciplina partidaria, baja creación de propuestas consistentes y de calidad, así como de participación política fuera de los ámbitos de la representación. Por el contrario, se manifiesta una alta personalización y dependencia del partido, alrededor del líder. Esto produce, a su vez, partidos políticos con pocos miembros, muchos de ellos con carencia de experiencia política y mucha expectativa laboral, necesidad de convocar a externos de la organización para constituir listas, baja calidad de desempeño político, transfuguismo y, desde los electores, alta volatilidad de sus preferencias, desatando incentivos para la multiplicación de outsiders.
Ante esto, Sinesio López (LR, 29.11.2012) señala que hay dos formas que están encarando este problema, en la búsqueda de la construcción de partidos políticos vigorosos. Una que propone reformas de los diseños institucionales y otra que busca prestar atención a dos factores: la organización y la marca. Sin embargo, señala que ambas son útiles, pero limitadas. Ayudan, pero no resuelven el problema. Señala que es necesaria una tarea previa, revalorizar la política. Responsabiliza históricamente al liberalismo y neoliberalismo de esta desvalorización de la política. Pero, ¿cómo se tuerce este desarrollo para, como señala Sinesio López, hacer de la política un espacio de realización de los sueños y un lugar en donde se resuelven los problemas de la gente? No dice nada al respecto. Su propuesta es en sí misma, onírica. Debemos de regresar, por tanto, a lo que Sinesio López señala como acercamientos limitados.
Difícilmente alguien puede creer que con sólo las leyes, se cambian las realidades. En este caso, la de los partidos políticos. Sin embargo, es posible crear un marco que produzcan incentivos y desincentivos en la organización y competencia por el poder. Por solo colocar un ejemplo, no es lo mismo un sistema partidista que cobije el mecanismo de voto preferencial o no. No preocuparse del marco institucional, es seguir pensando que la política carece de autonomía y es solo un espacio de impacto de las estructuras. Pero de la misma manera, solo pensando en él, es no tener en cuenta que los contextos importan.
El otro acercamiento es el que muestra Steve Levitsky (LR, 25.11.2012), quien señala que para construir partidos sólidos, hay que construir una organización. La adversidad, el conflicto y ser aliados de la sociedad civil, suelen ser elementos que incentivan estas construcciones, como lo muestran varios ejemplos en la historia de la región. Se necesita establecer también una marca, que permita distinguir unos partidos de otros y asociarlos con ciertas ideas, políticas o modos de gobernar. Sin embargo, Levitski señala que las condiciones actuales de nuestro país no favorecen a la construcción de organizaciones partidarias, para cumplir con las condiciones antes señaladas para tener partidos fuertes, con las excepciones del fujimorismo y el Movadef.
En realidad, ambos acercamientos no son contrapuestos. Proponer lo primero, sin entender y atender lo segundo, lleva a propuestas ineficaces. Proponer lo segundo sin canalizarlo a través de lo primero, es limitar su potencialidad. Quizá la adecuada combinación de ambos, puede llevar sí, a aquellos sueños, a un mejor despertar.
Hace algo más de medio siglo, el 16 de octubre de 1959, Charles Wright Mills pronunció una conferencia muy poco conocida ante la American Studies Conference on Civil Rights, en Filadelfia. Sobre ella me explayé en profundidad en mi libro Gewalt y Derecho. Una de las temáticas que abordó (y sobre la cual, como solía ser habitual, no fue escuchado) fue el descreimiento de los ciudadanos sobre sus opciones políticas en virtud de que ningún partido expresaba las opiniones del "hombre de a pie". Uno de los agravantes de esta situación, era (y es) la imposibilidad de los ciudadanos para acceder a los medios de comunicación de masas. Creo que, más allá del tiempo y el lugar, este es un tema para seguir reflexionando.