Se ha reiniciado el debate sobre la bicameralidad en nuestro país. Sin embargo, todo esfuerzo puede resultar inútil si no se superan los prejuicios tan hondamente enraizados, que impiden una discusión alturada y profunda sobre nuestro órgano representativo. Es claro que muchos de estos prejuicios se deben al mal desempeño de muchos congresistas, que no hacen sino fortalecer esta opinión negativa.
La discusión sobre el parlamento tiene varios componentes que deben tenerse en cuenta para una necesaria reforma constitucional: el número de cámaras legislativas, el número de representantes de cada una de ellas, la forma de elección de sus representantes, sus funciones y su relación con el Ejecutivo.
Como se recordará, la naturaleza del Congreso fue severamente modificada por la Constitución de 1993. Lo que hoy tenemos es un congreso unicameral de 130 miembros, que no corresponde a un país como el nuestro. Países más pequeños como Ecuador o Bolivia, por nombrar los cercanos, tienen un número mayor. Tenemos pues un parlamento subrepresentativo.
La bicameralidad permite una mejor representación (poblacional, territorial), un mejor control de las leyes a través de la revisión, una mejor elección de altos funcionarios del Estado, entre otras cosas.
En términos comparados, las democracias más estables y modernas son bicamerales. Además del criterio histórico, el tamaño del país ha sido importante. Es por eso que entre los 10 países más poblados del mundo, casi todos son bicamerales, mientras que en la lista de los más pequeños, casi todos son unicamerales.
Los congresos unicamerales –como el nuestro– se encuentran generalmente en países pequeños (los de Centroamérica, Bhutan, Namibia, etc.), nórdicos de monarquías constitucionales (Suecia, Noruega, Dinamarca, Finlandia), socialistas (China, Cuba), ex socialistas (Georgia, Hungría, Lituania, Albania). En América Latina, en gobiernos autoritarios (Venezuela con Chávez y Perú, con Fujimori) o pequeños, como los de América Central.
En un Congreso bicameral, la Cámara de Diputados (de representación poblacional) debe desarrollar la función de control político, elaboración de leyes, acusación ante la cámara de senadores a los altos cargos del Estado, así como la potestad de censurar al primer ministro. En cambio la cámara de senadores debería encargarse de la función revisora de leyes y del nombramiento de todos los titulares de los organismos constitucionales autónomos, en cronograma de fecha fija y obligatoria. Es decir, un Parlamento con cámaras asimétricas.
Asimismo, la cámara de senadores debería tener una representación territorial, con independencia del tamaño de las circunscripciones. La circunscripción única, que muchos proponen, no permite una representación de esta naturaleza. Los países que nacen de este tipo de circunscripción son excepcionales, como Colombia. Los liderazgos nacionales no tienen que ver con el tipo de circunscripción que les da origen, sino con la calidad de su desempeño.
Hasta que no se constituyan regiones, se deben elegir dos o tres senadores por cada departamento, considerando al Callao, Lima Metropolitana y Lima Provincias de manera independiente.
Los congresos crecen cada cierto tiempo en la medida en que sus poblaciones lo hacen, de lo contrario se convierten en subrepresentativos, como el actual. Nuestros parlamentos tuvieron ese recorrido, desde 1822 con 85 parlamentarios, hasta los 240 en 1992, que fue disuelto por Fujimori. El tamaño de 130 no tiene relación con una población de cerca de 30 millones y un electorado que supera los 20 millones. Por eso, para evitar mayores problemas futuros la reforma debe pasar por que en la Constitución no se coloque un número fijo en su texto.
Pero, no podrá ponerse en práctica una reforma, si no existe una voluntad mayoritaria para realizarla y si el actual fraccionamiento de la representación partidaria -uno de nuestros males endémicos- siga siendo una razón para el inmovilismo del Congreso (La República, 16 de agosto del 2012).
Estimado señor Fernando muy buen punto de vista, me parece que se podría añadir que la representación debe ir acompañado en la búsqueda de la calidad de congresistas, en el sentido de hacer “carrera política”, sino podemos contar con dos cámaras pero ello no garantiza la calidad de nuestras leyes. Es decir, también debe haber exigencias altas (técnico-políticos) para acceder a esta representación. Abrazos