En un artículo anterior, señalamos la necesidad de la reforma política (La República, 12 de julio), por lo que presentamos, de manera apretada, una propuesta. Con respecto al diseño parlamentario, conviene retornar al sistema bicameral, igual que el que existía hasta 1992. El actual, con 130 representantes limita la representación, siendo del mismo tamaño que el Congreso peruano de mediados del siglo XIX, por lo que debe crecer y no colocar un número fijo como en la actual Constitución. El actual Parlamento tiene un número de miembros claramente inferior al que se requiere para una población electoral de 20 millones de votantes.
La Cámara de Diputados (de representación poblacional) debe desarrollar la función de control político, elaboración de leyes, acusación ante la Cámara de Senadores de los altos cargos del Estado, así como la potestad de censurar al primer ministro. La Cámara de Senadores se encargaría de la función revisora de leyes y del nombramiento de todos los titulares de los organismos constitucionales autónomos, en cronograma de fecha fija y obligatoria.
Un sistema electoral que puede colaborar a los propósitos antes anotados es el denominado sistema proporcional personalizado que combina adecuadamente la elección personal con la de lista, combinando tanto el sistema proporcional y el mayoritario. Para ello, los representantes guardarán la relación de uno por cada 100.000 electores, esto es 200 diputados. La mitad de ellos, elegidos en distritos uninominales, por mayoría relativa de votos, en una sola vuelta electoral. Aquí se satisface la elección personalizada. Los otros se distribuyen proporcionalmente al tamaño poblacional electoral de cada departamento, correspondiéndole por lo menos uno al más pequeño.
En el caso de la Cámara de Senadores, debería tener una representación territorial, con independencia del tamaño de las circunscripciones. La circunscripción única, que muchos proponen, no permite una representación de esta naturaleza y, salvo Colombia, no es utilizada en ningún país. Hasta que no se constituyan regiones, se deben elegir tres senadores por cada departamento, considerando al Callao, Lima Metropolitana y Lima Provincias y una circunscripción de peruanos en el extranjero de manera independiente. En total, la conformarían 81 senadores.
En un sistema presidencialista se conjugan dos procesos electorales (presidencial y parlamentario). El tiempo de realización, constituye un factor importante por su impacto en el resultado y, por lo tanto, en la composición del Parlamento, debido a la influencia del voto presidencial sobre el parlamentario.
Actualmente, existe en el Perú una simultaneidad entre elección presidencial y parlamentaria, por lo que el elector realiza un voto ciego. Es decir, sin conocer ningún resultado. La consecuencia es la dispersión del voto parlamentario. De esta manera, el formato alimenta el fraccionalismo. La propia campaña simultánea propicia la confusión, con mayor razón si existe el voto preferencial.
La elección parlamentaria podría realizarse posteriormente a la elección presidencial (no al revés como Colombia), aun cuando tiene el agravante de mantener una frecuencia electoral que puede ser contraproducente por el agotamiento en campañas sucesivas, con el encarecimiento de los costos electorales.
Una salida sería mantener las dos elecciones en un mismo proceso pero en días distintos. Si la elección parlamentaria se realizara posterior a la primera vuelta electoral, el elector tendría dos escenarios. Uno en donde gana un candidato en primera vuelta, por lo que el elector decidirá si otorga su voto al partido del presidente o fortalece a la futura oposición. De otro lado, si nadie supera la mayoría absoluta, el elector tendría que pensar mejor su voto para el Congreso, que es quien elegiría al presidente de la República. En ambos casos, se cumple el efecto concentrador alrededor de los partidos más votados, en donde el elector ejercerá así un voto estratégico (La República, 20 de julio del 2012).