Ahora que los franceses se encaminan a elegir, en una segunda vuelta electoral, entre Nicolas Sarkozy y François Hollande, este 6 de mayo, vale la pena mirar con detenimiento esta mecánica electoral, que ha tenido gran impacto en nuestra región.
Este sistema electoral, de origen francés, fue importado a América Latina, en el período de las transiciones democráticas, por la mayoría de los países. Sin embargo, este sistema francés tiene un contexto institucional que no fue tomado en cuenta, en el momento de la importación.
El Ballotage francés tiene su nacimiento en 1852, durante el Imperio de Napoleón III y reapareció en la III y V República. Lo que se buscaba era que se acotara el número de partidos significativos, en la Asamblea Nacional, para sostener la gobernabilidad y fortalecer la figura del Presidente de la República.
Tenía también el propósito de impedir el acceso al poder, del Partido Socialista, bajo la mecánica de todos contra él, en la segunda vuelta. Cosa que se cumplió hasta 1981.
Pero, este diseño institucional es coherente por el sistema electoral escogido y el propósito que busca conseguir. Por ejemplo, a diferencia de América Latina, el Presidente de la República francesa no tiene tanto poder. Es el jefe de Estado, pero no de gobierno. Sí le está reservada la política exterior y la de defensa. El jefe de gobierno, es un primer ministro que lo elige el presidente de la república.
En nuestra región, allí donde hay primer ministro, como el Perú, lo elige el presidente y es un jefe de gabinete y vocero de gobierno, pero no gobierna. En Francia, puede ocurrir que se elija a un primer ministro opositor, con lo que se constituye la cohabitación. Es decir, la convivencia de un presidente y un primer ministro de distinto color político. Eso es impensable en un diseño presidencialista latinoamericano.
Las dos vueltas electorales son parte de una misma dinámica política, por lo que solo las separa dos semanas. En América Latina, la diferencia en la realización entre una y otra vuelta electoral ha sido, incluso, de más de dos meses, constituyéndose en casi dos procesos eleccionarios distintos. Se rompe así, la dinámica única.
De la misma manera, las elecciones presidenciales son previas a las parlamentarias, que se realizarán en Francia a mediados de junio. De esta manera, la incidencia de las primeras sobre las segundas, es alto. Desarrolla una tendencia a concentrar las preferencias en los grandes partidos, sobre todo de gobierno y oposición. En América Latina, no es así. En muchos casos, Perú o Bolivia, por citar solo dos casos, las elecciones son simultáneas, por lo que el elector vota ciego. Es decir, sin conocer quién es el Presidente de la República. En Colombia, incluso, es a la inversa. Primero son las elecciones parlamentarias y luego las presidenciales.
Finalmente, pero muy importante, el Ballotage francés también se aplica a las elecciones parlamentarias. De esta manera, a mediados de junio los franceses elegirán a sus 577 asambleístas, a través del Ballotage, en circunscripciones uninominales. Si nadie logra la mayoría absoluta, los candidatos que superan el 12,5% pasan a competir, a los pocos días, en una segunda vuelta. En América Latina, no hay país que eso suceda.
De esta manera, la probabilidad que el presidente francés logre una mayoría en la Asamblea Nacional propia o en coaliciones, es pues alta. En consecuencia el diseño institucional francés permite lograr una mayoría de gobierno y una relación fluida entre gobierno y oposición.
En América Latina, la aplicación amputada del Ballotage ha traído como consecuencia no la disminución de los partidos, sino la proliferación de ellos. De la misma manera, se ha fortalecido el hiperpresidencialismo y, en no pocos casos, el Parlamento ha sido una fuente de obstrucción, incrementándose los elementos de ingobernabilidad. Es decir, tres décadas de experiencia de Ballotage, en América Latina, han demostrado que no se logró el objetivo deseado, por la mala importación del diseño (La República, 26 de abril del 2012).
Interesante vision, saludos