La competencia o lucha al interior de un partido por alcanzar una candidatura, tensa las relaciones entre sus miembros, a tal punto que puede tener, incluso, consecuencias en la cohesión interna del mismo, con mayor razón si las reglas de juego son impuestas por una mayoría y son inequitativas. La elección interna de los candidatos es, pues, un elemento clave para observar la democracia interna de los partidos políticos.
En nuestro caso, se observa una gran resistencia de parte de las dirigencias partidarias para poner en práctica los mecanismos que produzcan elecciones internas limpias, competitivas y de resultados incuestionables. Por el contrario, es frecuente encontrar la creación de Comités Electorales dependientes de la mayoría de la dirección del partido, con reglas de juego que se modifican pese a que ya se ha convocado al proceso electoral, en donde las minorías son aplastadas y los resultados cuestionados, siendo solo meras referencias en la inscripción oficial de los candidatos del partido.
Las modificaciones a la ley de partidos políticos deberían procurar que las elecciones internas adquieran la legitimidad que hasta ahora les es esquiva. Las internas (no primarias) para la elección de autoridades del partido deberían de seguir en manos del órgano electoral del partido político, pero contando con un Estatuto Electoral que ofrezca garantías para los participantes y que permita que ejerzan su autonomía en relación a la dirección del partido y cuyas decisiones puedan ser apelables a un tribunal electoral interno.
En cambio las elecciones con fines de elegir cargos de representación deben estar en manos de la ONPE y la impartición de justicia en manos del JNE. Estos organismos electorales otorgan confianza y legitimidad, así como certeza a los resultados electorales, lo que no ha ocurrido hasta hoy con los órganos electorales de cada partido. Dichas elecciones deberían realizarse en un solo día, lo que permite bajar los costos de su realización, así como permitir la movilización partidaria a nivel nacional.
De otro lado, hay partidos políticos que implementan sistemas electorales de mayoría. Es decir, un sistema por el que la lista que gana, gana todos los puestos en competencia. Esto ha provocado que la lista que se presenta con mayores posibilidades de ganar pueda someter a las minorías, obligándolas a integrarse y postular una lista única, muchas veces ante la sorpresa y el desacuerdo de los propios militantes. En consecuencia, para el caso de las elecciones pluripersonales, el sistema electoral interno debe ser proporcional con lista cerrada pero no bloqueada. Esto quiere decir introducir cualquier variante de voto preferencial, el que sí debe desaparecer a nivel nacional.
Asimismo, se buscan resquicios para colocar a los así llamados invitados, que no es otro nombre que los candidatos que no son militantes del partido. Estos ocupan puestos que no están previamente asignados y quizá sí ganados en las internas de los partidos. El porcentaje de los invitados se debe reducir como máximo al 15%, quienes no podrán ser miembros del partido y en puestos previamente designados.
Estas medidas buscan desarrollar una competencia interna con un marco de garantías (participación de organismos electorales), que reduce la confrontación abierta de fracciones al interior del partido (sistema proporcional) y que sí permita una competencia individual por el voto interno (voto preferencial). De esta manera, el resultado y el orden de ubicación de los candidatos ganadores debe constituir la lista a ser presentada para su inscripción ante el JNE y no puede ser modificada por ninguna instancia, en tanto expresa la voluntad de la militancia del partido político. Esto no garantiza el triunfo de un partido político, pero sí mejora la calidad de su democracia interna (La República, 22 de marzo del 2012).