El pasado pleno descentralizado del Congreso realizado en Ica puso sobre el debate el tema de la reforma política. Como es obvio, no hay soluciones milagrosas, pero sí se puede avanzar en algunas urgentes, al menos a dos niveles.
En lo constitucional, el retorno al bicameralismo constituye una de las reformas fundamentales. Nuestro unicameralismo de tamaño pequeño ha colaborado seriamente en los problemas de la representación política. Se debe ir a un diseño de Parlamento con funciones asimétricas. La Cámara de Diputados, de representación poblacional, debe desarrollar la función de control político, elaboración de leyes, acusación ante el Senado de los altos cargos del Estado y gozar de la potestad de censurar al primer ministro. Si la base de nuestra democracia es representativa, no es posible tener una cámara en un país de 20 millones de electores; como mínimo deberían ser 180 representantes. Las circunscripciones deben ser pequeñas, quizá no más de tres cada una, como propuso Lourdes Flores en los 90. El número de congresistas y el tamaño de las circunscripciones ayudarían a mejorar la relación representantes-representados. Se debería incluir, por cierto, una circunscripción para los peruanos residentes en el extranjero.
El Senado se encargaría de la función revisora de las leyes y del nombramiento de los titulares de los organismos constitucionales autónomos, en cronograma de fecha fija y obligatoria. En el caso del Senado debería tener una representación territorial con independencia del tamaño de las circunscripciones. Si hay 26 departamentos (se incluye Lima y Callao), podrían haber dos o tres representantes, como ocurre en buena parte del mundo.
Un Senado debería hacer repensar el vínculo con los niveles de gobiernos subnacionales –en este caso, regionales–, que por ahora están desarticulados.
En lo legislativo, toda reforma política debe abordar el tema de los partidos políticos. Nada puede ser más dañino para la democracia que un sistema partidista fraccionado y con miembros carentes de cohesión. Lo que hemos tenido en la última década son partidos que se reducen sus bancadas parlamentarias, bancadas que no responden a partidos, partidos que han perdido representantes, representantes que carecen de partidos e incluso bancadas que se denominan no partidarizadas. Es decir, tenemos una ley que exige partidos y lo que tenemos son entidades que son débiles cuando no inexistentes. Es decir, leyes permisivas y de aplicación laxa.
Por lo tanto, lo primero es garantizar a través de una exigente supervisión de los requisitos formales de inscripción, que quienes ingresen a la competencia demuestren existencia real, para lo cual será útil la eliminación de presentación de planillones de lista de adherentes –solo lista de militantes–, aumentar el número de comités provinciales, señalar responsabilidad penal por falseamiento de documentación en la inscripción de comités, limitar las coaliciones y alianzas o aumentar sus exigencias para su formación, limitar la presentación de listas en una sola circunscripción (sea el caso congresal, regional y local), colocar en la página web del partido el padrón electoral, para señalar continuamente las altas y las bajas.
De la misma manera, no deben ingresar partidos al Congreso que no obtengan el número mínimo para crear una bancada parlamentaria y no se debe permitir crear una como consecuencia de la salida de parlamentarios de sus partidos de origen. Lo anterior no cambiará la realidad de la representación, pero vaya que puede ayudar.
Si no hay voluntad política de reforma, el pleno descentralizado de Ica no dejará de ser una anecdótica foto en el desierto (El Comercio, 26 de setiembre del 2011).
Bueno, el artículo como propuesta me parece interesante, pero creo por un lado, que no lograremos mejorar la falta de preparación demostrada en los últimos congresos separando las cámaras en dos; segundo, si aplicáramos medidas que hagan cada vez más difícil que el ciudadano acceda a una representación, logrando ello solo bajo la dependencia de un partido político estaríamos subordinando aun más la calidad representativa a la incondicionalidad política partidaria, con partidos que hoy demuestran que no tienen los medios por lo menos para conducirse internamente de forma correcta ya no exitosa logrando la -formación de nuevos cuadros-, así estamos seguros que lograremos empeorar las cosas.
La salida está en mejorar las calidades profesionales de los futuros candidatos, no es razonable que para cualquier mortal que aspire a una plaza vacante se le exija la acreditación profesional y la experiencia para el cargo y en caso de los postulantes al congreso no se les exija absolutamente nada referido a la preparación adecuada para el cargo, ni la experiencia necesaria; otorgándoles licencia como Estado para realizar prácticas a costa de todos.
Creo que estais en lo cierto, ya tambien opino como vosotros. Es una pena que vuestro post sea tan corto, pero ya sabeis lo que dicen que si lo bueno es breve es dos veces bueno. Me ha gustado.