Una lectura inicial podría llevar a pensar que una segunda vuelta entre Ollanta Humala y Keiko Fujimori, es el peor escenario para el Perú, en la medida en que ambos candidatos tenían posturas, consideradas atentatorias a la gobernabilidad del país, por lo que ambos tienen serias resistencias en la población peruana.
Sin embargo, los resultados dicen más cosas, que el inicial impresionismo. Han pasado a la segunda vuelta, los candidatos más disciplinados, con las mejores campañas y los que no se sumergieron en las contracampañas, que agotaron a los otros. Cerca del 55% de los votos se concentraron en ellos dos y, en los lugares más deprimidos del país, los porcentajes crecen pronunciadamente.
Son los candidatos que representan más claramente la insatisfacción con las políticas aplicadas en los últimos años y, casi como consecuencia, con los resultados de la democracia. Se encuentran zonas en donde el Estado llega poco y, cuando lo ha hecho, ha sido de manera asistencialista. Es así que se mezclan, un voto de insatisfacción (Humala) con uno de agradecimiento (Fujimori).
Pero lo curioso de la geografía del voto, es la forma como se han asentado en el país, que parece no haber cambiado electoralmente, si lo comparamos con los de hace tres décadas.
Ollanta Humala logra ser primero en casi 17 de las 26 circunscripciones (departamentos, más el Callao y las provincias de Lima). De ellas, su votación llega a superar la mayoría absoluta en el pobre sur andino. Casi una copia de la votación de la izquierda de los 80, pero sin organización sindical que lo apoyaba.
Si históricamente el Apra ganaba en el pujante sólido norte, hoy lo es fujimorista. Keiko Fujimori logra estar en el primer lugar en La Libertad (cuna del Apra), Lambayeque, Piura, Tumbes y Cajamarca, aun cuando Humala no ha tenido bajas votaciones.
En el caso de la votación de Kuczynski, replica la histórica del PPC. Gana en los lugares modernos y centros del poder: Lima y el Callao (ahora un continuo urbano), mejores votaciones en el sur costeño, pero bajo en el norte y sur andino. Ese ha sido el perfil electoral de siempre del PPC.
En cambio Toledo, quedando tercero en muchas circunscripciones, pero con sus mejores votaciones en el oriente, ganando incluso en el departamento de Loreto. Es decir, el antiguo voto acciopopulista.
De lo anterior se puede apreciar, que diez años de gobiernos posfujimorismo (Toledo y García), con crecimiento económico sostenido, en la mayor parte del período, no han podido resolver las demandas más preciadas de una parte de la problación peruana, que castiga no sólo con valoraciones bajas a las gestiones de sus respectivos gobiernos, sino que electoralmente Toledo queda 4to con 15% y los candidatos que apoyó el presidente García perdieron sucesivamente Mercedes Araoz (se retiró), Luis Castañeda (quedó 5to, con 10%) y Pedro Pablo Kuczynski (quedó 3ro, con 19%).
Si además, se observa que al final del gobierno de Toledo su candidato se retiró y solo consiguió 2 congresistas, uno de los cuales abandonó su partido, en esta elección, el Apra también se quedó sin candidato y consiguió apenas 4 congresistas.
Pero la elección muestra también un deseencuentro entre Lima y las provincias. Desde hace una década, quien gana en Lima, no gana a nivel nacional. Si Lourdes Flores ganó en el 2001 y 2006, en Lima y Kuczynski, el 2011, reducían sus porcentajes cuando salían de la capital y, en los lugares más deprimidos, de manera drástica. Lo que se vive y siente en Lima, no se comparte en el resto del país. Si, además, el mayor porcentajes de los votantes se ubican en los estratos que se beneficiaron proporcionalmente más del crecimiento y que son los de mayores ingresos, la comparación de quienes reciben poco o nada, lleva a insatisfacciones. Pero, si Lima ya no decide quien gana en la primera vuelta, sí lo puede hacer en la segunda.
Esos vínculos rotos, es la manifestación de la debilidad endémica del sistema partidista peruano, pues el partido no canaliza y vincula, por lo que los votantes se adhieren (y cambian) al candidato.
Pero si los dos candidatos representan aquellos sentimientos, también producen otros. El miedo y el temor aparece instalado en la mente de muchos peruanos, que la propaganda de la segunda vuelta, que polariza siempre por la propia lógica del Ballotage, elevará hasta el paroxismo. Pues si a Keiko Fujimori se le asocia al regimen de su padre en donde se juntan violación a los derechos humanos y corrupción, Ollanta Humala, se le asocia con los así llamados regímenes bolivarianos. Si bien Keiko no es lo mismo que Alberto Fujimori y Humala no es lo mismo que Chávez, la propaganda electoral los asociará más allá de lo real.
El largo camino a la segunda vuelta, no sólo estará plagado de buenas intenciones, sino que el esfuerzo de ambos candidatos por atraer electores se enfrenta a los temores, miedos, fuertemente instalados. En dos meses, todo está por hacerse y las propias campañas tendrán la clave del éxito (Infolatam, 12 de abril del 2011).