Jürgen Habermas, el último heredero de la Escuela de Frankfurt es también el heredero de esta tradición normativa de la opinión pública en la que han transitado, desde Platón, Maquiavelo, Hume, Locke, Rousseau, Tocqueville, Bentham, entre otros. Todos ellos, de una u otra manera se han preocupado de la relación entre gobernantes y gobernados, los derechos ciudadanos, el diálogo político, etc. Es decir, de las condiciones precisas para hablar de un sistema político democrático.
Esta es una línea de reflexión que proviene de la tradición del derecho, la filosofía y la ciencia política. Por ello, trata de vincular la existencia de un Estado democrático con la legitimación popular de la opinión pública. Su observación principal está centrada en los problemas prácticos de la comunicación política entre gobernantes y gobernados. Como bien lo señala José Luis Dader, levantándose contra el positivismo, Habermas reafirma la relación entre la opinión pública y “el resultado del diálogo racional, plural y sin manipulaciones de ningún tipo, del conjunto de los ciudadanos, sobre las cuestiones que suscitan el interés general o son motivo de la administración pública”.
Para ello distingue entre una opinión pública real o crítica, que permitirá hablar de un Estado democrático auténtico y una seudo opinión pública o manipulada que no es más que la triste realidad cotidiana que se muestran, en opinión de Habermas, la mayoría de las democracias formales, en donde hay una carencia de mediaciones críticas en la comunicación política.
Esta concepción ha sido fuertemente criticada, como idealista y aún peligrosa, por otra alemana, la profesora Elisabeth Noelle-Neumann. Para ella, esta concepción intenta reemplazar el análisis real de la opinión pública -a su entender temerosa e irracional- por una racional y fundamentadora, que en la práctica no existe. Esto debido, entre otras razones, a que la opinión pública no pertenece sólo a los que tienen una vocación especial o intelectuales críticos, sino a todos. Por su lado, Habermas, señala que para este tipo de perspectivas, la opinión pública pasó a convertirse en un rótulo que designaba sólo al proceso socio-psicológico de procesos de grupos. Es así que frente al reduccionismo positivista que se expresa en la asociación de la opinión pública con los sondeos, Habermas reivindica la opinión pública como el resultado de un diálogo racional y plural.
(El Peruano, 31 de Enero de 2000)