La ley que exigía la segunda vuelta en caso de que ninguno de los candidatos obtuviese la mitad más uno del porcentaje de votos válidos fue establecida a finales del gobierno del arquitecto Belaúnde, cuando las posibilidades electorales de AP eran mínimas. Una segunda vuelta electoral, sin embargo, debería haber colocado al alicaído partido del gobierno en clara posición negociadora con el fin de endosar los votos a cualquiera de los otros candidatos mejor ubicados. La bajísima votación de AP y la negativa de Barrantes para continuar en competencia, esfumaron las ilusiones del senador Javier Alva Orlandini, inspirador de la propuesta.
Históricamente el sistema electoral de la segunda vuelta, fue aplicado en la Tercer República Francesa, el siglo pasado, y vuelta a practicar por Charles de Gaulle, a partir de 1985. Este compromete a una nueva competencia a las dos primeras listas elegidas a nivel nacional si no superan la mitad de los votos válidos. En Francia no se suman los nulos y blancos. La nueva competencia no compromete sólo a la presidencia, como si la mala copia del caso peruano, sino a todos los puestos públicos incluidos los municipios. Pero: ¿se imaginan lo que hubiese pasado en 1985 con una segunda vuelta reservada a las dos listas principales para la elección al Parlamento? AP no hubiera obtenido un solo parlamentario. Eso lo sabía la mayoría oficialista. La norma francesa, aparte de evitar, como reconocen muchos constitucionalistas, el triunfo de la izquierda -que al final, en Francia, no pudo lograrse- tenía como propósito conformar gobiernos con respaldo electoral consiste y combatir el multipartidarismo. En nuestro país, y ahora en varios de América Latina, se aplica el sistema francés. Sin embargo, no se ha podido evitar el multipartidismo y a los gobiernos elegidos por este sistema no podríamos denominarlos necesariamente fuertes. Es difícil que un partido político consiga superar el requisito de la primera vuelta, sobre todo cuando el sistema de partidos está compuesto por más de dos, existiendo además dentro de éste, partidos altamente competitivos. Con mayor razón si se da el caso que la ley incrementa el requisito mínimo (ej. sumar los votos nulos y blancos).
Veamos esto en nuestra historia electoral de los últimos sesenta años. Es este período, se realizaron siete elecciones presidenciales que han llevado a la primera magistratura a cinco líderes políticos. Si a éstas, se aplica la “Ley Alva” sólo dos de los siete candidaturas superan este porcentaje: fueron los casos de Manuel Prado y José Luis Bustamante y Rivero, en 1939 y 1945 respectivamente. Estos dos pudieron lograrlo gracias a que eran elecciones semicompetitivas pues habían sólo dos candidatos y excluidos a varios. En el resto hubo más de tres. De otro lado, en cinco de ellas participaron varios partidos competitivos al margen de los candidatos favoritos (AP en 1956, UNO en 1963, PPC e izquierda en 1980, AP y CODE en 1985). Finalmente, si se aplica sólo el porcentaje a los votos válidos, Luis M. Sánchez Cerro, y Alan García hubieran superado el 50% de los votos.
PRESIDENTES ELECTOS DESDE 1931
Presidentes Votos % Votos Emitidos # Candidaturas
1. 1931: Luis M. Sánchez Cerro 152,149 47.01% 4
2. 1939: Manuel Prado Ugarteche 262,971 70.00% (*) 2
3. 1945: José L. Bustamente y Rivero 305,590 60.00% (*) 2
4. 1956: Manuel Prado Ugarteche 567,713 42.87% 3
5. 1963: Fernando Belaúnde Terry 708,662 36.26% 4
6. 1980: Fernando Belaúnde Terry 1’402,622 30.715 15
7. 1985: Alan García Pérez 3’457,030 45.74% 9
(*) Para estas elecciones no hay información de votos nulos y blancos. El porcentaje es una proyección.
Nota: No se han tomado en cuenta las elecciones de 1950 realizadas antidemocráticamente, con candidato único, para legitimar al dictador Manuel A. Odría. Tampoco han sido considerados las de 1962, que dieron como ganador a Víctor Raúl Haya de la Torre con el 28.3% de los votos, pues fueron anulados.
(La Republica, 11 de marzo de 1990)