Un partido político debe invertir en spots televisivos (el costo varía según el canal, el día y la hora contratada), la producción de los mismos (varía según su complejidad), propaganda radial, paneles callejeros, propaganda en periódicos, murales, afiches, ediciones variadas (programas, manuales, etc.) volantes, revistas, gacetillas y otros. Algunos partidos y/o candidatos, de mayores recursos, recurren a compañías de publicidad que elaboran parte o totalidad de la campaña electoral.
Pero, además, los partidos organizan giras para lo cual se movilizan en diversos tipos de transporte, por necesidades de eficiencia, la mayoría en avión (alguno de propiedad privada o de propiedad del estado, para el caso del presidente-candidato). Los candidatos presidenciales no van solos de gira, sino en comitivas compuestas de otros candidatos y dirigentes partidarios. En la ciudad escogida contratan hoteles, realizan-propaganda especial (paneles, pancartas, afiches), alquilan un estrado, equipo de sonido y de luz. En todos los casos, en esta época que aun no cesa la violencia política con mayor razón, se contrata personal de seguridad de las diversas compañías hoy pujantes. Se requiere, también, alquilar locales partidarios, contratar personal de atención, administración y seguridad. Estos locales deben de dotarse de servicios que suelen ser caros: teléfonos, televisores, videograbadoras, computadoras, fax, fotocopiadoras, equipos de video y fotográficos. Asimismo, servicio de mensajería, correo, compra de material periodístico. A su vez, en muchos casos se contrata bufetes de abogados, compañías encuestadoras, consultores etc. Todo esto implica una tremenda inversión que suma varios miles de dólares.
Una mayor inversión permite una mayor presencia en medios de comunicación y, un trabajo eficiente, permite al candidato presentar más y con mejores argumentos sus planteamientos, realizar anticampañas y hacerse más conocido. Esto de ninguna manera garantiza triunfos, pero sí maximiza posibilidades. Quienes tienen mayores recursos económicos acceden, sin problemas, al amplísimo mundo de la tecnología moderna al servicio de campañas electorales. Eso es lo que hizo el Fredemo, en 1990 y ahora lo copia Nueva Mayoría/Cambio 90.
Podríamos colocar variados ejemplos y llegaremos a una conclusión válida: el sistema funciona para aquellos que tienen recursos económicos o controlan el estado. Por lo tanto, injusto. Se puede argumentar que eso es parte de la libertad. Pero, ¿Se trata de libertad sin igualdad de oportunidades? ¿De dónde sale el dinero para financiar la campaña? ¿Cuánto ha gastado Fujimori, del dinero de todos los contribuyentes, para realizar su campaña electoral? ¿Cómo puede un congresista gastar 300 mil dólares cuando a lo largo de los cinco años es a lo más la suma de sus ingresos? ¿Se trata del esfuerzo desintegrado de la familia y amigos? ¿Puede el lector creer esto? Normalmente, el favor se paga con favor. Es decir, es necesario retribuir a quienes en su momento aportaron decididamente en el triunfo. Parece ser lo más lógico. Si no es así, ¿Porqué los candidatos o los partidos no señalan los gastos de propaganda electoral y quiénes son los que aportan?, o ¿es que detrás de las grandes campañas existen grupos de poder que cobrarán mañana más tarde por los servicios prestados? ¿Es o no legítimo plantearse estas interrogantes? Es claro que sí. En todos los países de desarrollada democracia representativa se lo plantearon. ¿Por qué en nuestro país despierta tanto alboroto regular la campaña electoral, cuando es necesario para presenciar una competencia igualitaria?
Sobre este punto, todos los países de democracias avanzadas se lo plantearon, en su momento, desde la perspectiva de la desigualdad económica de las campañas, pues contradice el principio de igualdad de oportunidades. Asimismo, legislaron sobre la materia para evitar, en lo posible, la dependencia de partidos y candidatos al poder económico, o el aprovechamiento de los recursos del estado. Las soluciones fueron diversas: gratuidad de todos en los medios de comunicación, límite de gastos de campaña, límite de aportes, etc. Por ejemplo, en el siglo XIX la legislación británica imponía a los candidatos límites de gastos electorales. Norma, posteriormente introducida, en los países anglosajones (Australia, Canadá, Estados Unidos y Nueva Zelanda). En países como Inglaterra la propaganda televisiva fue usada, desde 1951, en forma gratuita. En los Estados Unidos, los límites de gastos se inician en 1911. Por eso, nadie fue acusado de totalitario, bolchevique o comunista. Fueron iniciativas de parlamentarios demócratas y más tarde republicanos. En 1971, se cambió la legislación para limitar las cantidades totales que los candidatos podían invertir en publicidad en los medios de comunicación. Publicidad costosa, que implantaba una nueva desigualdad. Este tipo de límites (el televisivo), fue el que también utilizó Canadá desde 1974, por ser el medio más efectivo para la contabilidad. Estos límites han provocado que la propaganda sea planificada cuidadosamente, reduciéndose los gastos frívolos. Los tiempos en televisión tienen un límite máximo de horas por día y son proporcionalmente vendidos de acuerdo a la votación obtenida en la última elección nacional. Igualmente, como se conoce a los contribuyentes de los candidatos y los partidos, se cobra impuestos progresivos para aquellos que superen los $5,000 anuales. Se imaginan ustedes si esta norma canadiense se aplica en el Perú. No pocos líderes, señalarían que se estaría delante de una norma anticonstitucional y confiscatoria.
Todo lo anterior nos permite señalar que, lo que sucede en nuestro país no es sino el predominio de la ley de la selva, donde la fuerza es el poder económico y el control del estado. Esta combinación es la que muestra sin límites la campaña electoral del actual presidente-candidato. De tal manera, que a la luz de experiencias internacionales estamos delante, una vez más, de una gran desigualdad. Sobre este aspecto es necesario legislar y nadie que se considere demócrata realmente se puede oponer.
(La República, 2 de abril de 1995)