Fueron pronunciadas hace 30 años por el ex-actor de cine y candidato republicano para gobernador de California, Ronald Reagan. Así se presentaba, en 1966, ante sus seguidores, iniciando una vida política que lo catapultó, -más tarde- a la Casa Blanca y encabezó desde allí la revolución conservadora que aún tardíamente se siente en nuestros suelos.
Sin embargo, mal haríamos en pensar que en este caso también imitamos ideas y las importamos por partes y de mala manera. Lo que vivimos con Fujimori es un fenómeno tan peruano como norteamericano fue lo de Reagan, pues la política y sus líderes establecen una relación muy peculiar en las sociedades modernas. Esto se manifiesta, en la existencia de un vínculo ambivalente con la política, pues mientras se manifiestan fuerzas que sobrevaloran la calidad de los líderes, permanece una desconfianza manifiesta hacia la política. Situación particularmente clara en sistemas políticos en los que el resorte del poder se encuentra construido alrededor de una persona, como es el caso de los sistemas presidencialistas, tanto norteamericano y latinoamericano.
Como ya se ha señalado en muchas oportunidades Fujimori representa el antipolítico, el ciudadano promedio en tiempos de crisis, la autoridad severa, la eficiencia, pero también la criollada, el machismo y el avispado peruano. Su retórica está conectada en un país que se reordena después que tocó fondo a inicios de los noventa. Como tal es también hijo de su tiempo, por lo tanto las características de su presente, estará signado por los contornos de su nacimiento.
Antes de acercarnos a las cifras que cuantifican el estado de ánimo de la opinión pública debemos advertir lo siguiente. La retórica política en el Perú -señala Susan Stokes -, al principio de los noventa, contuvo mensajes dirigidos a producir una respuesta intertemporal en la opinión pública, esto es que los políticos exhorten a la gente a aceptar el dolor actual como el precio de una prosperidad posterior. La política intertemporal sirvió en parte para proteger la popularidad de Fujimori contra el efecto de un programa doloroso, impopular y de consecuencias redistributivas sospechosas. Es decir los peruanos, sin distinción de clases, eran capaces de sufrir un mal en el presente (salarios estancados) para evitar un mal peor en el futuro (hiperinflación). Los peruanos, naturalmente aspiran a un empleo o trabajo. Su ausencia será atribuida al gobierno, cada vez más.
Pero, asimismo, siendo la opinión pública un fenómeno dinámico que provoca apoyos y desaprobaciones, sólo en situaciones especiales éstos se mantienen estables. Con mayor razón si se trata de juzgar la actuación de una persona que ejerce la más importante función pública y que además arriesga constantemente su figura al juicio de la opinión pública. Riesgo calculado pues Fujimori -más que cualquier antecesor suyo- utiliza el marketing político para relacionarse con la ciudadanía. Con ello queremos decir que nada de lo atribuido a la información mensurable de la opinión pública es definitiva e irreversible.
Pero, acerquémonos a la información cuantitativa entregada en octubre por Apoyo Opinión y Mercado. De ella se desprende, hechos singulares. La aprobación de la gestión del presidente Fujimori se sigue apoyando en temas que se procesan en el largo plazo. Los que se encuentran en este sector de la ciudadanía lo hacen por el control del terrorismo, siendo un porcentaje mucho menor los que lo hacen por la política económica. En cambio, su desaprobación tiene su soporte en la falta de empleo y la situación económica del país.
Lo anterior es singularmente importante, pues más de la mitad de la opinión pública considera que el problema principal del país es el desempleo y la situación económica. En cambio, sólo la décima parte señala el terrorismo. En pocas palabras, mientras el flagelo de la violencia política se aleja cada vez más de las preocupaciones ciudadanas -el mayor atributo de Fujimori para la opinión pública-, la economía aparece como el tema central en la agenda de la ciudadanía. Es decir, la economía ha pasado a ser la pesadilla del presente y, por lo tanto, la política intertemporal del presidente Fujimori tendrá menos efectos.
Como el camino del poder, también está empedrado de buenas intenciones, el andado por Fujimori ha tenido dos serios obstáculos en las últimas semanas:
• Tres de cada cuatro encuestados manifiestan que es negativa la presencia de Montesinos como asesor presidencial; desaprueban la defensa de la mayoría parlamentaria; y sostienen que ésta no resolvió ninguna duda sobre el asesor presidencial.
• Asimismo, en igual proporción la ciudadanía está de acuerdo con que se realice un Referéndum para decidir si Fujimori se presenta a las elecciones del 2000. Lo interesante es que algunos de ellos estarían dispuestos a votar a favor de esta posibilidad, lo que indica que incluso en los electores fujimoristas existen un deseo de participar en esta decisión trascendente, siendo por lo tanto su boicot contraproducente.
• Casi en las mismas proporciones, la ciudadanía desaprueba que el gobierno quite al municipio de Lima facultades que le son propias y considera que Fujimori no apoya la gestión del alcalde Andrade.
Las consecuencias de lo anterior se perciben en el ánimo de la opinión pública cada vez más adverso hacia la figura presidencial. Este es el peor año de la popularidad de Fujimori si tomamos el promedio mensual de los años de su gobierno, desde 1992. Pese a ello, la aprobación que sigue siendo muy alta comparado con la región, en donde sólo es superado por el presidente chileno Eduardo Frei. Sin embargo, este promedio esconde información interesante. El 55% de aprobación de la popularidad de Fujimori en el mes de octubre es también la más baja desde aquel abril de 1992, mes del autogolpe en que se empinó hasta el 81%. La pérdida es significativa si se observa que a inicios de este año Fujimori obtenía el 75%. Es decir, 20 puntos más de los que goza ahora, en el momento en que la desaprobación de su gestión alcanza el 40%, la más alta que se recuerda.
Pero, en política no existen espacios vacíos. Así como el terreno dejado por los partidos políticos fue llenado por los independientes y, particularmente, por Fujimori, el descontento muestra un vacío que tiende a ser llenado por nuevos ocupantes. Es así que varias compañías de sondeos de opinión coinciden en señalar al Alcalde Andrade -decreciendo en forma regular la figura de Castañeda Lossio- como el de mayor aceptación, incluso superior al del presidente de la república.
Todo lo anterior articula un escenario muy especial. Fujimori sólo podrá revertir esta tendencia a menos que: mejore los índices económicos relativos al punto de empleo y, en menor medida, salarios; se desembarace de la incomoda presencia de Vladimiro Montesinos; apoye y no se le perciba hostil al alcalde de Lima; y no ejerza toscamente los hilos del poder para mantenerse en él. Es decir, situaciones que no se traduzcan en ineficiencia, corrupción, prepotencia y autoritarismo. ¿Es mucho pedir?.
(Debate, Noviembre – Diciembre de 1996)
La ley de la vida todo lo que nace tiene que morir pero el que nace en este país sin oportunidades con la pobreza entre las manos muere antes por cada enfermedad y esas malas condiciones en las que viven, un joven entre 16 o17 años que termina la secundaria solo tiene una opción trabajar juntar su dinero para postular y no ingresar por que la vacante que busca ya esta comprada a 1000 asta 3000 dólares eso pasa casi en todas las universidades del estado y se ase demasiado esfuerzo puede postular a una universidad particular que pagara en 150 a 350 dólares al mes .esta juventud desahuciada que vive solo de sueños no tiene oportunidades en esta sociedad y suciedad del sistema