Escuché por primera vez El Arbolito a finales del 2000. Sonaba distinto, pese a la euforia que aun despertaba el sub género de la tecnocumbia. Se convertiría en un clásico de la música tropical peruana, luego de la muerte trágica del grupo, hace un año, en Buenos Aires.
El impacto que causó la muerte del grupo, solo es explicable por la importancia de este género en el repertorio musical peruano. Nacido en la década del 60′, bajo la influencia de la cumbia colombiana, desarrolla su expresividad particular en regiones de la selva, sur andino y los barrios populares de Lima, recreando fusiones con otros géneros, que le ha permitido desarrollar una identidad popular muy enraizada y extendida.
Sin embargo, como toda música popular, fue excluida, por su origen. Relegada a las radios AM -como bien lo anotaba José Antonio Llorens, en un libro lamentablemente agotado y no reeditado: Música popular en Lima: Criollos y Andinos (IEP, 1983)– labró sus propios canales comunicativos para lograr lo que es hoy, un género que se escucha, se baila e incluso se rinde homenaje, como lo hace Bareto al grupo Juaneco y su Combo (Pucalpa, 1966), quienes fusionaron la cumbia colombiana con la música del oriente peruano.
Davys, el hijo de Johnny Orozco, uno de los fundadores del Grupo Nectar (Buenos Aires, 1994), trabaja, irónicamente, en una miniserie de televisión, en donde hay varios programas dedicados a este género musical. Hoy, el Grupo 5, Kaliente y otras nuevas formaciones, con grandes conciertos, han desbordado las barreras étnico sociales anteriores y destacan en esta nueva etapa de la llamada cumbia peruana, en donde el Grupo Nectar será un referente siempre obligado. Aquí un corto testimonio musical.