Ha muerto José B. Adolph. Los que pudimos gozar de su prosa, lamentamos que se seque la tinta de una de las plumas que mejor supo describir esta Lima nuestra y que mejor supo reírse de todos y con todos, porque el humor inteligente y el desenfado eran su mejor carta de presentación. Lamentamos ya no poder leer más su columna en la revista Caretas, como tampoco nos sorprenderá más con otro libro de título irresistible, como lo hizo con el primer libro que leí de él, Invisible para las fieras (Lima, 1972). Pero quedarán variso de sus libros en el recuerdo: El retorno de Aladino (Lima, 1968), Hasta que la muerte (Lima, 1971) , Cuentos del relojero abominable (Lima, 1973), La ronda de los generales (Lima, 1973), Mañana fuimos felices (Lima, 1974), La batalla del café (Lima, 1984), Mañana, las ratas (Lima, 1984), Un dulce horror (Lima, 1989), Diario del sótano (Lima, 1996).
José Adolph cultivó la ciencia ficción, un género raro en la literatura peruana, frecuentó el cuento, la novela y el teatro. Era enemigo de la solemnidad, reclamaba tomarse menos en serio el papel de escritor, pero alentaba a su público a pensar. Su última producción tiene un título premonitorio, quizá: Es sólo un viejo tren (2007), pero no vamos a insistir en eso porque las esquelas y obituarios no le harían ninguna gracia.
El mejor homenaje que se le puede tributar a este hijo de Stuttgart, que vino huyendo de los nazis, militante troskista, de paso esquivo por el velasquismo, que le dieran la nacionalidad en 1974, es volver a leerlo. Porque en las relecturas se descubre la sabiduría de los viejos y la frescura de la prosa de Adolph. Descansa en paz.
Tengo una consulta que no tiene relación con la entrada. Necesito acceder al texto de 1978 que estableció el sistema de preferencias en Perú. Me gustaría comunicarme personalmente con usted por correo electrónico. Muchas gracias,
Gabriel, desde Buenos Aires.
escribe a ftuesta@pucp.edu.pe
Conocí al tío Adolph en la antigua casona Gildemeister del Instituto Goethe en el Jr. Ica, en el centro de Lima. Se hacía amigo con mucha facilidad de los chicos que estudiábamos alemán en el Goethe de inicios de los 1980s. Incluso mi recuerdo de joven intolerante es el de un tío que no se hacía respetar por los mocosos, quienes, por ejemplo, le pegaban cartelitos en la espalda del viejo saco con el que se vestía. En ese entonces, era un tío que de vez en cuando salía en TV para mí y que colaboraba con el periódico que editaba el Instituto Goethe, no recuerdo el nombre.
Luego pude leer algunas cosas que escribió. Y me causó mucha mejor impresión. Se lo dije y nos hicimos amigos. Me regaló un ejemplar de “Mañana, las ratas” creo que se llamaba su novela sobre una Lima futurista.
Lástima, ahora me doy cuenta que los he perdido a los dos: a Pepe y al libro…
Para finalizar, algo nada importante, sólo un detalle: Adolph no vino huyendo de nada. Tenía muy pocos años cuando llegó al Perú (3 creo). Sus padres huyeron de Hitler, claro.
donde puedo averiguar mas sobre adolph