Pero, es cierto hubo y hay responsabilidades. El diseño de constitución de regiones fue un caso. Elegir, en noviembre del 2002, presidentes y vicepresidentes de gobiernos regionales, sin regiones, era un evidente contrasentido. Los triunfadores de aquella elección, se han convertido en las autoridades de esas 25 unidades político-administrativas, llamados departamentos, que como diseño de desarrollo, no da más. Es el típico ejemplo de cómo se coloca la carreta delante de los bueyes. Y es que los mal llamados gobiernos regionales, lo que fortalecieron, fueron las identidades e intereses departamentales y de ninguna manera el proyecto de regionalización. Salvo el solitario e histórico departamento de Arequipa, los demás apostaron abrumadoramente por el No. Es decir, en la práctica, por permanecer igual. Lo paradójico de esto, es que nuevamente en noviembre del próximo año, todo el país volverá a elegir autoridades regionales, donde no existen regiones sino departamentos.
La apuesta de construir desde abajo las regiones, encontró a una ciudadanía apática que no participó y autoridades regionales y locales que midieron el referéndum con un cálculo político con una mira en las elecciones de abril y las regionales y municipales de noviembre de 2006. No fue, por cierto, el modelo de una propuesta integral –como la trabajada por Efraín González de Olarte-, con un pacto político de por medio, que se somete a la voluntad popular, sino un modelo en que cualquier propuesta podría presentarse, como aquella que nadie entiende de la región Ancash-Huanuco-Lima Provincias-Pasco-Junín, cuya única característica es rodear a Lima.
El modelo tenía además, la particularidad riesgosa de hacer pasar una política de estado por un referéndum ratificatorio. Y es que casi en ningún caso, procesos de esta naturaleza pasan por un referéndum, que generalmente se ve envuelto por pasiones plebiscitarias alrededor de la labor gubernamental. El del domingo no fue distinto. De esta manera, el rechazo a la integración fue, en muchos casos, también votado como un rechazo al gobierno. A ello colaboró un Presidente que se presentó al final de la campaña para conseguir lo que no está en capacidad de lograr: votos y apoyo. Lo lamentable de este tipo de referéndum es que le puede ocurrir lo mismo al próximo gobierno. Pues si toma la posta de la descentralización, sus oponentes no querrán verlo ungido con los palmares triunfadores de un referéndum, con lo que todo esto se vuelve un círculo vicioso.
Las políticas de estado, como es el caso de la descentralización, deben tener como base un acuerdo político amplio y desempeño serio y responsable, de lo contrario, Lima seguirá ganando.