Las alianzas, como todo, no es bueno a malo en sí mismo, sino que depende de las circunstancias en las que se plantean. Ciertamente, nuestro país muestra desde hace década y media una permanente fraccionamiento de la representación política. Las lealtades partidarias son escasas, como la tradición, lo que nos aleja de países como Colombia, Chile o Uruguay. En otras palabras, en condiciones normales, en el Perú no se construyen mayorías significativas que permita relaciones no bloqueadas entre los poderes del estado, estableciendo elementos de gobernabilidad.
Pese a ello, el sistema electoral peruano colabora en el fraccionamiento partidario. Uno de ellos es la popular segunda vuelta o Ballotage. Como el nuestro es un sistema presidencialista, el elector vota por presidente y parlamento a ciegas, generándose un sin número de partidos políticos con representación en el Congreso. Por ello, leyes laxas y sistema electoral permisivo, crean mayorías ficticias en el poder.
Por lo demás, decir que una sola agrupación sola no podría ganar las elecciones, es desconocer que desde 1963, año en que la alianza AP-DC ganó las elecciones, ninguna coalición electoral ha logrado lo mismo posteriormente. Fracasaron en este intento IU, FREDEMO, CODE. Es más, no hay nada en la realidad actual que abone a favor de aquellos que señalan enfáticamente que sin alianzas no hay triunfo electoral. Por el contrario, el cronograma de la ley de partidos políticos hace dificultosa la construcción de alianzas. Lo es por que para que ésta se produzca tienen que inscribirse a más tardar el 7 de setiembre. El problema radica en que dichas hipotéticas alianzas se establecerían a ciegas, puesto que las internas de los partidos, que se realizarán por primera vez, votarían por la plancha presidencial, así como las listas parlamentarias, posterior a esa fecha. En otras palabras, en las internas sólo las listas únicas aseguran alianzas electorales, pero esto no necesariamente será lo que desean los afiliados de los partidos políticos, a los que la ley les otorga derechos que antes les eran negados. Por lo tanto, las posibilidades para establecer alianzas se reducen ostensiblemente. La elección interna se convierte en un obstáculo de la construcción de alianzas, tal como se ha entendido hasta ahora. Si dos o más partidos políticos constituyen una alianza y se someten a elecciones internas, no podrán disolverla en el camino o cambiar de candidatos a costa de no poder intervenir en las elecciones de abril próximo.
(5to Poder, 1 mayo 2005)