Seis años después las elecciones volverán a realizarse, cabalísticamente, un 9 de abril. Pero si bien la historia se repite en la fecha, no tiene por que serlo en su contenido de calidad. Recordar ese pasado debe servir para estar atentos y ser cuidadosos. Con mayor razón si el próximo año se juegan más de 15 mil puestos de representación entre congreso, consejos regionales y municipales. Es decir se juega todo el poder para casi todo el siguiente lustro.
Estas elecciones serán muy distintas a las del inicio de siglo. Entre otras razones, por que las normas sobre partidos han cambiado de manera importante las reglas de la competencia, los medios de comunicación no serán los subordinados del 2000, ni los unánimes del 2001, la intromisión del ejecutivo no será ilegal y corrupta como el 2000, ni escrupulosamente neutral como el 2001.
Nuevas normas y nuevas realidades. Poco se ha señalado sobre los escenarios que la Ley de Partidos Políticos crea. Esta ley, no está mal repetirlo, con todo lo mejorable que puede ser, es absolutamente exigente para las costumbres y prácticas partidarias peruanas. Pese a que el número de partidos inscritos puede llegar a cerca de 30, la más alta de la historia de la república, esta proliferación no se debe a la ley, sino a que los congresistas se otorgaron 15 largos meses para adecuarse a la norma sin presentar listas de adherentes. Eso sí los nuevos, quizá sean muy pocos, pues las exigencias son severas para lo endémico que pueden ser las estructuras partidarias. Tendremos por lo tanto una proliferación de partidos que incidirán en la dispersión de la representación parlamentaria, que a su vez, será un obstáculo para la propia función parlamentaria y las relaciones con el ejecutivo.
Las pocas posibilidades de las alianzas electorales. Ante este escenario, se han manifestado varios líderes y partidos a favor de constituir alianzas o coaliciones con vistas de enfrentar los próximos comicios. Se señala, además, que nadie podrá ganar solo las elecciones. Si esto fuera cierto, se habría dado un vuelco a la historia de la competencia partidaria de los últimos cuarenta años. Esto debido a que desde 1963, año en que la alianza AP-DC ganó las elecciones, ninguna coalición electoral ha logrado lo mismo posteriormente. Fracasaron en este intento IU, FREDEMO, CODE. No hay nada en la realidad actual que abone a favor de aquellos que señalan enfáticamente que sin alianzas no hay triunfo electoral. Por el contrario, la ley de partidos políticos coloca un cronograma que hace dificultosa la construcción de alianzas. Lo es por que para que ésta se produzca tienen que inscribirse a más tardar el 7 de setiembre, dentro de poco más de cinco meses. El problema radica en que dichas hipotéticas alianzas se establecerían a ciegas, puesto que las internas de los partidos, que se realizarán por primera vez, votarían por la plancha presidencial, así como las listas parlamentarias, posterior a esa fecha. En otras palabras, en las internas sólo las listas únicas aseguran alianzas electorales, pero esto no necesariamente será lo que desean los afiliados a los partidos políticos, a los que la ley les otorga derechos que antes les eran negados. Por lo tanto, las posibilidades para establecer alianzas se reducen ostensiblemente.
Democracia interna. Una de las mayores exigencias se presentará entre el 7 de septiembre y 7 de octubre próximo, plazo en que se desarrollarán las elecciones internas para escoger a sus 120 congresistas. Lo más complejo, es que lo deberán hacer de manera descentralizada a través de sus -por lo menos- 65 comités partidarios. La comparación salta a la vista: si para elegir en estos últimos meses sus nuevas direcciones se desarrollaron elecciones con no pocos problemas, las internas constituirán una prueba más complicada que incluye, obligatoriamente, la elección de manera directa del candidato presidencial.
Por si esto fuera poco para los partidos políticos, para las elecciones municipales y regionales a realizarse en noviembre del 2005, la ley también exige que las candidaturas pasen por las internas. El tema es que éstas se tendrían que realizar en medio de la campaña electoral presidencial y parlamentaria, nade menos que entre abril y mayo. Los números no son menos escalofriantes, pues estarán en competencia interna, 25 presidencias de gobiernos regionales, 194 alcaldías provinciales y 1694 alcaldías distritales, a lo que se le debe sumar consejeros regionales, concejales provinciales y distritales. Estamos hablando de más de 14 mil puestos en competencia. De esta manera, las elecciones internas, tantas veces demandadas, puede ser la antesala del colapso de varios partidos políticos.
Una larga campaña. Con este cronograma, tendremos una campaña electoral más prolongada, con tregua navideña, al conocerse medio año antes los nombres de candidatos presidenciales, a diferencia de las elecciones del 2000 y 2001. En este escenario, las estrategias deberán ser más cuidadosas y finas, para no desgastar a los candidatos tan pronto, teniendo en cuenta que quizá la campaña llegue, si hay segunda vuelta, hasta la primera semana de junio. Estamos hablando de un total de ocho meses de campaña, tiempo apreciado como para dosificar los esfuerzos y gastos.
Un outsider previsible. Si bien en países como el nuestro con una fragilidad alta a nivel de la representación, la posibilidad de la aparición de un probable outsider, que aparecería intempestivamente o sin mayor apoyo logra trepar entre las simpatías ciudadanas, se hace más difícil. La presencia de un outsider no debe ser descartada, sin embargo, los plazos y las exigencias de ley le han restado el efecto sorpresa que tenía antes, puesto que si podía sorprender con una inscripción el último día, ahora sólo podrá hacerlo si ganó la elección interna del partido. Por esta razón, el 7 de octubre todos sabremos quienes tienen legalmente expedito su posibilidad de inscribirse. En pocas palabras, el outsider perderá su elemento sorpresa y su aliado el tiempo corto de cara al día de las elecciones. Se ha estrechado así el margen de incertidumbre.
Un ex outsider: Fujimori. La candidatura del ex –outsider, Alberto Fujimori es, todavía para algunos, un tema pendiente. Lo cierto es que Fujimori y los fujimoristas jugarán todas sus cartas, intentando forzar la inscripción del ahora prófugo de la justicia. Aquí se observará nuevamente la poca garantía de la ley electoral, que amerita su reforma. Una probable inscripción se realizaría ante el pleno del JNE y las tachas las resolvería, de manera definitiva e inapelable, el mismo organismo electoral, ni más ni menos juez y parte. Así ocurrió en 1999, por lo que se dio luz verde a la candidatura, por tercera oportunidad, del entonces presidente. Si se resuelve no aceptar la candidatura del probable candidato de Sí Cumple, el fujimorismo convertirá a su líder en víctima de un veto. Si algo de cierto hay en todo esto, lo veremos en las internas de la agrupación Sí Cumple, que se verá obligado a pasar a su líder por esta exigencia legal, con lo que todos, especialmente el JNE, estaremos comunicados.
Un calendario recargado. Si con lo anterior no queda duda de los difíciles meses que se vienen, lo cierto es que las nuevas autoridades electorales, no tendrán respiro: elecciones de representantes de los colegios profesionales ante el Consejo Nacional de la Magistratura (CNM), elecciones complementarias municipales en 20 distritos en donde fueron revocados sus autoridades, nuevamente revocatorias de autoridades regionales y municipales. Y en el segundo semestre referéndum ratificatorio de creación de regiones y, sino se suspende nuevamente, elecciones de jueces de paz. No es poca cosa, si se tiene en cuenta que la ONPE debe planificar las elecciones presidenciales, parlamentarias y parlamento andino para abril del 2006 y apoyar las internas de los partidos políticos entre setiembre y octubre de este año. Para poder cumplir con éxito todo este enmarañado, complejo y superpuesto plan de procesos electorales, será necesario una adecuada y oportuna asignación presupuestal, un nuevo Código Electoral y una demostración de imparcialidad y eficiencia de los organismos electorales.
(Ideele No.169, abril 2005)