En Estados Unidos el voto no es obligatorio. Su visión se basa en el punto de vista del derecho y la libertad y no desde el republicano y de la responsabilidad. Generalmente vota la mitad del país, lo que va a incidir en el número pequeño de partidos políticos. Por lo demás, se vota un día laborable, el primer martes, posterior al primer lunes de noviembre de cada cuatro años. Las encuestas se difunden hasta el último momento y se publican los resultados a boca de urna (exit poll) en el este, cuando en el oeste estadounidense aún se sigue votando. Para ahondar las diferencias con relación a muchos países de nuestra región, la administración electoral se encarga de organizar las elecciones pero no imparte justicia. Quién lo hace es el poder judicial ordinario. En Estados Unidos ningún magistrado que imparte justicia está involucrado en ningún aspecto de la administración electoral. Para ellos está muy claro que quien juzga no debe administrar.
Para la elección de la cámara baja, llamada Cámara de Representantes, se usa el sistema de mayoría. Hay 435 circunscripciones para elegir igual número de representantes, por un período de dos años. Esto obliga a un esfuerzo mayor para ganar el único escaño en competencia, por lo que desincentiva la aparición de terceros partidos y pequeños. Los senadores, 100, se eligen dos por cada estado, por un periodo de seis años, también por el sistema de mayoría; es decir, quien gana de todas las bancadas.
Pero lo que llama más la atención es el sistema de elección presidencial. En Estados Unidos el ciudadano no vota directamente por un candidato a la presidencia. El sistema es de votación indirecta. El triunfo en la elección presidencial no es el producto de la suma de los votos de los ciudadanos, sino por la de llamados electores.
Estos electores forman parte de una tradición constitucional estadounidense, llamada Colegio Electoral, y que se utilizaba en los inicios de la democracia en otros países. El sistema funciona de la siguiente manera. A cada estado se le asigna un número de electores que es igual al número de representantes (equivalente a diputados) y senadores. En total suman 538 incluidos los tres del Distrito de Columbia. El partido que gana -así sea por voto- obtiene todas las bancadas de los electores en dicho estado. No se reparten proporcionalmente. Por ello matemáticamente un partido puede tener un mayor número de votos en todo el país y, sin embargo, no haber ganado un suficiente número de electores. Estos 538 se reúnen en diciembre en cada estado y votan por los candidatos presidenciales. Gana el candidato que obtiene por lo menos 270 votos. Por esta razón, las estrategias de campañas de los dos principales contendientes se centran, en el 2004, en diez estados que tienen 116 electores y dejan de lado en aquellos que van a perder, por ejemplo Bush en California o Ferry en Texas. Esta particular forma de elección, que para algunos puede parecer incluso injusta, solo la tenemos en EE.UU.
Pero si bien es un sistema que ha funcionado bien históricamente, sin embargo, si vuelve a ocurrir igual que en el 2000, en donde Busch ganó en número de electores, más no fue favorecido por el voto popular, puede pasar a ser un sistema que empiece a ser ya no un elemento estabilizador, sino perturbador.
(El Comercio, 2 de noviembre del 2004) Publicado en Elecciones Generales a la(s) 07:58 el día martes 02 noviembre por ftuesta Visto: 246 veces Agregar a Favoritos PUCP