Pero, asimismo, otros personajes llegan al sanchecerrismo, como José de la Riva Agüero, dejando de apoyar a su inicial candidato, José María de la Jara y Ureta, para evitar la división de las fuerzas conservadoras. Similar es el caso de Ismael Aspíllaga, quien comprometido anteriormente con la candidatura de Arturo Osores, se inclinó por Sánchez Cerro. La Unión Revolucionaria era una organización conservadora y contrarrevolucionaria. Sin ideología coherente ni programa político propio, pero con apoyo de masas, alrededor de un caudillo militar. Era, sin embargo, un caudillo distinto por el hecho que, como apuntara Basadre, aparecía como hombre común, mestizo de raza, con mezcla de blanco, de indio y de negro. Ello contrataba con sus antecesores.
Sánchez Cerro fue idolatrado por artesanos, desempleados o las mujeres de los mercados, influyendo en esto la leyenda de virilidad que lo rodeaba por su constante espíritu conspirativo, agresivo y de orador popular. De profesión castrense, con grado de comandante, posición no encumbrada, sino más bien cercana de la tropa, en una época en la que los militares en los últimos treinta y cinco años no habían estado presentes en la administración del poder. Al igual que Haya de la Torre, realizó una campaña de acercamientos en los electores visitando provincias en distintas partes del territorio nacional, como algo inédito en las competencias electorales. Sánchez Cerro ganó las elecciones con el cincuenta y uno por ciento de los votos contra el treintaiseis por ciento de los de Haya de la Torre. Estos resultados fueron impugnados por el APRA, lo que propició el crecimiento de la violencia política que llevó al levantamiento aprista del treinta y dos, a la ilegalización de dicho partido y al asesinato en 1933 de Sánchez Cerro.
El órgano periodístico oficial del sanchecerrismo, en 1931, fue "La Opinión". Entre sus redactores estuvieron Ernesto Byrme Valcárcel, Alfredo Herrera, Carlos Miró Quesada Laos, Pedro Ugarteche, José Carlos Llosa y Enrique Rojas Moreno. La UR, su partido, había surgido como un partido nacionalista, conservador derivando, luego de la muerte de Sánchez Cerro, en una agrupación de corte fascista, cuya jefatura fue asumida por el ex-ministro del Interior sanchecerrista, Luis A. Flores, principal impulsor de las "casacas negras".
En esta segunda época la UR contaba con una estructura rígida y jerarquizada que iba "desde el comité nacional hasta los comités locales". Y, para darse un rostro definido, los fascistas de la UR acuñaron o copiaron himnos, emblemas y gestos. Hicieron de la tumba de Sánchez Cerro un lugar de peregrinaje y desfilaron por las calles de Lima luciendo sus camisas negras. Una consigna decía guiar sus pasos: "verdad, justicia, integridad, patriotismo. ¡Sólo las camisas negras salvarán al Perú!". Contaban con el respaldo económico de empresas como Mario Cáñepa y Cía., Oeschle, Berckemeyer & Co., IPC, Panagra, Cassino "Pigall". La UR volvió a candidatear en el año 36 con su jefe, Luis A. Flores, pero las elecciones fueron anuladas. El partido decreció en importancia, aislándose conforme la Segunda Guerra Mundial se acercaba y surgía la alianza antifascista.
(El Peruano, 08 de Abril de 1998)