El enfrentamiento clasista se hizo más intenso en un escenario de crisis económica, política y social. No se podía seguir gobernando de la misma manera, ni con los mismos argumentos. El levantamiento de Sánchez Cerro produjo el entusiasmo y desborde popular que mereció también la atención de la clase propietaria.
Se formó un gobierno Provisional, luego de momentos de indecisión, en el que R. Leoncio Elías ocupó la presidencia por un día. Sin embargo, en el interior Sánchez Cerro, con cierto apoyo popular y en alianza con el civilismo, intentó proseguir con las fórmulas de dominación de la República Aristocrática. No pudo. Tenía por delante a un movimiento social en ascenso que puso en jaque a las clases dominantes, especialmente a la ligada al sector de enclave minero. Sánchez Cerro tuvo que reprimir al movimiento sindical, ilegalizar a la CGTP y apresar a sus dirigentes. Pero, tuvo también que retirarse ante el desprestigio que estaba experimentando. Se formó una Junta de Gobierno presidido por David Sánchez Ocampo que llamaría a elecciones.
De otro lado, el Partido Socialista había sufrido un duro golpe, con la muerte de su fundador José Carlos Mariátegui, poco tiempo antes de la caída de Leguía. Con su muerte se truncó su proyecto de forjar un partido de masas, asentado en la clase obrera, y que contaría con el concurso de la intelectualidad que él había logrado concentrar, desde 1926, alrededor de la revista Amauta. El que le sucede en el cargo, Eudocio Ravines, mantiene la revista sólo un par de números más, le cambió el nombre a la organización, que en adelante se llamaría Partido Comunista, y la afilia a la Tercera Internacional; en aquel momento bajo la dirección total del stalinismo, que imprimía la línea ultraizquierdista de "clase contra clase". Ravines aisló al PC del movimiento social, a lo que se le agregó una fuerte represión contra él y su posterior ilegalización. Subestimó la lucha electoral y presentó simbólicamente como candidato en las elecciones de 1931 al campesino quechua-analfabeto Quispe Quispe, como una manera de denunciar, la exclusión del campesinado de la participación política y llamar al boicot electoral. El PC dejó el campo electoral libre que fue copado por el APRA. El partido de Haya de la Torre por el contrario, fundado en 1930, se concentró en crear una organización a nivel nacional alrededor de la figura carismática de su fundador y con un programa antioligárquico, nacionalista, no sin mostrar fuertes elementos autoritarios en su dirección. La crisis de los años 30 trataba así de resolverse por la vía electoral. Sin embargo, los actores políticos involucrados estaban lejos de crear las bases de reglas de juego político democráticas que faciliten el transito a un sistema político abierto. Esa incapacidad, le costaría mucho al país en su conjunto.
(El Peruano, 05 de Marzo de 1998)