El distrito plurinominal más grande es el que abarca al conjunto del territorio. A este se le conoce con el nombre de Distrito Único. El efecto que produce es una alta relación entre la proporción de votos y escaños. Sin embargo, sus efectos son también perniciosos, pues colabora con la proliferación de pequeños partidos. Esto ha sido entendido por la aplastante mayoría de los sistemas electorales en el mundo, a tal punto que sólo dos países con parlamento unicameral lo usan: Israel y Mónaco (Holanda y Uruguay lo utilizan para una de sus dos cámaras). Todos estos países tiene, sin embargo, algo en común: son países pequeños y de tradición partidaria bipartidista. Israel tiene un Parlamento (Knesset) de 120 miembros y Mónaco (Conseil National) de sólo 18. Tenemos el mismo tamaño de Parlamento que Israel, pero somos casi cinco veces más grande que el estado judío. Otra incoherencia que no se quiere modificar. Por lo demás, el sistema electoral israelí está combinado con un sistema de lista cerrada, sin voto preferencial y con una barrera mínima legal del 1.5%, lo que lo hace más manejable. Este sistema contribuye con un efecto reductor en el formato de partidos políticos.
Nuestro caso es distinto. El distrito único nació con la Asamblea Constituyente y se estableció transitoriamente para el senado en la década del ochenta, mientras se conformaban las regiones en el marco de un sistema bicameral. Por primera vez se presenta, a propuesta de la mayoría oficialista, en un sistema unicameral con ocasión del CCD y el Parlamento nacido de las elecciones de 1995. Las consecuencias se pueden observar en el número de partidos presentes en el Parlamento: 10 y 13 organizaciones políticas en 1992 y 1995 respectivamente. Las cifras más altas en la historia, que indican una precariedad del sistema político. Asimismo, por la azarosa de la elección, algunos departamentos carecen de representantes en el Parlamento, en cambio, otros tiene más de los que les corresponderían en una distribución por circunscripciones plurinominales. Existe, por lo tanto, un peligroso desbalance de representación territorial que es lo que intenta evitar los distritos plurinominales bien delineados.
De otro lado, el distrito único tiene efectos en el carácter de las organizaciones, favoreciendo a aquellas con una débil (o carente de) estructura partidaria nacional. La lista de candidatos con circunscripción única, posibilita que ésta sea elaborada centralmente en Lima y no exige una movilización nacional de las maquinarias políticas para elaborar las listas locales. Asimismo, proyecta la campaña sólo en un espacio nacional, con el correspondiente gasto en los grandes medios de comunicación, desplazando a un segundo plano las campañas locales. Es decir, el distrito electoral único por su sencillez, favorece a los grupos fluidos o partidos fugaces. El efecto, además, es perturbador cuando se lo combina con el voto preferencial. Es así, que los candidatos provincianos de departamentos con poca población electoral, se encuentran en menores posibilidades que aquellos conocidos en departamentos más poblados. La consecuencia se observa en el Parlamento actual, donde varios departamentos pequeños electoralmente, carecen de representantes. De otro lado, a nivel de la campaña electoral, la cantidad de candidaturas es impresionante. La elección parlamentaria de 1995, movilizó a 20 listas con 120 candidatos cada una, lo que sumó 2,400 candidaturas en competencia. Estas terminan desarrollando minicampañas que se superponen entre sí y ofrecen mensajes desarticulados. Como cada partido tiene un símbolo y cada candidato un número, cuya combinación ofrece un panorama de confusión, desorden y atosigamiento. Esta confusión se trasladó a los materiales electorales que debieron elaborarse en tamaños gigantescos, tanto en el listado oficial de las candidaturas, como en el tamaño de la cédula electoral, inmanejable para muchos electores. Finalmente, se creó un efecto perturbador en el proceso de escrutinio, en donde la cantidad de errores que se cometieron produjeron el porcentaje más alto de anulaciones que se recuerda, alterando seriamente la propia voluntad del electorado. Las bondades del voto preferencial pierden así sentido en un distrito electoral tan gigantesco. Este ha sido pensado por sus creadores para distritos plurinominales de menor tamaño. Pese a lo anterior ¿piensa la mayoría parlamentaria plantear un distrito desusado en el mundo o se plantea seriamente un sistema que garantice una nueva institucionalidad partidaria?
(Expreso, 17 de Abril de 1997)