Es, en pocas palabras, aquel conjunto de relaciones que establecen los partidos al interior de un sistema político.
Uno de los primeros problemas planteados, es el número de agrupaciones que hay que considerar en un sistema de partidos. Finalmente, mientras más partidos existan el sistema político y sus relaciones se hacen más complejas. Este hecho es importante por cuanto el número indica en que medida el poder político está fragmentado, disperso o concentrado.
El politólogo italiano Giovanni Sartori fue el que mejor diferenció a los sistemas de partidos, de tal manera que estos pueden ser: de Partido único (cuando un partido político monopoliza el poder político: China, Cuba), de Partido hegemónico (permite la existencia de otros partidos políticos, pero sólo de forma subordinada: México, la Polonia de los setenta), Partido predominante (es el caso en que un partido político gobierna sólo, permitiendo la existencia de otros partidos, como legales y legítimos, pero la rotación no ocurre en la práctica: India y Japón, antes de 1993), bipartidismo (es el caso en que dos partidos políticos compiten por una mayoría absoluta que se encuentra al alcance de cualquiera de los dos: USA, Inglaterra), de pluralismo limitado y moderado (más de dos partidos, la competencia es moderada y no hay partidos antisistema: Alemania, Suiza, Bélgica), de pluralismo extremo y polarizado (el sistema de partidos con cinco o seis partidos, que compiten polarizadamente, la sociedad está altamente ideologizada y existen partidos antisistemas: Chile antes de 1973, la República del Weimar). Es difícil que una sociedad pueda salir adelante si manifiesta todas las características del último sistema de partidos y difícilmente puede enfrentar crisis explosivas. Son comunidades políticas frágiles.
El Perú estableció una democracia política con un tipo de sistema de partidos de pluralismo extremo y polarizado, configurando, con todos los elementos arriba mencionados, una comunidad política débil y de alta fragilidad, particularmente ante crisis políticas y sociales. A la combinación de elementos institucionales: fuerte presidencialismo, ineficaz parlamento; benevolentes leyes electorales que permiten la proliferación de candidaturas y partidos, así como la doble postulación a la presidencia y al parlamento; un sistema electoral incoherente (doble vuelta electoral que exacerba y polariza la lucha política, distorsión de la representación por medio de las circunscripciones electorales, carencia de ley de partidos y de financiamiento de campañas electorales y partidos políticos), se le sumó que los partidos no hicieron lo posible por establecer términos de competencia que permitiera cambiar esta tendencia autodestructiva. De esta manera, el recrudecimiento de la crisis económica y la violencia política, a partir de 1988, posibilitó el colapso del sistema de partidos, primero, y su posterior desaparición, después.
Al desarticularse el sistema, estas organizaciones mantuvieron aún cierta actividad pero estaban lejos ya de constituir un sistema partidista que exprese no sólo la lucha política sino también la representación ciudadana. Por eso la mayoría de ellas agonizan. En este momento se vive una etapa de transición hacia la constitución de un sistema de partidos, pero con elementos difusos, en la medida que sus propios componentes no logran fijarse como organizaciones políticas estables.
(El Peruano, 28 de Noviembre de 1995)