La imagen de esta realidad, en parte, es la que llevaba a los diversos políticos y partidos, a mostrar un escepticismo o desdén hacía los municipios. Sin embargo, desde 1980, logra triunfar y acceder a dirigir a los distritos más complejos -aquellos de mayores carencias, demandas y expectativas, pero a su vez, los de menores recursos- muchos de los pobladores fundadores de sus barrios. Estamos hablando de los distritos de alta composición popular. Esta situación influyó en la relación, siempre tensa, entre municipio y la organización de los vecinos, que sólo existe en aquellos distritos. La situación se complejizó, en la medida que en la mayoría de dichos distritos, el mismo grupo de pobladores dirigió ambas instituciones.
El ejercicio municipal, obligó a este grupo de pobladores a asumir la administración del gobierno local, relacionándolo no sólo con la organización vecinal, a la que se le asumía como fiscalizadora, sino también con la comunidad en su conjunto, a la que se le asumía como legitimadora. En el caso de Villa El Salvador, pueblo joven fundado en un arenal, en 1971, un grupo fundacional fue gestor principal de la construcción de relaciones sociales fundadas en la organización y participación de los pobladores. A lo largo de algo más de dos décadas, en Villa El Salvador, se crearon cientos de organizaciones sociales, tejiendo una tupida red de relaciones sociales, difícilmente comparable con otros ámbitos de la realidad urbana. En este contexto se fueron creando nuevos sujetos sociales de diversa índole y significación, recreando una forma particular de democracia.
Cuando Villa El Salvador es elevado a la categoría de distrito y aparece el municipio como una realidad estatal, su configuración adquiere perfiles peculiares otorgados por la propia forma que el grupo fundacional entiende la manera de forjar un gobierno local. Es así que en la comunidad, ya no se expresa un rechazo al municipio, como ocurría con Villa María del Triunfo, sino la sensación de estar representados en él.
Todo lo anterior fue reflejado en los dos primeros períodos municipales (1984-1989). Villa El Salvador, donde todos se llaman vecinos, tuvo en el municipio el ordenador del espacio urbano. Nada de ello sería posible sin aquella organización antes señalada, que fue la que resistió la penetración senderista. Las huestes de Guzmán tuvieron que utilizar, ya en el tercer período edil (1990-1992), la más descabellada violencia para sentar presencia y que Villa El Salvador cargara a cuestas el vil asesinato de María Elena Moyano, perteneciente al grupo fundacional. La dispersión y el temor posibilitaron el triunfo electoral municipal, bajo el voto de arrastre, del desconocido candidato del Movimiento Obras. De esta manera, el cuarto período municipal (1993-1995) vio transitar más de cinco alcaldes cada cual acusado por diversos tipos de delitos de función. Carentes de formación, sin organización política que lo respalde y fiscalice y sin la mística de los fundadores, estos eventuales burgomaestres depredaron el municipio y con ello muchos de los planes que tanto costaron elaborar. El domingo 12, la lista que intenta recobrar Villa El Salvador y en donde se congrega el grupo fundacional triunfó largamente. Le espera un distrito con problemas multiplicados, pobladores frustrados, pero también las ganas de recuperar el espacio de sus vidas y el recuerdo siempre doloroso de Maria Elena.
(El Peruano, 21 de Noviembre de 1995)