Que el oficialismo no ha sido derrotado por la oposición también es cierto. Pero, sí ha sido derrotado por un candidato que debía ser independiente, tal como lo quería la opinión pública, según lo mostraron las encuestas de meses atrás.
La propia campaña electoral mostró el nivel de nuestro sistema político. La ausencia de los partidos políticos, salvo la irregular participación de AP, no sólo se debió a la propia incapacidad de los partidos que se encuentran sumamente golpeados, sino también por la draconiana ley que los obliga a conseguir alrededor de 480 mil firmas para ser legalizados. No se quiso partidos políticos en el sistema y así fue. El problema es que esta total ausencia no provocó un asentamiento de otros grupos políticos, absolutamente frágiles en su representación. Si no veamos la también ausencia en la competencia electoral de grupos como Renovación, FIM, MIA, CODE-Perú Posible y el mismo UPP. Peor aun el Movimiento Obras, ganador absoluto de las elecciones municipales pasadas, ha desaparecido. Pero, este espacio dejado por los partidos, que en realidad conquistaron municipios importantes hasta 1993, fue cubierto por nuevas figuras y otras no tantas que provienen, precisamente, de las maquinarias partidarias ausentes y que hoy monitorean nuevas organizaciones.
El triunfo de Andrade es, visto históricamente, entre los más importantes del ciclo del sufragio directo en elecciones municipales. Está a la altura de los triunfos de Bedoya en la década del sesenta, con la diferencia que éste ganó desde la ubicación de partido de gobierno, en tanto Andrade lo hizo como competidor. El mérito es mayúsculo, en la medida que no es nada fácil ganarle al invicto fujimorismo y su aparato estatal.
El perfil del andresismo es sumamente interesante. A partir de su centro de irradiación (Miraflores) logra dominar todos los distritos medios, altos y de balnearios. Pero, con sólo este apoyo jamás hubiera triunfado en el total provincial. Esa fue siempre la historia del PPC. Los distritos en donde ha triunfado Somos Lima, han tenido una tradición básicamente de apoyo populista (Barranco, Punta Negra) y pepecista (Miraflores, San Isidro, Surco, Lince, Jesús María). Del lado aprista sólo consigue uno (Breña) al igual que de la vertiente izquierdista (Villa El Salvador).
Por el lado de Cambio 90/NM la situación es distinta. Su base se encuentra en los distritos semi-urbanos y populares. Pero, a diferencia del caso anterior, con una victoria más abultada en estos distritos hubiera ganado la alcaldía de Lima, como lo hizo IU, en 1983. La mayoría de estos distritos son de tradición izquierdista (Comas, San Juan de Lurigancho, San Juan de Miraflores, Villa María del Triunfo).
La tradición partidaria se manifiesta en los alcaldes electos de ambas listas: del PPC salen los hoy victoriosos Andrade y Kouri, pero además los nuevos burgomaestres de Miraflores y Surquillo, por no contar los derrotados Neuhaus (San Isidro), Kurt Woll (Callao), Cáceda (Surco), Casasa (Surquillo); de AP los alcaldes de Punta Negra, Cieneguilla, Santa María del Mar, Lurigancho; de IU, los de Villa El Salvador, San Juan de Miraflores y Barranco; del APRA, el de Breña. Esto se reproduce en las listas de consejales y en todo el país. En pocas palabras, esta elección pone de manifiesto la fragilidad de las estructuras de representación política. Si bien los partidos no están presentes en la contienda, cuadros importantes de ellos dirigen esta suerte de grupos y listas pequeñas, locales y Ad Hoc, que dibuja una atomización política nunca antes vista en la historia peruana, dejando aún vacío un sistema partidista estructurado como el de la década pasada.