Conforme se fue democratizando la sociedad, el Parlamento se fue legitimando en la medida en que era un cuerpo representativo de toda la sociedad.
Las grandes transformaciones sociales de los siglos XVIII y XIX comprometió también las formas de relaciones en el ámbito político, en donde la burguesía, en oposición a la monarquía absolutista, en Francia y otros países europeos, asumió las riendas de la sociedad y ensanchó los derechos de los ciudadanos al otorgarles el derecho al sufragio y le confirió al Parlamento un rol preeminente en la nueva estructura de la sociedad. En la historia parlamentaria peruana la situación no ha tenido el mismo recorrido. En más de siglo y medio de vida independiente, el Perú ha tenido una historia muy parecida a la del resto de países latinoamericanos; es decir, una constante interrupción de los gobiernos civiles por gobiernos de facto. Desde la independencia peruana, se han sucedido en total 107 gobiernos de variada duración, debiendo haber existido sólo 35 si no se hubieran producido golpes de Estado. El período de mayor vida democrática que ha existido en la historia republicana peruana se inició en 1980, después de doce años de gobierno militar.
A lo largo de la historia republicana peruana, el Parlamento ha jugado un papel destacado en la elaboración de normas, siendo el espacio por excelencia de discusión de los principales temas nacionales. Sin embargo, las pugnas entre grupos, partidos y líderes así como la falta de una clara conciencia de la necesidad de fortalecer las instituciones políticas y mantener el equilibrio de poderes hizo que muchos Parlamentos se deslucieran. Ello se debió, en muchos casos, a los enfrentamientos con el ejecutivo, cuando éste carecía de mayoría, o por la subordinación al mismo, cuando coincidían en el color político. Esta dinámica no permitió que el Parlamento ejerciera plenamente sus facultades, distorsionándose éstas ante la opinión ciudadana. Además, es importante señalar que la composición de un Parlamento, generalmente, se constituye sobre la base de una mayoría y una minoría sin que ello constituya un enfrentamiento continuo, pues en un sistema democrático convive un elemento de dirección -la mayoría y otro de crítica y control -la minoría-.
Por otro lado, se sostiene que el Parlamento manifiesta una crisis institucional a nivel mundial, la cual se intenta solucionar. Los partidos políticos, soportes y medios de representación para llegar a él, no han sido ajenos a esta crisis. La crisis de estas instituciones se ha manifestado en países tan distintos como Japón, Italia, España, Francia, Ecuador y Venezuela. Indudablemente entre un país y otro la crisis adquiere diverso grado y su resolución, viene facilitada por la fortaleza de aquellas mismas instituciones, que tienen mecanismos para afrontarla. Asimismo, la tradición democrática de muchos países permite soportar las fuerzas que presionan hacia una quiebra del orden constitucional. Evidentemente, si no existe fortaleza de las instituciones y tradición democrática interiorizada, tanto por la ciudadanía y la élite política, una situación de crisis puede ser sumamente peligrosa para la vida de un Parlamento. Bajo estas consideraciones la ciudadanía adquiere y moldea una imagen del Parlamento un tanto confusa y otro tanto errada. Si las funciones, roles y fueros se encuentran poco limitados y claros, la imagen del Parlamento no puede ser otra. Revertir esta imagen es una de las tareas más delicadas de nuestro novísimo Parlamento unicameral. De ella depende también el afianzamiento de nuestra democracia.
(El Peruano, 27 de Setiembre de 1995)