Hasta aquel mes, la larga e intensa contienda electoral se libraba entre el opositor Fredemo y el gobiernista PAP. Cuando todo hacía presagiar el triunfo fredemista hizo su aparición este modesto candidato que, sin embargo, iba progresivamente encarnando aquello que sólidamente se había impregnado en la mentalidad popular de un numeroso sector de la población: independencia política e imagen de eficiencia. Dos elementos claves por los que se canalizó aquellas aspiraciones que no se expresaban en ninguno de los dos candidatos antes nombrados. De esta manera Fujimori, en veloz carrera, fue ganando, adhesiones electorales en oleadas sucesivas. Cuando finaliza la primera vuelta Fujimori se ubica en mejor posibilidad de ganar, en vistas de la segunda vuelta, a los electores que no habían votado por él. Así fue como logró, luego de dos meses de campaña, contando con el voto izquierdista y aprista, un abrumador triunfo sobre el Fredemo. En aquella oportunidad, sin embargo, se trataba de la captación de un voto contra Vargas Llosa más que un voto positivo hacia él. Pero el origen de este voto prestado, fue el trampolín con el que Fujimori desarrolló una práctica muy personal: la crítica al sistema político y de partidos. Dos años en los que combinó política neoliberal y crítica implacable contra las instituciones políticas- desprestigiadas e ineficientes- fueron suficiente para ganarse la adhesión de aquellos sectores que durante una década habían apoyado a los partidos. El apoyo al golpe de 1992 no hizo sino demostrar lo anteriormente señalado. La captura de Abimael Guzmán y la derrota de su línea política afirmaron esta tendencia. De esta manera, el triunfo electoral de Fujimori, a inicios de la década, no era más que una manifestación de algo mayor: la construcción de un liderazgo autoritario y personalista contra los partidos políticos y toda institucionalidad democrática.
Fujimori como todo líder autoritario requiere de la concentración del poder y la perpetuación en él. Ese fue uno de los objetivos del golpe y la Constitución de 1993. En esta pugna contra los partidos políticos -que no lograron promover una propuesta común, salvo en el Referéndum- logró dividirlos y derrotarlos en forma consecutiva. A mayor derrota de los partidos mayor era el triunfo de Fujimori.
Los éxitos en materia económica y política antisubversiva fueron los pilares de todo el primer período de gobierno y razón más que suficiente como para mantener un alto respaldo ciudadano. La combinación de éxitos en los nudos problemáticos de una sociedad y la gran ventaja que tiene un presidente-candidato en elecciones, hacen casi imposible un traspiés para conseguir un segundo mandato consecutivo. Sin embargo, al inicio de este segundo período la votación de Fujimori, que se encuentra ligeramente por encima de aquella obtenida en la segunda vuelta de 1990, tiene la particularidad de ser un voto positivo hacia él y ya no más un voto prestado.
Según se puede observar en el cuadro, de los últimos cinco procesos electorales, sin contar las elecciones municipales de 1993, Fujimori ha obtenido los mayores respaldos allí donde ha intervenido directamente. Si comparamos la votación de esta última elección con los resultados del Referéndum, en esta oportunidad triunfó en todos los departamentos incluso en aquellos en los que había perdido la propuesta fujimorista por el Sí, como Amazonas, Apurímac, Cajamarca, Cusco, Huancavelica, La Libertad, Lambayeque, Loreto, Madre de Dios, Moquegua, Piura, Puno, Tacna y Tumbes. Lugares en los que concentró gran parte de su política populista de obras a lo largo de los últimos dos años en vista de la reelección. Si en el Referéndum, Lima le otorgaba un respaldo superior a las provincias en esta oportunidad las provincias, particularmente de los sectores de la sierra empobrecida, le otorgaron un respaldo mayor que el limeño. Tiene su más bajo porcentaje en el Norte del país pese a lo cual obtiene un triunfo mayoritario, infligiendo la primera derrota histórica al PAP en La Libertad y Lambayeque lugares en donde jamás había sido derrotada una candidatura aprista. Un segundo aspecto a destacar es la votación, también abrumadora, que consigue en todos los estratos sociales en la ciudad de Lima y en forma particular en los distritos populares. Lo anterior supone que Fujimori ha logrado restar y ganar para sí el apoyo electoral que ostentaban los partidos políticos quienes eran anteriormente fuertes en la sierra y sur del Perú (izquierda), norte (PAP), oriente (AP) y Lima (AP y PPC).
La alta votación de Fujimori, más que nunca evidencia un apoyo a su figura y en ningún caso a la agrupación política que lo apoya siendo el caso estrictamente al revés, su lista parlamentaria existe gracias a su apoyo. Respaldos como este si bien pueden otorgar triunfos impresionantes carece de la particularidad de ser adhesiones firmes, siendo básicamente pragmáticos.
(El Mundo 13 de abril de 1995)