Señalamos en un artículo anterior que uno de los primeros problemas que tenía que enfrentar Fujimori en esta competencia electoral era el tratar de neutralizar a la oposición. Esta, en su mayoría, llamaba a votar viciado o en blanco, en vista del rechazo a un CCD que nacía viciado. La experiencia histórica y comparada en otros países, muestra que este tipo de consigna tiene dificultades, particularmente cuando el gobierno, que dirige las elecciones, tiene una aceptación ciudadana importante. Los resultados finales indican que el ausentismo ha llegado a un nivel muy alto: 28%. Es el mayor en elecciones nacionales. Se han dado casos en que este porcentaje ha sido superado (1980 y 1983), pero se debió a elecciones municipales, que tienen otra lógica y otros componentes que explican este fenómeno. El hecho de realizarse con el Registro Electoral antiguo (1962), y el llamado a boicotear las elecciones y no votar por parte de Sendero Luminoso y el MRTA.
Si este porcentaje lo comparamos con el registrado en el 90, se observa que el ausentismo se ha incrementado en un 40%. Es decir, sube de 20 a 28%. El incremento alarmante es mayor en los departamentos de la selva, en el Alto Huallaga. Aquí sí pueden tener influencia las acciones de los grupos armados. También mantienen porcentajes muy altos en el área andina deprimida y en las zonas de emergencia (Junín, Ayacucho, Huancavelica, etc.). En estas zonas no todo es atribuible a los grupos armados. Hay otros problemas como la falta de depuración regular del registro electoral, la apatía, desinterés y falta de información sobre el proceso electoral. A ello habría que agregar que la distribución de los locales electorales se dio en algunos casos en lugares alejados de las poblaciones. La dispersión poblacional en las zonas rurales y de la selva explica también el ausentismo.
De otro lado, hay que estimar el diferente significado político de los votos nulos y blancos. En 1990 y 1985, tenían valor, sólo en la medida que se utilizaban para definir los porcentajes de los votos válidamente emitidos y señalar los candidatos para la segunda vuelta. En esta oportunidad ha sido la consigna del Apra, PUM, Unir, particularmente; y AP, Partido Libertad y PCP, tangencialmente. Quizá por ello las cifras de nulos y blancos aumentaron en porcentajes importantes. Veámoslas por separado. Por ejemplo, en las dos vueltas electorales de 1990, los votos nulos tuvieron porcentajes que superaban ligeramente el 7%; alrededor de 600 mil votantes. En aquella elección, participaron todos los partidos políticos grandes en la primera vuelta; el Fredemo y Cambio 90 en la segunda. Estando hoy, la mayor parte de estos partidos en la oposición extraparlamentaria, los votos nulos han aumentado al 19.8%. Se ha triplicado su número, llegando a más de 1 millón 600 mil votantes. Es el porcentaje más alto de la historia electoral peruana.
En relación a los votos en blanco, los porcentajes se mantienen dentro de los niveles históricos. En algunos momentos han sido ligeramente más altos (primera vuelta de 1990, 1985 y 1988). O más bajos (segunda vuelta de 1990, 1986 y 1978). Lo interesante es lo siguiente: puede haber porcentajes mayores o menores según las circunstancias de cada elección pero, en esta oportunidad, se conjuran todas. Ello permite el ejercicio de sumar -con todas las reservas del caso- el número de electores que votaron viciado, en blanco y los ausentes. No los porcentajes, por que pertenecen a universos distintos, sino los números absolutos. Así el número se elevó a 5’124,315, que representa el 45% del total de electores inscritos. Esta cantidad de votantes es muy superior a la cantidad de adherentes de Nueva Mayoría/Cambio 90, que suman 3’073.717. Es la primera vez que sucede algo parecido. No fue así con Alberto Fujimori y Alan García en las elecciones de 1990 y 1985, respectivamente. Estos superaron esa sumatoria. Asimismo, en otras oportunidades, la suma de votos nulos y blancos estuvo por debajo de los porcentajes obtenidos por otros partidos que ocuparon los segundos y terceros puestos. Así tenemos que el total de nulos y blancos fue inferior a la votación de Mario Vargas Llosa, Fujimori y Alva Castro en la primera vuelta del 90. También lo fue en relación a IU y el PAP en 1986; Alan García y Barrantes en 1985; IU y PAP en 1983; AP, PAP e IU en 1980; Villanueva del Campo y Fernando Belaúnde en 1980; PAP y PPC en 1978. Por el contrario, en 1992, para el CCD, los votos nulos y blancos suman 1’947,815, cifra que sólo es superada por Nueva Mayoría/Cambio 90. Aunque hay que anotar que en Ancash, Ayacucho, Cusco, Huancavelica, Puno y San Martín la suma de blancos y nulos supera a la lista oficialista. Asimismo, esta suma es muy superior al resto de partidos competidores, el segundo de los cuales, el PPC sólo llega a 615,093 votos.
La competencia real ha sido, pues, entre el oficialismo y la oposición que no participó en la elección. Por eso se puede señalar que si bien los votos nulos y blancos no han tenido un significado electoral legal pues no suman los 2/3 de los votos emitidos, adquieren, en cambio, un significado político claro. El gobierno y su lista debieron disminuir estos porcentajes a niveles menores para demostrar en toda la línea la derrota de los que considera los partidos tradicionales. Eso no sucedió. Los partidos competidores en las elecciones no representaron ningún peligro para el triunfo electoral de la lista oficialista. Esta los derrotó en todos los departamentos (con casi la mitad de los votos válidos), logrando sus mejores porcentajes en la costa, selva y sierra norte. Estos partidos están muy lejos del porcentaje alcanzado por Nueva Mayoría-Cambio90. Entre el segundo y último de los partidos, que ocupan algún escaño en el CCD, el rango varía escasamente entre el 10% y 2%. Eso antes no se ha dado jamás. Así, el PPC, con el 9.8%, a quién alguien llamó el verdadero ganador de las elecciones, está por debajo de su porcentaje histórico de comicios anteriores en los que se presentó solo. En el 78, con votos populistas, llegó a obtener casi el 24%. En cambio solo, obtuvo 9.6% en el 80; 11% en las municipales del 80; cerca del 14% en el 83; 11.8% en el 85; 14.6% en el 86. Salvo Huancavelica (por la alta votación de Rafael Benavides), en el resto del país el PPC se sigue asentando en la costa urbana y parte de la selva. Allí probablemente se a visto favorecido con los votos populistas. No logró, en definitiva, captar los electores de Libertad y AP, supuesto mercado potencial de los pepecistas.
El FIM, que se colocó tercero, obtiene porcentajes importantes en algunos sitios por presentar candidatos con liderazgo local, como Carlos Cuaresma (Cusco) u Olivera en las ciudades mayores (Lima, Chiclayo, Piura). Le sigue Renovación con votos prestados de Libertad, de allí su mejor votación en Lima, Arequipa y Callao. A diferencia de lo que pensaban algunos el apoyo económicamente importante del Opus Dei ha pesado poco. Por su parte, Barba Caballero, de Coordinadora Democrática, logró el apoyo de votos apristas y obtuvo adhesiones en los casos del sólido norte (Tumbes, Piura, Lambayeque y La Libertad), Ica y Loreto (donde pesó el local Jorge Donayre con 70%). El MDI, como parte representante de la izquierda que participa, obtiene un voto militante menor que el de IU en 1990 (8.2%) y sólo alcanza un 5.4% en estos comicios. Esto le sirve para sobrevivir solitariamente en el CCD. Sus mejores votaciones se encuentran en Cusco (Julio Castro) y Moquegua (Julio Palacios), así como en algunas regiones con antigua presencia izquierdista. La actuación del FNTC es la misma que la década pasada. Su presencia regional (Puno, Cusco, Arequipa), le permite elevar a Roger Cáceres como el único parlamentario que está en el hemiciclo desde 1956. Todo un record. El Frepap, sostenido por su secta religiosa, logró -por fin- colocar parlamentarios con el apoyo de las zonas deprimidas de la selva y sierra. Finalmente, el SODE con su solitario representante, decepcionó a todos. Estos son pues los contornos de una elección que creó sólo ilusiones en los candidatos, más no en los electores.
(Caretas, 10 de Diciembre de 1992)