1. "El importante incremento aprista". Para cualquier atento analista a estas alturas en que muchos han cambiado entre las elecciones municipales del 83 y las actuales ya no es válido hacer una comparación sólo entre ellas, sin tener en cuenta las generales del 85. De tal manera que si se coteja la votación del Apra con estos referentes podemos afirmar rotundamente que no existe un incremento, sino por el contrario, como era previsible, una disminución tanto en Lima como a nivel nacional. En la capital metropolitana, si bien es la primera vez que gana en municipales, reduce su votación en un 50% a un 35% lo que quiere decir una pérdida importante del 15% de aquellos que respaldaron a Alan García en abril del año pasado, logrando triunfar en 37 distritos de la gran Lima descendiendo en esta oportunidad en 20 de ellos. Igualmente, en muchas ciudades capitales de departamentos el Apra disminuyó a pesar de ganar municipios, como son los casos de Chiclayo, Lima, Cusco, Huancayo, siendo el caso más clamoroso el de Trujillo, cuna del aprismo, donde pasó del 77% en el 85 al 60% en la actualidad, las más baja de las últimas décadas. Existe por lo tanto un triunfo aprista en Lima y a nivel nacional, un triunfo político con descenso electoral.
2. "El triunfo de Del Castillo es por mérito propio". Si hay algo más claro que la ira de Bedoya, es que el APRA ganó en Lima a pesar de Del Castillo. El voto aprista está lejos de haber sido conseguido por su juventud, humildad, fidelidad y capacidad de trabajo del candidato como sostienen los voceros y escribidores oficiales en forma, tan poco convincente, como la sonrisa de Del Castillo. Este triunfó, porque fue el candidato del Apra, partido de gobierno con la más importante experiencia e historia electoral de todos los partidos en competencia y que mantuvo por lo general una importante votación. Gobierno que, a su vez, tiene un presidente carismático, que mantiene la iniciativa política, que le orquestó inteligentemente la campaña ocultándole, en parte, las deficiencias intrínsecas del nuevo alcalde. Es posible que otro candidato mejor no hubiera hecho trajinar tanto al presidente, que tendrá que mantener ese ritmo ahora que va a tener a Del Castillo de vecino de palacio. Por otro lado, los errores del resto de candidatos no permitieron una mayor fuga de votos que el nuevo alcalde promovía en cada uno de sus desaciertos. El voto por él es pues un voto cerrado y militante del Apra sin consideraciones de su escaso liderazgo. Allí radica su fortaleza y su límite.
3. "En elecciones intermedias el partido de gobierno siempre disminuye". El Apra ha sido incapaz de convertir un voto de estado de ánimo, de esperanza como el otorgado a Alan García en el 85, en un voto más orgánico y programático. La capacidad de endose del presidente existe pero no de la envergadura que se suponía, aunque sí lo suficiente como para dar un impulso de último momento al candidato de Lima (algunas encuestas han calculado que su intervención persuadió a un 5 % del electorado a votar por el Apra). Los apristas sostienen que la disminución se debe necesariamente a que son elecciones intermedias y por haber transcurrido algunos meses de gobierno. Eso no siempre es así. En el 63 la alianza AP-DC pasó del 39% de apoyo a Belaúnde a un 46% en las municipales de aquel año y repitió el mismo porcentaje tres años después. No hay, por lo tanto, una causalidad entre un tipo de elección y otra que implique necesariamente en disminución.
(La República 12 de Noviembre de 1986)