A partir del desconocimiento de las tendencias electorales, hoy es recurrente escuchar que el Perú electoral se divide en tres tercios: derecha, centro e izquierda. En esta oportunidad, a raíz de las encuestas, la división permanecería inalterada. La situación no es tan simple como parece, ni la participación electoral es siempre la misma. Desde 1978, con ocasión de los comicios a la Asamblea Constituyente, se inició el ciclo electoral, que prosiguió con las elecciones generales en mayo de 1980 y municipales en noviembre del mismo año. Tres años después, en 1983, se repitieron las municipales y en abril del año pasado volvimos a someternos a la consulta presidencial. Para apreciar mejor el recorrido de las cuatro principales agrupaciones políticas peruanas hemos construido dos gráficos. En ellos podemos apreciar que las elecciones del 78 fueron altamente competitivas, con un APRA triunfador con su clásica votación (36%), seguida de una izquierda dividida en cuatro listas, que obtiene sin embargo la más alta votación de su historia (29%) y finalmente un PPC, único representante de la derecha AP decidió abstenerse como en esta oportunidad, que obtiene la mejor votación que se le recuerda (24%). En la elección presidencial de 1980, la primera después de 17 años, la presencia de AP altera significativamente los resultados anteriores, ya que obtiene una notoria votación, restándole adhesiones al PPC, izquierda y APRA, en ese orden. El primer quinquenio democrático pone de manifiesto así que el asentamiento del centro – derecha a expensas de su extremo, el PPC, y la izquierda, significó que la lucha democrática de la década pasada fue catalizada por la salida burguesa liberal.
La derecha demuestra, en su versión del PPC, incapacidad de convertirse en un partido de asentamiento nacional significativo. Así lo demuestra su votación que fluctúa entre el 9% del 80 al 14% en el 83. Es una agrupación que ha demostrado, reiteradamente ser limeña, a pesar que nunca logró vencer en la capital. Su estancamiento, como se observa en los gráficos, es notorio. Completando el panorama de la derecha se encuentra AP. Su caída es estrepitosa tanto en Lima como a nivel nacional. Pocas veces una agrupación ha tenido un descenso tan drástico, que lo coloca al borde de la insignificancia electoral, pasa de un 45% el año 80 a un 7% el año 85. En Lima su descenso llega al 4%. Este recorrido muestra a un partido que llegó al poder en 1980 empinándose en el vértice de circunstancias muy particulares antimilitarismo, división de la izquierda y crisis de dirección aprista; pero que la repetida experiencia de fracaso gubernamental lo dejó huérfano de apoyo. Por lo acontecido en los últimos años, esta tendencia parece irreversible. Situación distinta ha recorrido la izquierda. Luego de una frustrante participación en las presidenciales de 1980, funda Izquierda Unida, que le permite recuperar apoyo en las subsiguientes elecciones. Su votación fluctúa entre el 24% al 30% que la colocan como la segunda fuerza electoral, pero que parece encontrar su límite al supeditar en forma sostenida su participación electoral a la actuación de Barrantes. El APRA, por su lado, muestra el rango más alto entre los cuatro partidos: fluctúa entre el 23% al 53% de los votos válidos. Ha ganado en tres de los cinco procesos electorales señalados, pero nunca ha ganado una elección municipal en Lima, incluso si contamos los procesos de los años 60.
A partir de lo anteriormente analizado podemos señalar que la derecha, que inició la década con un buen respaldo electoral, representa la minoría, tanto limeña como nacional. El PPC posiblemente aumente su votación en provincias, ante la ausencia de AP, pero es seguro que permanecerá en el tercer lugar. Salvo en Lima, el único lugar importante que puede pelear el primer lugar, dista de ser una alternativa real. Si no incrementa su respaldo en noviembre, la derecha buscará su reemplazo. En cuanto a la izquierda, es posible que recupere un porcentaje de su votación, especialmente en Lima, a costa de la disminución aprista. Por el trabajo en la administración municipal y como fuerza política de enraizamiento popular, tiene la más clara posibilidad de triunfo. A nivel nacional es muy difícil que gane, pero sí en algunas provincias importantes. Finalmente para el APRA, al no contar con un catalizador del voto como Alan García, un triunfo en Lima es dudoso y a nivel nacional su disminución es segura. Aunque podría mantenerse primero, no habrá un respaldo abrumador como en el 85, a menos que a última hora el electorado considere que la votación por el APRA es un respaldo al gobierno, situación que por ahora no parece estar presente. De esta manera las diferencias, especialmente en Lima, parecen acortarse y es posible que la polémica de Intercampus decida, como en el 83, el ganador de noviembre.
(La Crónica 26 de Octubre de 1986)