En el año 1981 existían apenas 131 Institutos de Educación Superior Tecnológica (IEST) en todo el Perú. Pero para el año 1990, ya eran 300. Durante los años ochenta, el número de IEST crecía a una tasa promedio anual de 7,8%, un ritmo vertiginoso si se toma en cuenta que, en aquella década, las universidades pasaron de 36 a 52, es decir, crecían a una tasa de 3,4%.
Recordemos que la década del ochenta fue llamada la “década perdida” para la región, en razón de la aguda crisis económica y la pobreza que vivimos, y que en nuestro país estas condiciones se amplificaron a causa de la violencia.
Durante la década de los 90 continuó la multiplicación de los institutos a un ritmo similar, pero entrando al nuevo milenio, el ritmo de crecimiento se redujo y hasta podría pensarse que se llegó a un “techo” a partir del año 2009, con lo que hoy tenemos alrededor de 750 institutos (ver gráfico).
Conviene mencionar que, aunque deja de crecer el número de institutos, la matrícula en ellos no ha dejado de hacerlo sostenidamente durante los últimos quince años, pasando de 200,000 estudiantes en 1998 a más de 350,000 en años recientes.
En el caso de la Educación Técnico Productiva (que es como se llama hoy a lo que antes era la Educación Ocupacional) también se registra una tendencia al crecimiento de Centros de Educación Ocupacional (CEO) durante los años 90. Pero apenas se inicia el nuevo milenio, el número de estos Centros de Educación se queda alrededor de los 2,000 y a partir del año 2009 se diría que tiende a descender. Lo mismo ocurre con su matricula que llega a descender a cerca de 230,000 alumnos en el año 2012.
¿Nos quedaremos cerca de esas cifras durante un tiempo? ¿Por qué se detiene el crecimiento de este tipo de instituciones educativas después de pasar la frontera del año 2000 y hasta dónde puede descender?
La oferta de Educación Superior Tecnológica y Técnico Productiva crecía en las últimas décadas del siglo pasado por presión demográfica y porque la población con educación secundaria había crecido décadas atrás. Hoy en día más gente logra terminar su secundaria con lo que ha aumentado la población en capacidad de optar por educación superior. Este puede ser un factor que contribuya a explicar por qué la matricula en los IEST continúa creciendo mientras que la de los Centros de Educación Técnico Productiva (CETPRO) está en descenso.
También es bueno recordar que antes los CEO “competían” de alguna manera con los IEST pues ofrecían formación de ciclo superior como en el caso del PROMAE Rímac que capacitaba técnicos en prótesis dental con gran éxito. “En el CETPRO San Luis –nos explica su directora Amparo Ibarra-, se ofrecían por ejemplo varias especialidades de salud, del ciclo superior, que tenían mucha demanda y que poco a poco se fueron cerrando. Hoy nos hemos quedado solo con lo que más demanda el mercado.” En el 2006 el CETPRO San Luis ofrecía diez especialidades y hoy se limita a cuatro. Conviene precisar que los CETPRO grandes como el San Luis, que ofrece formación de ciclo medio, son los menos. La mayoría de CETPROs ofrecen solo cursos del ciclo básico, que suponen alrededor de 150 horas y muchos de ellos funcionan con serias deficiencias de infraestructura y equipamiento.
De alguna manera, ha habido también un freno institucional al crecimiento descontrolado de la oferta de educación técnica con los procesos de reconversión de CEO a CETPRO que se inician alrededor del 2005 (después que la Ley General de Educación del 2003 estableciera la Educación Técnico Productiva) y con los procesos de revalidación de funcionamiento de este tipo de instituciones impulsados por el Ministerio de Educación, que llegó incluso a detener la autorización de nuevas instituciones durante la gestión del gobierno pasado.
Pero sin duda, existe un factor económico que explica en gran medida este fenómeno. Desde hace más de diez años el Perú vive un ciclo de crecimiento sostenido de sus indicadores macroeconómicos que ha contribuido a reducir la pobreza, especialmente en áreas urbanas. Hoy en día, los peruanos gastan más en educación que antes. Según el INEI, los hogares destinaban en 1994 el 5% de su gasto a servicios de enseñanza (pensiones y matrículas) en los diferentes niveles educativos y actualmente asignan el 9%. Las pensiones de enseñanza universitaria y no universitaria encabezan la lista de productos que subieron su participación en el gasto de consumo familiar de la canasta confeccionada por el INEI con base al 2009, respecto a la que tenía base en el año 1994.
Pero además, la última gran reorientación de la economía peruana ocurrió en los 90 y lo que hizo fue poner al mercado en el gobierno incluso de la educación, con lo que esta poderosa “mano invisible” ha trasladado la demanda social por educación hacia la educación superior universitaria (prácticamente todos los jóvenes en el Perú prefieren ir a la universidad) con el resultado que hoy todos conocemos: la proliferación de universidades más “económicas”, de poca calidad y con cada vez mayor alumnado.
La Educación Técnico Productiva, dirigida en el Perú a personas con menos recursos económicos, ha sido la primera en ver caer su demanda social. La oferta de Educación Superior Tecnológica deja de multiplicarse pero sigue creciendo en su matricula porque hay cada vez más egresados de secundaria que pueden elegir seguir estudios superiores y porque aun subsiste un gran porcentaje de peruanos que no puede pagar una universidad o dedicarse cinco años al estudio.
¿Es malo que el número de estas instituciones se limite? En términos de gestión educativa, menos es más. Es decir, es mejor tener un número controlado y no muy grande de instituciones, especialmente públicas pues eso multiplica los recursos por unidad. Pero lo importante es mejorar la calidad de la oferta que existe. Ya sabemos que en 1996, el 53% de los CEO y el 42% de los Institutos tenían serias deficiencias de calidad. No importa tanto el número sino más bien asegurarse que los que queden ofrezcan una educación de buena calidad.
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