Cuando se estudia el mercado laboral se tiende a pensar que se trata de un mercado homogéneo, al que concurren ofertantes y demandantes con similares características e iguales condiciones. Pero en el Perú no existe un único mercado laboral. Atendiendo al grado de formalidad de las empresas que buscan mano de obra, y a la relación que traban los trabajadores con ellas, existen al menos dos mercados laborales: uno al que podríamos llamar más “formal” y otro más “informal”. Evidentemente la calidad del empleo que circula en cada uno de estos mercados es diferente, desde el tipo de contrato hasta los ingresos.
Un estudio reciente de Miguel Jaramillo y Bárbara Sparrow (Crecimiento y segmentación del empleo en el Perú, 2001-2011. GRADE, agosto de 2014) se aproxima a este tema. Allí se define la segmentación del mercado laboral como la “división de los mercados laborales en submercados separados distinguidos por sus características y reglas conductuales. En el caso del Perú, la segmentación del mercado laboral se presenta a través de los acuerdos laborales formales e informales.” (p.9).
El mencionado estudio explica que una primera dificultad para tocar este tema es que existe más de una definición de “informalidad”. Allí se opta por utilzar dos definiciones. La primera definición (asociada a la que propone OIT en 1982) considera trabajadores informales a los asalariados que trabajan en empresas informales o empresas de 10 o menos trabajadores. También son informales los trabajadores independientes sin educación superior.
En la segunda definición (más acorde con las propuestas actuales de OIT centradas en la protección de los trabajadores) se considera trabajadores informales a todos aquellos que no tienen beneficios para la salud. Aquí se incluyen, además, a los trabajadores domésticos y a los familiares no remunerados, independientemente de su acceso a beneficios sociales.
El estudio de Jaramillo y Sparrow comienza por mostrar -con abundante información estadística- la influencia de los cambios demográficos en el Perú sobre el mercado laboral (el llamado “Bono Demografico”): la reducción del tamaño promedio de los hogares, la caida de la tasa de dependencia y el crecimiento de la población en edad de trabajar, y por lo tanto, la expansión de la fuerza de trabajo (de la PEA, es decir, personas trabajando o buscando trabajar) lo que ciertamente es un desafío para el país. Todos estos cambios son favorables para que los hogares peruanos aumenten sus ahorros y una oportunidad para las familias y el Estado para invertir en capital humano.
El estudio encuentra que el mercado laboral peruano ha respondido a este desafío y ha tenido un desempeño positivo durante la primera década del siglo XXI pues la tasa de empleo (la proporción de la Población Ocupada sobre la Población en Edad de Trabajar) ha aumentado en 6,9 puntos porcentuales, mientras que la fuerza laboral (la PEA) solo aumentó en 5,9 puntos porcentuales. Esto se tradujo en una reducción de las tasas de desempleo y subempleo y en ciertas mejoras en los indicadores de calidad del empleo.
El mercado laboral peruano ha venido pues absorviendo la creciente mano de obra. Resulta interesante destacar que, según niveles educativos, la tasa de empleo que más creció ha sido la del grupo de trabajadores con educación secundaria (6,8 puntos porcentuales), lo que significa que el mercado laboral está demandando a los grupos con mayor aumento de fuerza laboral. Pero significa también que estos trabajadores que solo alcanzan a completar la educación secundaria –y que son la mayoría hasta ahora- ya deben haber desarrollado ciertas competencias para el trabajo al culminar su Educación Básica.
Estos hallazgos concuerdan con los resultados obtenidos en el estudio que hicimos en el Callao algunos años atrás (Demanda laboral y oferta formativa en educación técnica productiva en la Región Callao. SINEACE, 2014). Allí se podía observar que la demanda de ocupaciones de nivel técnico había aumentado para trabajadores en el sector asalariado: obreros de manipulación de mercancía y choferes montacargas y otras ocupaciones ligadas al transporte y almacenamiento, la construcción y la industria metalúrgica.
Pero también encontramos en esta región una creciente demanda de peluqueros, por ejemplo, en el sector del autoempleo. Así pues, ahora podemos confirmar que, en un contexto de crecimiento general de la demanda laboral, el aumento de la demanda ocurre en todos los segmentos del mercado laboral, tanto en el formal como en el informal.
Por supuesto, también observamos para el caso del Callao, tal como concluyen Jaramillo y Sparrow con datos a nivel nacional, que aunque mejoran algunos indicadores de la calidad del empleo (acceso al seguro de salud y a un sistema de pensiones) y tienden a disminuir las condiciones de informalidad , ésta sigue siendo significativa y la segmentación del mercado laboral un rasgo notoriamente presente.
Para nosotros fue muy interesante descubrir que existía un aumento de la demanda laboral en diferentes segmentos del mercado. Evidentemente, hay que fijar políticas que procuren estimular el crecimiento de la demanda de empleos de mayor calidad.
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