El informe de OIT del 2013 comienza mostrando un panorama general de la crisis del empleo juvenil en el mundo. Crisis que se puede apreciar en el incremento de la tasa de desempleo juvenil, que había descendido a 12,3% en 2011 y aumentó de nuevo hasta el 12,6 % en 2013, afectando a 73,4 millones de jóvenes entre 15 y 24 años de edad.
Pero luego, el informe precisa que esta crisis se ve también reflejada en la menor calidad del empleo de los jóvenes. Ya no hay “empleos seguros” para los jóvenes, especialmente en las economías en desarrollo. Se trata de empleos temporales, por horas, con bajos ingresos y en condiciones de informalidad.
El informe usa cinco indicadores para medir la calidad del empleo: salario, calificaciones, estabilidad, formalidad y satisfacción con el puesto de trabajo. El Perú, considerado un país de ingresos medios superiores según el Banco Mundial, registra indicadores de mala calidad del empleo similares a los de otros países de bajos ingresos como Camboya o Liberia. Sin embargo, paradójicamente, un alto porcentaje de jóvenes peruanos declara estar satisfecho con su trabajo, lo que OIT interpreta como que le conceden más importancia a tener un empleo que a la calidad del mismo.
Por otro lado, dentro de esta crisis de la calidad del empleo juvenil, la OIT destaca el problema del desajuste de competencias. El exceso de competencias de algunos jóvenes coexiste con la escasez de competencias de otros. Existe un desfase entre la formación adquirida y el empleo realizado.
Según el informe de OIT, existen dos tipos de desajuste. El primero de ellos se define en función del nivel educativo adquirido por los jóvenes. De este modo, se tiene “sobre educación” cuando el nivel educativo logrado por el joven excede la calificación que requiere el puesto de trabajo que desempeña (y, por lo tanto, subutiliza sus capacidades). Y a la inversa, existe “sub educación” cuando la ocupación exige competencias que los jóvenes no poseen. Este desajuste se mide asignando niveles educativos a los grandes grupos ocupacionales. Así, por ejemplo, se espera que los gerentes y personal directivo del sector público o privado, profesionales, científicos y también los técnicos hayan pasado por la educación superior o terciaria.
El segundo tipo de desajuste ocurre entre las competencias que demandan los empleadores y aquellas que han desarrollado los jóvenes. La menor cantidad de empleos disponibles en épocas de crisis económica hace que los jóvenes se vean obligados aceptar trabajos en sectores u ocupaciones para las que no tienen las competencias necesarias.
El informe de OIT encuentra que hay una tendencia a que los jóvenes de países con economías avanzadas estén más expuestos a la “sobre educación” que los trabajadores mayores de 30 años de edad. En ese sentido, el Perú se comporta como estos países de economías avanzadas pues en el mercado de trabajo juvenil nacional urbano, los jóvenes “sobre educados” representan el 30,3% de los jóvenes trabajadores ocupados (este dato fue tomado de la publicación de Rosa Ana Ferrer: Transiciones en el mercado de trabajo de las mujeres y hombres jóvenes en el Perú, OIT, julio 2014). El crecimiento descontrolado de la oferta de educación superior universitaria debe haber contribuido a generar esta situación de “sobre educación” de los jóvenes peruanos.
En el caso de los países con economía en desarrollo, la OIT ha comenzado a aplicar encuestas que dan cuenta de la transición de la escuela al trabajo que experimentan los jóvenes. Los jóvenes de estos países no siempre logran pasar de la escuela a un empleo estable y muchos permanecen confinados en la actividad informal.
Una de las líneas de políticas que propone el informe de OIT pone el acento en “educación y formación que faciliten la transición de la escuela al trabajo y supongan un freno contra el desajuste de las competencias”. Aquí aparece entonces la importancia de formar competencias para la empleabilidad: “para satisfacer los requisitos del mercado de trabajo, las estrategias de formación y de desarrollo de las competencias deben garantizar la inclusión en los programas de formación tanto de competencias técnicas como [de competencias] esenciales para la empleabilidad (por ejemplo, comunicación, trabajo en equipo y competencias relacionadas con la resolución de problemas) que sean transferibles entre ocupaciones, empresas y sectores.”
Evidentemente, la formación de estas competencias para la empleabilidad debe comenzar en la escuela y debe evaluarse y registrarse.
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