INFORMALIDAD Y VOTO

Con los sucesivos ajustes de los años 80, ser incorporó al análisis y la discusión política, la categoría de la informalidad. La aproximación más simplista o descriptiva fue la que definía a las actividades informales como aquellas que se desarrollaban en el margen, sin autorizaciones, sin atender a regulaciones y por cierto, sin pagar impuestos. En un plano más explicativo, algunos analistas señalaban que la proliferación de la informalidad era resultado de la contracción del mercado laboral que había obligado a muchos trabajadores a autoemplearse o aceptar empleos precarios. Otros en cambio, advertían que la informalidad era la punta de un emergente capitalismo popular que luego ha sido reconocido como emprendedurismo, y la condición de informalidad solo delataba la disfuncionalidad del Estado respecto a la iniciativa privada.

Como suele ocurrir, ambas aproximaciones tenían su parte de verdad. Muchas personas habían sido expulsadas de los empleos formales que siguieron a la desindustrialización de los 80 y 90, y debieron emplearse como mil oficios. Otros ni siquiera pudieron conseguir un lugar entre los empleos formales y debieron comenzar a trabajar por su cuenta o ser reclutados por negocios marginales. Pero también es cierto que entre quienes emprendieron actividades generadoras de ingresos para subsistir, hubo quienes tuvieron éxito y lograron poner en pie negocios sostenibles, y otros con algún capital o recursos, emprendieron negocios independientes con un impulso más empresarial.

Algo similar ocurrió en el campo. Algunos productores agrarios pudieron consolidar sus actividades y emplear a otros agricultores con menos recursos, en tanto que otros propietarios o posesionarios de tierras, encontraron más conveniente emplearse en actividades temporales en el campo, las minas o las ciudades. Como es lógico, dedicaron muy poco tiempo y esfuerzo a sus propias parcelas por lo que su producción no alcanzaba ni siquiera a satisfacer la demanda de autoconsumo o un ingreso equivalente.

A propósito de las últimas elecciones regionales y municipales, se ha dicho que a muchos electores del mundo de los informales, no les preocupa mucho quien dirija los gobiernos pues ellos no le deben nada al Estado en todos sus niveles, porque se han hecho solos y en realidad peleando contra las regulaciones cuando no contra la represión del Estado. Se ha dicho también que este mismo tipo de elector prefiere a los candidatos que ofrecen obras no importa que roben. Total, si no contribuyen con el sostenimiento del Estado, se dice, no se sentirían robados.

Esta lectura es prejuiciosa y constituye un error. Lo primero es que se debe distinguir es que la masa de los llamados informales, para diferenciarlos de los grandes negocios que mantienen simultáneamente negocios legales y los no tan legales –que podemos llamar elusivos-, pagan impuestos, contribuciones y tasas de diversa índole. Muchas de ellas son coimas que no es otra cosa que una contribución a un privado que funge de funcionario público, por algún servicio del Estado o por ignorar una irregularidad. En el balance, la coima debe ser menos onerosa que el costo del servicio o que corregir o evitar, la irregularidad.

Lo segundo es que la masa de estos informales le deben mucho al Estado. Una parte de sus actividades de limitada escala y baja productividad, son sostenibles solo porque no pagan los impuestos que terminan siendo el margen que pueden capturar. Es decir, cuando más elevados son los impuestos y de más difícil control, hay más espacio para que estas actividades sobrevivan. Pero además, reciben o han recibido una serie de beneficios del Estado que por cierto les ha costado muchos sacrificios. Obtuvieron terrenos para establecerse y construir sus viviendas; ocuparon áreas para desarrollar la actividad agropecuaria; han logrado conectarse a la provisión de electricidad, los servicios de agua y desagüe; en sus localidades cuentan con alumbrado público, pistas, veredas, escaleras y muros de contención; se atienden en los hospitales públicos y sus hijos se educan en las escuelas, colegios y universidades del Estado; han recibido apoyos alimentarios, asistencia técnica e inversiones productivas, subvenciones condicionadas, pensiones no contributivas o becas.

Hay casos extremos en esto que llamamos informalidad. Por ejemplo el transporte público, en el cual las rutas han sido entregadas en monopolio por las autoridades locales para que algunas empresas cascarón las exploten. O el caso que se presentaba en el mercado mayorista de la Parada donde se habían creado derechos a favor de un grupo de posesionarios de los puestos con el consentimiento por años de las autoridades ediles.

La mayoría de las atenciones proporcionadas por el Estado son sin duda alguna, deficientes pero superan la contribución efectuada por ellos, es decir, dejan un significativo saldo positivo para esta población en sus relaciones con el Estado. Además, si se valoriza las atenciones del Estado y se comparan con el patrimonio y los ingresos corrientes de estas familias, se podrá advertir que el beneficio obtenido ha sido muy importante. En consecuencia, puede haber una relación de amor-odio con el Estado pero esta es muy intensa. ¿Si el Estado es tan importante para ellos pero sus servicios son deficientes, por qué deberían tolerar a un candidato ladrón?

El comportamiento electoral de esta mayoría no tan silenciosa, es una expresión de la democratización del Estado de la cual la regionalización defectuosa pero necesaria es parte. Ella ha dado la oportunidad para que este sector busque hacerse representar por alguno de los suyos o que lo perciben como suyo. Muchos de ellos son exitosos, independientemente de cómo lograron el éxito, pues son los que se pueden pagar una campaña electoral, pero que entiende lo que sus electores creen necesitar y estarían más dispuestos a escucharlos. Por extensión, es mejor pagar una coima a quien consideras tu aliado que a un desconocido o a quien representa el viejo grupo de poder. A fin de cuentas y en cada localidad, es posible hacer más negocios con el Estado local o que este te deje hacerlos sin incomodarte demasiado.

En ese sentido, esta mayoría ha devenido en conservadora en el sentido de defender una situación que sin serle totalmente favorable, le ha sido ventajosa. ¿En qué momento se rompería este efecto? Cuando se reúne una mayoría, una nueva coalición de intereses que disiente de este status o cuando los intereses del gobernante se independizan excesivamente de sus electores y las malas prácticas de gobierno por no decir, el asalto a los recursos públicos, se tornan insostenibles. Confiemos entonces que incluso en la degradación puedan encontrarse los resortes para que nuestra sociedad madure, se consolide y se haga más equitativa.

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