Archivo por meses: octubre 2014

FRANCESES DE MODA

Alfred Nobel no incluyó en su legado, el reconocimiento a los economistas. Recién en 1968, el banco central de Suecia creó el denominado Premio Sveriges Riksbank en Ciencias Económicas en Memoria de Alfred Nobel. Con el premio del 2014, se han cumplido 47 ediciones de esta distinción que ha sido mayoritariamente dominada por los economistas norteamericanos. Esto no es casual, pues ese país domina el pensamiento económico en varios sentidos.

Aun cuando pudieran ser discutibles, los premios Nobel en todas sus categorías, nos permiten conocer muchas de las grandiosas facetas del accionar intelectual humano. En el caso de la economía, es una oportunidad para ampliar nuestra visión de la ciencia y entender mejor los aportes de diversos investigadores y teóricos. Como es natural, las personas están asociadas a ciertos temas y estos a las preocupaciones de la actualidad.

No se puede entender el prolongado estado calamitoso de las economías centrales, que ha terminado por frenar a las llamadas economías emergentes, sin distinguir el papel que jugaron las grandes empresas, especialmente las financieras, en su gestación. La crisis del 2008 fue esencialmente una crisis ética precipitada por la ausencia de regulación de empresas demasiado grandes cuya caída o salvataje, le cuestan mucho a la sociedad.

Pues bien, el premio Nobel de economía fue otorgada al economista francés Jean Tirole por sus contribuciones al estudio de los efectos que tiene la muy elevada concentración de poder de mercado (monopolios, oligopolios o empresas dominantes) en algunas industrias claves y cómo debería controlarse ese poder a través de la regulación estatal. El libro “Balanceando los bancos”, refiere justamente al problema de la supervisión de las grandes entidades financieras.

Tirole no es un autor totalmente desconocido en la academia. Sus trabajos son empleados en los cursos sobre organización industrial y regulación. La prensa ha destacado además, que se ha ocupado de temas como el porqué del comportamiento altruista de agentes económicos racionales y egoístas tal como los describe el pensamiento económico convencional.

Los franceses han hecho noticia este año. Primero fue el impacto causado por el descubrimiento por la literatura anglosajona, del libro de Thomas Piketty, “El Capital en el Siglo XXI” y que se ocupa del sensible tema de la distribución del ingreso. Ahora se premia a Tirole. Buenos vientos para ampliar nuestra visión de la economía.

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INFORMALIDAD Y VOTO

Con los sucesivos ajustes de los años 80, ser incorporó al análisis y la discusión política, la categoría de la informalidad. La aproximación más simplista o descriptiva fue la que definía a las actividades informales como aquellas que se desarrollaban en el margen, sin autorizaciones, sin atender a regulaciones y por cierto, sin pagar impuestos. En un plano más explicativo, algunos analistas señalaban que la proliferación de la informalidad era resultado de la contracción del mercado laboral que había obligado a muchos trabajadores a autoemplearse o aceptar empleos precarios. Otros en cambio, advertían que la informalidad era la punta de un emergente capitalismo popular que luego ha sido reconocido como emprendedurismo, y la condición de informalidad solo delataba la disfuncionalidad del Estado respecto a la iniciativa privada.

Como suele ocurrir, ambas aproximaciones tenían su parte de verdad. Muchas personas habían sido expulsadas de los empleos formales que siguieron a la desindustrialización de los 80 y 90, y debieron emplearse como mil oficios. Otros ni siquiera pudieron conseguir un lugar entre los empleos formales y debieron comenzar a trabajar por su cuenta o ser reclutados por negocios marginales. Pero también es cierto que entre quienes emprendieron actividades generadoras de ingresos para subsistir, hubo quienes tuvieron éxito y lograron poner en pie negocios sostenibles, y otros con algún capital o recursos, emprendieron negocios independientes con un impulso más empresarial.

Algo similar ocurrió en el campo. Algunos productores agrarios pudieron consolidar sus actividades y emplear a otros agricultores con menos recursos, en tanto que otros propietarios o posesionarios de tierras, encontraron más conveniente emplearse en actividades temporales en el campo, las minas o las ciudades. Como es lógico, dedicaron muy poco tiempo y esfuerzo a sus propias parcelas por lo que su producción no alcanzaba ni siquiera a satisfacer la demanda de autoconsumo o un ingreso equivalente.

A propósito de las últimas elecciones regionales y municipales, se ha dicho que a muchos electores del mundo de los informales, no les preocupa mucho quien dirija los gobiernos pues ellos no le deben nada al Estado en todos sus niveles, porque se han hecho solos y en realidad peleando contra las regulaciones cuando no contra la represión del Estado. Se ha dicho también que este mismo tipo de elector prefiere a los candidatos que ofrecen obras no importa que roben. Total, si no contribuyen con el sostenimiento del Estado, se dice, no se sentirían robados.

Esta lectura es prejuiciosa y constituye un error. Lo primero es que se debe distinguir es que la masa de los llamados informales, para diferenciarlos de los grandes negocios que mantienen simultáneamente negocios legales y los no tan legales –que podemos llamar elusivos-, pagan impuestos, contribuciones y tasas de diversa índole. Muchas de ellas son coimas que no es otra cosa que una contribución a un privado que funge de funcionario público, por algún servicio del Estado o por ignorar una irregularidad. En el balance, la coima debe ser menos onerosa que el costo del servicio o que corregir o evitar, la irregularidad.

Lo segundo es que la masa de estos informales le deben mucho al Estado. Una parte de sus actividades de limitada escala y baja productividad, son sostenibles solo porque no pagan los impuestos que terminan siendo el margen que pueden capturar. Es decir, cuando más elevados son los impuestos y de más difícil control, hay más espacio para que estas actividades sobrevivan. Pero además, reciben o han recibido una serie de beneficios del Estado que por cierto les ha costado muchos sacrificios. Obtuvieron terrenos para establecerse y construir sus viviendas; ocuparon áreas para desarrollar la actividad agropecuaria; han logrado conectarse a la provisión de electricidad, los servicios de agua y desagüe; en sus localidades cuentan con alumbrado público, pistas, veredas, escaleras y muros de contención; se atienden en los hospitales públicos y sus hijos se educan en las escuelas, colegios y universidades del Estado; han recibido apoyos alimentarios, asistencia técnica e inversiones productivas, subvenciones condicionadas, pensiones no contributivas o becas.

Hay casos extremos en esto que llamamos informalidad. Por ejemplo el transporte público, en el cual las rutas han sido entregadas en monopolio por las autoridades locales para que algunas empresas cascarón las exploten. O el caso que se presentaba en el mercado mayorista de la Parada donde se habían creado derechos a favor de un grupo de posesionarios de los puestos con el consentimiento por años de las autoridades ediles.

La mayoría de las atenciones proporcionadas por el Estado son sin duda alguna, deficientes pero superan la contribución efectuada por ellos, es decir, dejan un significativo saldo positivo para esta población en sus relaciones con el Estado. Además, si se valoriza las atenciones del Estado y se comparan con el patrimonio y los ingresos corrientes de estas familias, se podrá advertir que el beneficio obtenido ha sido muy importante. En consecuencia, puede haber una relación de amor-odio con el Estado pero esta es muy intensa. ¿Si el Estado es tan importante para ellos pero sus servicios son deficientes, por qué deberían tolerar a un candidato ladrón?

El comportamiento electoral de esta mayoría no tan silenciosa, es una expresión de la democratización del Estado de la cual la regionalización defectuosa pero necesaria es parte. Ella ha dado la oportunidad para que este sector busque hacerse representar por alguno de los suyos o que lo perciben como suyo. Muchos de ellos son exitosos, independientemente de cómo lograron el éxito, pues son los que se pueden pagar una campaña electoral, pero que entiende lo que sus electores creen necesitar y estarían más dispuestos a escucharlos. Por extensión, es mejor pagar una coima a quien consideras tu aliado que a un desconocido o a quien representa el viejo grupo de poder. A fin de cuentas y en cada localidad, es posible hacer más negocios con el Estado local o que este te deje hacerlos sin incomodarte demasiado.

En ese sentido, esta mayoría ha devenido en conservadora en el sentido de defender una situación que sin serle totalmente favorable, le ha sido ventajosa. ¿En qué momento se rompería este efecto? Cuando se reúne una mayoría, una nueva coalición de intereses que disiente de este status o cuando los intereses del gobernante se independizan excesivamente de sus electores y las malas prácticas de gobierno por no decir, el asalto a los recursos públicos, se tornan insostenibles. Confiemos entonces que incluso en la degradación puedan encontrarse los resortes para que nuestra sociedad madure, se consolide y se haga más equitativa.

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REFORMA E INMOVILISMO

Todo aquel que actúa de buena fe y cree tener fundadas razones para preferir una opción electoral de las disponibles sobre otras, tiene el legítimo derecho de quejarse cuando el resultado le es adverso. Se suele decir entonces, que los electores se equivocaron, que escogieron mal. Más aún, cuando sobre el ganador se tiene dudas y en algunos casos certezas, sobre su falta de idoneidad o peor aún, su amoralidad o riña con la ética.

Algunos analistas, entonces, vociferan que eso es pataleta pues lo que habría ocurrido es que el tal candidato perdedor simplemente no supo sintonizar con el elector. Probablemente, pero en una competencia electoral no gana quien tiene la razón, si es que alguno la tiene, sino quien conecta mejor con el humor de los electores. Y el humor de la mayoría es cambiante y muchas veces, por no decir que la mayoría de veces, podríamos estar en desacuerdo con esa opinión mayoritaria.

O es que alguien, en su sano juicio, podría negar que a cada momento en el Perú como en el mundo, se elige candidatos impresentables y otros solapados pero que igualmente conducen a sus pueblos a situaciones lastimosas. ¿Es necesario acaso, poner ejemplos cuando están a la vista? Algunos presos y otros reciclados, dedicando la mayor parte de su tiempo a cubrir sus tropelías pasadas.

Definitivamente, el pueblo no es sabio ni tendría por qué serlo. No es un problema de educación pues sociedades muy educadas, han tomado decisiones espantosas. Razón tenía Silvio Rodríguez cuando decía que la masa es un amasijo de cuerdas y tendones que combina frustraciones, ilusiones, temores, algo de ideología pero sobre todo intereses.

La mayoría de electores decide por un candidato que cree representa mejor sus intereses, que podría brindarle mayores beneficios o evitarle el mayor número de molestias o privaciones. Cuando tiene más que perder, será conservador y preferirá al malo conocido. Cuanto menos tenga que perder, más afecto será a las nuevas caras y al discurso radical.

El resultado de una elección se define, a fin de cuentas, por una coalición de intereses dispares que confluyen en torno a uno de los candidatos que puede representarlos o que puede oponerse a quienes amenazan sus intereses. No es que unos tengan la razón y otros no la tengan, sino que unos tienen intereses distintos a otros y muchas veces en conflicto.

En las elecciones para la alcaldía de Lima Metropolitana, hubo 13 candidatos, pero solo dos coaliciones de intereses. Una la de la alcaldesa Villarán que intentaba expresar a su estilo al parecer poco persuasivo, la necesidad de reformar la ciudad. La otra encarnada por Castañeda, expresaba la idea de no romper huevos y contentar a la mayoría con obras funcionales. La reforma frente al inmovilismo. Ganó este último y eso abre tres posibilidades: (1) la regresión absoluta, bastante improbable; (2) una reforma con pies de plomo; o (3) que cambie el humor mayoritario y la reforma prevalezca.

Los economistas solemos decir que no se puede hacer tortilla sin romper huevos. Joseph Schumpeter decía que el progreso es un proceso continuo de destrucción creativa, por lo que no es posible avanzar sin afectar intereses. Y si se revisa la historia de Lima, se puede encontrar muchos casos en que reformas que se caían de maduras, han sido jalonadas por ciertas circunstancias como pudo ser, en la época de Bedoya, el incendio del Mercado Central o, en la gestión de Andrade, la elevada capitalización alcanzada por la mayoría de vendedores ambulantes que se habían adueñado del centro de Lima, lo que al final facilitó su reubicación.

Lo que no se puede escamotear a Susana Villarán es que puso en la agenda de Lima algunos de los temas centrales que debe enfrentar una ciudad para albergar a la tercera parte de la población nacional. No se puede conducir una ciudad de ese tamaño con analgésicos.

8/10/2014

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