A PROPÓSITO DE TASAS DE INTERÉS

Me ha tocado por estos días, discutir sobre la tasa de interés activa que cobra el sistema financiero para actividades agropecuarias. Estas tasas son, en promedio, más elevadas que las que el sistema financiero cobra a otras actividades productivas, aunque menores de lo que se cobra por el crédito de consumo. Debe aclararse, sin embargo, que las tasas de interés que cobran las entidades del sistema financiero por sus préstamos, son menores que el interés directo o la tasa de descuento que aplican los comerciantes, habilitadores, agroindustrias o prestamistas informales que operan en el campo.

A diferencia de todos estos agentes económicos, el negocio central de las entidades financieras es intermediar recursos financieros. Hay dos factores que debe tener en cuenta una entidad financiera para establecer la tasa de interés por sus préstamos. El primero refiere a los costos en que incurre para prestar. Aquí debemos considerar los siguientes componentes: (1) el costo de oportunidad del capital de la entidad financiera, que no es otra cosa que su expectativa de retorno por el capital invertido; (2) el costo de fondeo, es decir, de los recursos que intermedia de terceros y que constituyen las tasas pasivas que tienen que pagar las entidades financieras por los depósitos que recibe, los bonos que emite o los préstamos que solicita a otras entidades financieras; (3) los costos de evaluar el crédito, supervisarlo y recuperarlo; (4) los costos de soporte operativo (back office); y (5) las pérdidas en intereses esperadas y el capital no recuperado por efecto del impago por algunos prestatarios (morosidad).
El costo de capital varía según la empresa, pero no hay ninguna inversión, ni siquiera del Estado, que tenga un costo de oportunidad cero. Por ejemplo, el Estado demanda que las propuestas que se tramitan a través del sistema nacional de inversión pública (SNIP) tengan un costo de oportunidad no menor a 12%.
El costo de fondeo está determinado por el grado de confiabilidad de la entidad financiera. Los ahorristas y en general, quienes tienen un exceso de liquidez, preferirán a las entidades con mayor patrimonio, más tiempo en el mercado, con auditorías de primer nivel, clasificación de riesgo y adecuado gobierno corporativo. Si no se reúnen esas condiciones, captar recursos del mercado se hace más oneroso.
Los costos de evaluar, supervisar o acompañar el crédito y recuperarlo, son por definición, más elevados en las denominadas microfinanzas, pues se tiene que hacer similar esfuerzo para montos grandes que para montos pequeños. Además, los montos más pequeños están asociados con productores que no llevan registros contables, no tienen información tributaria, no firman contratos, no tienen ahorros y su patrimonio pocas veces puede ser utilizado como colateral del crédito para asegurar su recuperación. En el medio rural se suman las distancias y la deficiencia de los medios para comunicarse. Esto es lo que se denominan altos costos de transacción.
El soporte operativo también se resiente cuando debe atender muchas pequeñas operaciones, incluso fragmentadas en los desembolsos y en los pagos. Aún con la automatización de muchas de estas operaciones, los costos de operar en el medio rural son más elevados que en la ciudad.
Finalmente, y aún cuando se efectúe una adecuada evaluación, siempre habrá un número de prestatarios que no paguen o no paguen a tiempo, porque no les fue bien en la producción o las ventas o porque fueron afectados por fenómenos naturales. Pero también hay los que simplemente no quieren pagar pensando, no sin razón, que a una entidad financiera le es muy costoso forzar la recuperación del crédito impago a través del sistema de justicia. Siempre hay oportunidad para el comportamiento oportunista. Este comportamiento es alentado además, por políticos inescrupulosos que se ofrecen a apoyar a los morosos con dinero público.

Insuficiente oferta
El otro factor que influye sobre el precio del crédito, la tasa de interés, es el balance entre oferta y demanda, como ocurre en cualquier mercado. Si una entidad financiera ofrece bajas tasas de interés pero tiene limitados fondos con relación a la demanda, lo que ocasiona es que esos recursos se agoten con rapidez. Como son pocos los afortunados que pueden acceder a las bajas tasas de interés, la entrega de préstamos tendrá que racionarse. Una modalidad es atender a los que llegan primero a la cola. Es de justicia, pero los primeros que llegan son los que tienen mayores ventajas, entre ellas las de la información. Otra forma es que los funcionarios que colocan los créditos decidan, de acuerdo a su sabiduría o a su favoritismo, a quiénes se les otorga estos créditos.
Una entidad financiera puede desarrollar un sofisticado sistema de discriminación positiva de precios para atender a las localidades más pobres o a productores con determinadas características. Esto generar un costo adicional de búsqueda. Pero, al final, siempre tendrá que racionarse, dejando de lado a muchos productores que no llegaron a tiempo o no se enteraron.
En el primer gobierno de García (1985-90) las tasas de interés activas del Banco Agrario estuvieron siempre sustancialmente por debajo de las tasas de los créditos del sistema financiero y para el caso del denominado Trapecio Andino, fueron cero. Todas estas tasas, sin excepción, eran negativas en términos reales, considerando la tasa de inflación existente por esos años. En 1989 se alcanzó a 394 mil productores y 1.2 millones de hectáreas. Nunca se prestó tanto como entonces. Pero todos sabemos que, incluso ese año, no se alcanzó a los productores más pobres y todos los peruanos pagaron el subsidio que favoreció a estos prestatarios. Cuando se alcanzó la cumbre, se pasó al abismo, pues dos años después fue liquidado el Banco Agrario, que ya había perdido todo su capital.
En una siguiente nota me ocuparé sobre la forma en que debemos calcular la utilidad del financiamiento bancario para el pequeño productor.

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